martes, agosto 04, 2009

Almendro el bonsái. Autora Leslie.

Esta es la historia de un ganchito, llamado Almendro que soñaba, en convertirse algún día, en un gran árbol.
Transcurría la primavera y el empezaba a crecer, cada vez era mas gordito, fuerte y saludable, sus raíces crecían y crecían, como se expande el fuego por la pólvora.
Un día, que el se encontraba tomando sol, llego una persona, que resulto ser un verdadero entrometido, que hurgó en la tierra y reviso sus raíces, el se sintió completamente violentado, esta persona había resultado ser un invasor de su intimidad, pero para su sorpresa, eso no fue todo, el fue mas allá, ya que empezó a mutilar sus pies, Almendro mientras tanto, lloraba amargamente, ya que no creía ser merecedor de ese trato.
A medida que trascurría el tiempo, este trato se volvió cada vez mas habitual, llego a pensar Almendro, que era una especie de condena por haber cometido algún mal, botar demasiadas hojas o ser demasiado tragón de agua, cosas que el trataba de controlar, pero no podía evitarlo y aun así no creía ser merecedor de esto.
Lo que no se percató, sino cuando era demasiado tarde, fue que dejo de crecer y después de ser el ganchito más alto, paso a ser el mas bajito y robusto. Los demás arbolitos, lo molestaban, le decían que se había atrofiado y que cualquier día lo botarían, porque no servia como los demás, que ofrecían confortable sombra.
Lo que no sabían, los demás arbolitos, que ellos estaban destinados a ser leña, en cambio este pequeño ganchito, se había convertido en un hermoso bonsai , que era objeto de muchos elogios y orgullo de su dueño.
Ya habían transcurrido muchos años y el ya estaba robusto y adulto, y era conciente de su condición de ser un famoso bonsai, ya no quedaba ninguno de sus amigos, algunos había muerto en un crudo invierno y otros habían seguido su triste destino, que era convertirse en leña. Y a pesar de que ellos lo molestaban, eran lo mas parecido a lo que el conocía como familia, algunas tardes recordaba sus travesías de pequeño y reía en silencio, pero luego se daba cuenta que era el único que quedaba y eso lo entristecía.
Se aburrió de la fama, de los elogios, estaba aburrido ya de esta vida en soledad, por lo que quiso morir y a medida que paso el tiempo fue debilitándose y en unos días, ya estaba marchito. Su dueño al verlo así, quiso salvarlo, pero un especialista en bonsai, le dijo que no había nada que hacer, que el arbolito ya no quería vivir.
Llegó un punto, en que se puso tan feo, que su dueño lo saco de donde estaba y lo ubicó en un lugar más oculto, sin que los curiosos vieran el ocaso de la vida de este arbolito, ahí fue donde Almendro vivió sus últimos días, llenos de tranquilidad y de paz, de despertar con el ruido de los pajaritos al amanecer, hasta que llego el día, en que se quedó en un sueño, en que era un gran árbol y que le sonreía al sol.