En la década de los años 1930 a 1940 en Millahue, pequeño poblado sito 30 kilómetros al poniente del también pequeño pueblo de Coinco, la escuela pública era la típica de los villorrios campesinos. Cuatro cursos, silabario,-designación popular para el primer año, hasta cuarto año. Para continuar a sexto, final de la educación primaria, era necesario viajar o cambiar de residencia.
En la época aludida la profesora era la “Señorita” Berta Marambio Iribarren, quien reunía a todos sus alumnos y alumnas de los cuatro cursos en una sola sala. ¿Cómo hacía para manejar distintos programas en mentes con distintos estados de maduración?
El año 1940 llegó a la escuela la señora Demofila Vidal, viuda, madre de ocho hijos, a matricular a su pequeña Rosita. Esta Rosita se sintió como pez en el agua y comenzó a llenar su mente, su ánimo y su entusiasmo con cosas que aprendía y que hacía. La “Señorita.” era igualmente maestra en las horas de clases y recreos, en los que vigilaba juegos y conductas y realizaba labores de orden, aseo y ornato al patio de la escuela.
El adorno más cuidado era un jardín ubicado en una ligera subida del terreno. El riego se hacía sacando agua con baldes de una acequia y los alumnos cumplían estas tareas con las actitudes propias de cada temperamento y, probablemente, con normas y comentarios escuchados en sus hogares. Rosita reclamaba en su fuero interno y comentaba a su mamá acerca de una niña que nunca regaba ni realizaba alguna labor en el jardín; Siempre encontraba como eludir trabajos en el patio. Cuando cursaba tercero o cuarto año, no puede precisar, se molesto hasta la exasperación con la floja y buscó alivio a su enojo escribiendo en el pizarrón lo siguiente:
Para regar las flores de la escuela
No se tiene pereza ni flojera
Porque las flores se secan
Y la escuela se ve fea.
Somos alumnos, por tanto
No solo hemos de estudiar
Sino que también debemos
Toda la escuela adornar.
La profesora nos enseña tanto
Y no sabemos recompensar
Esta misión tan ingrata,
Pues debemos estudiar.
La profesora, sorprendida, pegunta por el o la autora y ordena a todos los alumnos copiar la poesía.
Rosita egresa y no hay medios para que continúe sus estudios. Pasan los años, contrae matrimonio con Gerardo Álvarez y es madre de Rosita y Gerardo. En la década 70-80 visita a un familiar internado en el Hospital Regional y en su recorrido dentro de la sala mira cada cara anónima, apreciando dolores, conformidad, aceptación y por ahí también una sonrisa. Ubica a su familiar, intenta dedicarle atención, transmitirle su solidaridad y cariño pero una cara vista al pasar, sufriente, pensó que con expresión de desamparo, y un sentir le apresa el corazón con la exigencia “La conoces, recuerda” Le comenta a su pariente y ésta no puede prestarle ayuda, no sabe quien es.
A la voz de “Terminó la hora de visita” ella pregunta al personal de la sala por el nombre y la informan: “Berta Marambio” Una mano golpea el dorso de la otra. Claro, ¿Cómo no pudo reconocerla? La “Señorita” profesora. La señorita Berta. Emociona al personal de la sala con el relato del encuentro de la pequeña Rosita y esta, para ella, grandiosa profesora. Pide y obtiene permiso para darle el alimento que aún estaba en el velador. Pide y obtiene permiso y una tarjeta para asistirla todos los días en sus comidas. También la profesora termina recordando a esta Rosita tan especial y un día le dice “Tú eres la de la poesía” “Después que habías terminado en la escuela, en un viaje que hice lleve tu poesía al diario de Rengo y fue publicada con comentarios elogiosos” Ninguna pudo recordar el nombre del periódico.
Rosita asistió a su “Señorita” Berta hasta su deceso.