Este relato lo comenzaré hablando de mi, soy costurera, siempre me mandan hacer trabajos; esta vez fueron unas cortinas que fui a entregar personalmente, la dueña de dichas prendas se llama Ester, es una señora muy amable y cariñosa, la encontré limpiando los gallineros. Tiene muchas aves, me entretuve observando las gallinas, algunas muy lindas, pero me llamó particularmente la atención un gallo muy ufano y gallardo. Que lindo ese gallito, dije a la señora, ella riendo contestó - ¡Ah! El chilotito.- ¿Porqué le dicen así? - Porque el huevo del cual nació era de Chiloé, el tiene una simpática historia, vamos a servirnos unos matecitos y le cuento.
Así comenzó la señora Ester:
Tengo una cuñada en Chiloé, estuvo mucho tiempo insistiendo en que fuéramos a visitarla. Un día dijo mi esposo: -Me dieron un bono extra ¿Porqué no vamos a Chiloé a visitar a tu hermano? Tu cuñada te ha convidado tanto, los niños pueden quedar unos días con mi madre.
Se pensó y se hizo. Nos fuimos a Chiloé. Un viaje muy lindo, lo pasamos regio, mi cuñada tiene tantas aves que no sabe cuantas son.
Regresamos después de quince días de pasarlo muy bien, jurando repetir la visita cuando se pudiera. Mi cuñada acomodó en una caja con bastante pajita tres docenas de huevos. Le dije ¿llegarán enteros a mi casa? -No te preocupes,- contestó, la gente que viene de Santiago los lleva bien embalados, llegan sanitos a su destino. Todo el viaje los traje en mis brazos, mi esposo me decía: -Parece que cargas un bebé.
En mi casa todo había marchado de maravillas. A los dos días de nuestra llegada, encluecó una gallina, la eché con 10 huevitos, 8 de la casa y 2 de Chiloé, por insistencia de mi hijo de 12 años. Yo no quería ponerle de esos porque con el viaje se habían movido mucho y se podían perder. Mi hijo me dijo: -Los marcamos para saber cuales son. -¡Mamita, póngalos por favor!
El niño me preguntaba todos los días -¿Cuándo nacerán los pollitos?- A los 21 días nacieron 7 de casa y los 2 de Chiloé. Eran tan hermosos, parecían dos bolitas de algodón amarillo, uno era más grande, se notaba que era un machito. Mi hijo lo bautizó como chilotito, era muy amoroso, cuando les daba alimento subía a mis zapatos y picoteaba los cordones, me seguía para donde iba, nunca andaba con la gallina, siempre a la siga mía, para no pisarlo lo tomaba y lo ponía en el bolsillo de mi delantal, él se echaba y se quedaba quietito. Cuando sentía hambre o sed piaba para que lo bajara, se alimentaba, tomaba aguita y piaba de nuevo para que lo subiera. En la noche dormía en un canasto en la cocina y a la hora de mi siesta dormía encima de mi espalda. Creció muy hermoso como usted lo ve, con ese plumaje tan especial. Ya está bueno para cazuela dice mi esposo pero, ¿Cómo lo voy a matar, si es tan regalón?
Un día volvimos a echar a la madre de chilotito, esta vez con 12 huevos, nacieron todos. Tenían como una semana de vida cuando unos perros golosos mataron varias gallinas, entre ellas a la mamá de chilotito, quedando huérfanos sus 12 pollitos.
En la tarde fui a encerrar los pollitos en compañía de mi gallito regalón conversándole: -Pobrecitos se quedaron solitos, tan pequeños, los guardaré en una caja con paja en un rincón del gallinero-. Fui a la cocina y me percaté que chilotito no me había seguido, volví al gallinero y encontré a mi gallito muy echado cubriendo con sus alas a sus hermanitos menores. En la mañana se levantó con ellos, los cuidaba como si fuera su madre, escarbaba, buscaba gusanitos para alimentarlos. Y así cholito crío a sus hermanos menores.
Algo me llama mucho la atención-, dijo la señora Ester, -es que él nunca ha pisado a una de sus hermanas, las sigue respetando y queriendo, en el gallinero siempre duerme cerca de ellas, como para protegerlas-. Chilotito dio un ejemplo de lealtad, amor y respeto a todo su corral y creo que a los humanos también.