¿El computador nos está deshumanizando?
Ocurrió en Rucamábhida, mi amado pueblo de fantasía. Reunión familiar vespertina, un trozo de asado por medio. De doce asistentes ocho son profesionales de la salud, tres con cartón de universidad y cinco que, de acuerdo con la correcta etimología, copio del diccionario: Profesar es ejercer alguna ciencia, arte, oficio, etc.//Profesión Empleo, oficio, o facultad que cada uno tiene y desempeña públicamente. Repetimos, etimológicamente son profesionales todos cuantos desempeñen un empleo, arte u oficio, quien desee establecer diferencias podrá hacerlo mencionando “profesionales universitarios”
Era de esperar que tratándose de personas con gran vocación por la salud, muy pronto se instalara como tema de conversación el hospital, también muy pronto se analizaran las ventajas del computador: “Ya nadie entra al pabellón, clínica o laboratorio con lápiz” “Quien no maneje el computador con seguridad y eficiencia queda estancado, no tiene porvenir” Después de algunos minutos en que no hubo ninguna mención contraria a este moderno ídolo pregunté ¿y podría comentarse algún inconveniente, desventaja o problema originado por el computador? El coro de respuesta -¡No, no, no! fue vigoroso y horrorizado. Los sacudones de cabeza podían interpretarse como ¿De dónde habrá salido este viejo tan despistado? Miren que buscarle tachas a esa máquina maravillosa.
Contrito, apesadumbrado, intenté exponer que como enfermo sentía que la relación médico-paciente estaba perdida, que el médico miraba alternativamente pantalla, teclado y pantalla y el enfermo en vez de mirar la cara y los ojos de “su” médico sólo le veía un costado de la cara y toda la oreja izquierda. Preguntas rápidas y concisas, más tecleo. Ni soñar con la oportunidad de preguntar acerca de tantas dudas que uno tiene como paciente, ¿por qué me duele en la mañana y no en la tarde? ¿por qué ahora que estoy viejo no puedo atarme los cordones de los zapatos? ¿por qué … por que…? El computador y su experto digitador simplemente no crean el clima de confianza que el enfermo necesita para dejar caer aún cuando sólo fuera un parcito de por que.
No tuve oportunidad de entregar ni la décima parte de mis argumentos y fui tapado, más que tapado sepultado por un alud de ventajas del computador. Que las malas letras de los médicos y las peores de los funcionarios. Que los errores de fichas. Que la rapidez para entregar y encontrar la información, y sigue y sigue.
Fui silenciado, vencido. Los victoriosos nunca pensaron que derrotarme carecía de sentido, mis palabras interpretaban a muchos adultos mayores que a través de años sufren, dando al vocablo sufrir la acepción justa, la desconexión con el médico.
Con pena, con mucha pena grande y justificada, ya que reconozco en todos ellos un innegable entusiasmo por lo que hacen, comprobé la falta de empatía, el colocarse por un instante en el lugar del enfermo. Si se trabaja en y con la salud del prójimo la empatía debería estar en la formación de los profesionales con y sin cartón.
Ya que estamos en esto relataré la experiencia de mi amigo Luis.
Una dolencia de varios días, como su caminar lo había llevado cerca del Consultorio se dijo –puedo pasa a pedir hora para mañana. Se acerca a la ventanilla expone su petición y la funcionaria, previo tecleo, dice –Don Luis, tengo hora para inmediato si usted quiere aprovecharla.
-Desde luego, señorita.
-Con este papel vaya a la oficina doble cero donde le tomaran la presión y su peso y después con el mismo papel espere frente a la oficina tres cero donde lo llamará el médico.
No lo llamó el médico, una paciente que salió de la oficina le dijo: -Si está esperando al doctor, pase.
El médico, .Tome asiento, le recibe el papel, rápido tecleo, siempre mirando la pantalla –Don Roberto su presión está perfecta y su peso, hum, bueno también.
Don Luis se extraña por el cambio de nombre pero lo deja pasar.
Y. dígame don Roberto que lo trae por acá.
El error estaba poniéndose pesado. –Me llamo Luis, doctor.
El médico mira el papel que le fue entregado, varios tecleos y, siempre con la vista en la pantalla, aclara, usted viene de reemplazo. Era otra la persona que tenía esta hora. Nuevos tecleos y ¿Dígame don Luis que lo trae por acá? Escuchada la explicación el médico retira la vista de la pantalla se levanta y camina rápido y ágilmente donde su enfermo de turno, una palpada , vuelta al computador y mientras teclea da indicaciones: -en la farmacia, donde antes se echaban las recetas deje su carné o algún documento que tenga su nombre, va tomar tales comprimidos de tal forma y estos otros de esta manera, ¿Está claro Don Luis?
Don Luis retiro los medicamentos, los arrojó en el basurero, a la salida del Consultorio y caminó a una dirección que un vecino le había proporcionado para una “medicina alternativa” donde lo escucharon, conversaron, explicaron, el computador estaba en una mesita vecina y no fue tocado. Podemos tener todas las dudas que se nos antojen respecto a la calidad científica de la “alternativa” y además las dudas que usted quiera acerca de las ventajas de los medicamentos y procedimientos indicados. Don Luis contó que salió con una clara sensación de alivio en su malestar.
Todos los viejos podemos asegurar, bajo juramento, que nadie habría pensado en la posibilidad de demandar a un médico, la medicina era un apostolado, no una profesión lucrativa. Hubo un programa radial que duró más de un año, llamado “Gracias Doctor” Si mis recuerdos son fieles el locutor era un señor llamado Adolfo Yankelevic.
Ahora el médico puede preguntarse concada paciente que tiene al frente –¿Me irá a demandar por negligencia?.
Están en la picota el hospital Regional de Talca y el Félix Bulnes de Santiago. En ambos casos se habla de desórdenes. ¿Ocurrirán por confiar demasiado en los “ordenadores”.
En el comienzo de este relato dije que fui vencido por un alud de argumentos de entre los que rescaté “Los médicos trabajan apremiados por el tiempo, reglamentariamente disponen de quince minutos para cada paciente pero frecuentemente en vez de cuatro por hora les entregan hasta ocho y si no los atienden porque debido a las características de una consulta emplearon mucho tiempo en un enfermo, son mal calificados. Confío en que se haya tratado de un argumento dicho para derrotarme de manera absoluta y no sea cierto que si un médico lucha largamente para establecer un diagnóstico difícil es mal calificado. Los viejos conocimos tiempos en que se recurría a “una Junta de Médicos” en los casos necesarios. Que el médico demore en su búsqueda de la verdad es encomiable. Si hay una regla que les exige que actúen como si descargaran sandías de un camión esa regla nos está tratando a nosotros como sandías.
En mi cabeza suena insistentemente -¡Hay que exculpar a los computadores, los errores son fallas humanas! De malas ganas debo aceptar.
Busco culpables y los encuentros. Son responsables las súper mentes que han creado una máquina siglos antes de cuando correspondería. Como imperfectos humanos hemos evolucionado hacia los siete pecados capitales agregándoles otros cuantos más. Ellos, las súper mentes, crearon una nave transespacial capaz de viajar por todas las estrellas de todas las galaxias cuando los humanos, en gran mayoría, sólo estamos capacitados para usar las piernas, unos pocos serían merecedores de viajar en carreta y los realmente, sabios, científicos e idealistas merecerían la bicicleta o el triciclo.
Era de esperar que tratándose de personas con gran vocación por la salud, muy pronto se instalara como tema de conversación el hospital, también muy pronto se analizaran las ventajas del computador: “Ya nadie entra al pabellón, clínica o laboratorio con lápiz” “Quien no maneje el computador con seguridad y eficiencia queda estancado, no tiene porvenir” Después de algunos minutos en que no hubo ninguna mención contraria a este moderno ídolo pregunté ¿y podría comentarse algún inconveniente, desventaja o problema originado por el computador? El coro de respuesta -¡No, no, no! fue vigoroso y horrorizado. Los sacudones de cabeza podían interpretarse como ¿De dónde habrá salido este viejo tan despistado? Miren que buscarle tachas a esa máquina maravillosa.
Contrito, apesadumbrado, intenté exponer que como enfermo sentía que la relación médico-paciente estaba perdida, que el médico miraba alternativamente pantalla, teclado y pantalla y el enfermo en vez de mirar la cara y los ojos de “su” médico sólo le veía un costado de la cara y toda la oreja izquierda. Preguntas rápidas y concisas, más tecleo. Ni soñar con la oportunidad de preguntar acerca de tantas dudas que uno tiene como paciente, ¿por qué me duele en la mañana y no en la tarde? ¿por qué ahora que estoy viejo no puedo atarme los cordones de los zapatos? ¿por qué … por que…? El computador y su experto digitador simplemente no crean el clima de confianza que el enfermo necesita para dejar caer aún cuando sólo fuera un parcito de por que.
No tuve oportunidad de entregar ni la décima parte de mis argumentos y fui tapado, más que tapado sepultado por un alud de ventajas del computador. Que las malas letras de los médicos y las peores de los funcionarios. Que los errores de fichas. Que la rapidez para entregar y encontrar la información, y sigue y sigue.
Fui silenciado, vencido. Los victoriosos nunca pensaron que derrotarme carecía de sentido, mis palabras interpretaban a muchos adultos mayores que a través de años sufren, dando al vocablo sufrir la acepción justa, la desconexión con el médico.
Con pena, con mucha pena grande y justificada, ya que reconozco en todos ellos un innegable entusiasmo por lo que hacen, comprobé la falta de empatía, el colocarse por un instante en el lugar del enfermo. Si se trabaja en y con la salud del prójimo la empatía debería estar en la formación de los profesionales con y sin cartón.
Ya que estamos en esto relataré la experiencia de mi amigo Luis.
Una dolencia de varios días, como su caminar lo había llevado cerca del Consultorio se dijo –puedo pasa a pedir hora para mañana. Se acerca a la ventanilla expone su petición y la funcionaria, previo tecleo, dice –Don Luis, tengo hora para inmediato si usted quiere aprovecharla.
-Desde luego, señorita.
-Con este papel vaya a la oficina doble cero donde le tomaran la presión y su peso y después con el mismo papel espere frente a la oficina tres cero donde lo llamará el médico.
No lo llamó el médico, una paciente que salió de la oficina le dijo: -Si está esperando al doctor, pase.
El médico, .Tome asiento, le recibe el papel, rápido tecleo, siempre mirando la pantalla –Don Roberto su presión está perfecta y su peso, hum, bueno también.
Don Luis se extraña por el cambio de nombre pero lo deja pasar.
Y. dígame don Roberto que lo trae por acá.
El error estaba poniéndose pesado. –Me llamo Luis, doctor.
El médico mira el papel que le fue entregado, varios tecleos y, siempre con la vista en la pantalla, aclara, usted viene de reemplazo. Era otra la persona que tenía esta hora. Nuevos tecleos y ¿Dígame don Luis que lo trae por acá? Escuchada la explicación el médico retira la vista de la pantalla se levanta y camina rápido y ágilmente donde su enfermo de turno, una palpada , vuelta al computador y mientras teclea da indicaciones: -en la farmacia, donde antes se echaban las recetas deje su carné o algún documento que tenga su nombre, va tomar tales comprimidos de tal forma y estos otros de esta manera, ¿Está claro Don Luis?
Don Luis retiro los medicamentos, los arrojó en el basurero, a la salida del Consultorio y caminó a una dirección que un vecino le había proporcionado para una “medicina alternativa” donde lo escucharon, conversaron, explicaron, el computador estaba en una mesita vecina y no fue tocado. Podemos tener todas las dudas que se nos antojen respecto a la calidad científica de la “alternativa” y además las dudas que usted quiera acerca de las ventajas de los medicamentos y procedimientos indicados. Don Luis contó que salió con una clara sensación de alivio en su malestar.
Todos los viejos podemos asegurar, bajo juramento, que nadie habría pensado en la posibilidad de demandar a un médico, la medicina era un apostolado, no una profesión lucrativa. Hubo un programa radial que duró más de un año, llamado “Gracias Doctor” Si mis recuerdos son fieles el locutor era un señor llamado Adolfo Yankelevic.
Ahora el médico puede preguntarse concada paciente que tiene al frente –¿Me irá a demandar por negligencia?.
Están en la picota el hospital Regional de Talca y el Félix Bulnes de Santiago. En ambos casos se habla de desórdenes. ¿Ocurrirán por confiar demasiado en los “ordenadores”.
En el comienzo de este relato dije que fui vencido por un alud de argumentos de entre los que rescaté “Los médicos trabajan apremiados por el tiempo, reglamentariamente disponen de quince minutos para cada paciente pero frecuentemente en vez de cuatro por hora les entregan hasta ocho y si no los atienden porque debido a las características de una consulta emplearon mucho tiempo en un enfermo, son mal calificados. Confío en que se haya tratado de un argumento dicho para derrotarme de manera absoluta y no sea cierto que si un médico lucha largamente para establecer un diagnóstico difícil es mal calificado. Los viejos conocimos tiempos en que se recurría a “una Junta de Médicos” en los casos necesarios. Que el médico demore en su búsqueda de la verdad es encomiable. Si hay una regla que les exige que actúen como si descargaran sandías de un camión esa regla nos está tratando a nosotros como sandías.
En mi cabeza suena insistentemente -¡Hay que exculpar a los computadores, los errores son fallas humanas! De malas ganas debo aceptar.
Busco culpables y los encuentros. Son responsables las súper mentes que han creado una máquina siglos antes de cuando correspondería. Como imperfectos humanos hemos evolucionado hacia los siete pecados capitales agregándoles otros cuantos más. Ellos, las súper mentes, crearon una nave transespacial capaz de viajar por todas las estrellas de todas las galaxias cuando los humanos, en gran mayoría, sólo estamos capacitados para usar las piernas, unos pocos serían merecedores de viajar en carreta y los realmente, sabios, científicos e idealistas merecerían la bicicleta o el triciclo.
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