martes, octubre 07, 2008

4 de Octubre - San Francisco de Asís - Día de los Animales

"Hermanos menores", así llamaba San Francisco de Asís a todos los animales como una forma de mostrarles su respeto; él los consideraba un regalo de la Creación.

Elegido "Patrono de los Animales" por la Iglesia Católica, la fecha de su muerte, el 4 de octubre, fue establecida para celebrar el Día Mundial de los Animales.

Es por esto que cientos de perros de todas las razas, gatos dormilones, loros parlanchines, pájaros exóticos, pescaditos de colores, además de ranas, sapos y culebras, reciben todos los 4 de octubre, de manos de los curitas, la tradicional bendición de las mascotas.

Debes estar atento a lo que sucederá en tu barrio para que bendigan la tuya...

Cosa de Rayados

¿Cuál es el mar más duro? El mar tillo.¿Cuál es el mar más agotador? El mar atón.¿Cuál es el mar que cualquiera puede dominar? El mar ioneta.
¿Cuál es el mar más rico? El mar qués.
¿Cuál es el mar más holgazán? El mar mota.
¿Cuál es el mar más sucio?El mar rano.

Ingenio de Bubo

Si tú vas en un avión y se incendia por todos lados.
¿Por dónde sales? ¡Por las noticias!
¿Cómo se les dice a los escarabajos que están patas arriba? Escararriba...
¿cuál es el colmo de un pirata? que le regalen un disco original
¿Cuál es el colmo de un abogado?. Haber perdido la muela de juicio
¿Cual es el colmo de los colmos? Que un mudo le diga a un sordo que un ciego lo está mirando....
¿Cuál es el colmo de un actor?. Tomar sopa de letras para no olvidarse el libreto.

Una sola pregunta Aporte de Bubo

Una pregunta al Dalai Lama ¿Que le sorprende más de la humanidad?
Y el respondió: Los hombres.
Porque pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud.
Por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro.
Viven como si no tuviesen que morir nunca y mueren como si nunca hubieran vivido.

La moraleja del Camello Aporte de Bubo

Una madre y un bebé camello estaban descansando, y de pronto el bebé camello pregunta...
Madre; ¿puedo preguntarte algunas cosas?
Mamá: ¡Claro que sí ! ¿Por qué, hijo, hay algo que te molesta ?
Bebé: ¿por qué los camellos tenemos joroba?
Mamá: mira hijo, nosotros somos animales del desierto y necesitamos la joroba para guardar agua y podamos sobrevivir sin ella.
Bebé: ¿Bien, entonces por qué son nuestras piernas largas y nuestros patas redondas?
Madre: ¡Hijo, obviamente ellas se adaptan para andar en el desierto: ¡con estas piernas nos podemos mover por el desierto mejor que nadie! Dijo la madre orgullosamente.
Bebé: ¿Bien, entonces por qué son nuestras pestañas tan grandes? A veces esto molesta mi vista…
Madre: Hijo mío, aquellas pestañas largas y gruesas son su tapa protectora. Ellos ayudan a proteger tus ojos de la arena de desierto y viento, dijo su madre con ojos llenos de orgullo....
Bebé: ya entiendo. Entonces la joroba debe almacenar el agua cuando estamos en el desierto, las piernas son para andar por el desierto y estas pestañas protegen mis ojos del desierto...

¡Entonces qué estamos haciendo aquí en el zoológico!
Moraleja

“Habilidades, conocimiento, capacidades y experiencia únicamente son útiles si estás en el lugar correcto" ¿Dónde estás ahora?...

La leyenda de las dos ancianas athabaskans.

María Díaz Moya, de Ñuñoa, amiga de ¿Chocherías? y entusiasta colaboradora en pro del adulto mayor nos hace llegar un libro que ella obsequiaría a todos los adulto mayores de Chile por las enseñanzas que se desprenden de su lectura. Nos dice:
Hermosa historia, ejemplo magnífico del tesón, voluntad y deseo de seguir viviendo y mostrar a los integrantes de su clan que los ancianos son capaces de superar todos los obstáculos y devolver con amor las ingratitudes e injusticias.
La autora, Velma Wallis, en “Las dos ancianas” relata una impactante leyenda de los habitantes del polo norte. El libro trae la usual advertencia “Derechos Reservados” y por ello no podemos copiar directamente de sus páginas, sin embargo las leyendas son del dominio universal y es lícito usarlas libremente como puede y ha ocurrido con nuestra “Araucana”
Nos llamó la atención no encontrar ni una sola vez en todo el libro la palabra “esquimal” y por ello en el comienzo de este párrafo decimos “habitantes del polo norte” Una investigación nos revela que esa palabra significa “comedor de carne cruda” y los pueblos athabaskans la consideran denigratoria. Sí, la consumen así cuando hay carencia absoluta de combustible para hacer una fogata; tienen ellos muchas características valiosas con las cuales caracterizarlos. El término “pueblo” lo usan en el sentido de agrupación de seres humanos, para la agrupación de viviendas usan “aldea”. Esta información es importante ya que en la remota época en que ocurrió el episodio de las dos ancianas los pueblos eran nómadas, vivían trasladándose a los lugares con posibilidades de caza y pesca. Las aldeas eran pocas, pequeñas y lejanas. La temporada para cazar y pescar, entre un invierno y otro, era corta y los cazadores debían hacerlo para el sustento diario y almacenar provisiones para el largo invierno. Los animales de los que dependía su sustento, caribúes, alces y otros eran de hábitos migratorios y el pueblo estaba obligado a seguirlos. Los árboles más comunes que los proveían de combustible eran sauces, abedules abetos y espinos. En las buenas temporadas solía haber un buen número de conejos, ardillas, ratas almizcleras, castores y aves. Además de la caza mayor.
¿Chocherías? pretende que sus lectores disfruten la leyenda, acompañen a las ancianas en sus peripecias y guarden en su mente y corazón la valiosa enseñanza que se desprende. Para evitar el sentimiento de lejanía que producen los nombres personales en lenguas extranjeras los personajes de la leyenda los llevarán en español La mayor de ellas, de 80 años será para nosotros Hortensia y la menor, de 75 años, será Margarita.

La historia
Cuando el pueblo decidía acampar en algún lugar el jefe, Pedro, ordenaba a algunos jóvenes que levantaran tiendas para Hortensia y Margarita y que las abastecieran de leña y agua. Al cambiar el lugar del campamento las mujeres más jóvenes arrastraban las pertenencias de las dos mayores. Aparte de estas ayudas las dos eran totalmente válidas, caminaban apoyadas en bastones para impresionar pero no los necesitaban. Ellas pagaban los servicios recibidos curtiendo pieles de animales de quienes las ayudaban o de quien se lo solicitase; en esta tarea eran expertas cuyos trabajos se lucían como modelos. El sistema funcionaba a entera conformidad de ambas partes pero algunos no aceptaban la permanente actitud quejosa y descontentadiza de las ancianas.
Se habían agotado los recursos en el lugar donde estaban acampados, empezaban a pasar hambre y no había reservas para el invierno que ya estaba cerca. Pedro llamó a reunión, expuso el inminente peligro de hambruna, debían buscar un lugar que ofreciera mejores perspectivas de caza, viajar rápido y lejos.
Haciendo un gran esfuerzo para que no le temblara la voz y perder prestigio por debilidad de carácter anunció que el Consejo había resuelto dejar esta vez a las ancianas, se las dejaría en una tienda con sus pertenencias. Esperó voces de protesta y no las hubo, miró hacia donde estaban Carmela, hija de Hortensia y Fernando, nieto de Carmela y cuyos padres habían perecido en un accidente, ambos guardaron silencio, sabían que el grupo podía enfurecerse y matarlos a ellos y a las ancianas.
Se iniciaron las acciones para emprender viaje. A la tienda de Margarita un par de voluntarias llevó las pertenencias de Hortensia, otras llevaron las brasas y algunos restos de maderas ardiendo. Carmela, a escondidas les llevó un haz de gruesas tiras de piel de arce de muchas y muy útiles aplicaciones. Hortensia no miró a su hija, apenada y ofendida por su silencio. Luego apareció Fernando, Hortensia tampoco lo miró pero si Margarita y el muchacho le mostró el cinto vacío donde debía colgar su hacha y le indicó hacia unos árboles. Los jóvenes recibían de sus mayores enseñanzas para fabricar sus armas y herramientas, el debido entrenamiento para usarlas con eficacia, ya que de ello dependía la supervivencia del pueblo, y el castigo por el descuido o mal uso del equipo personal. Fernando se puso en situación de grave peligro al dejar su hacha a las ancianas. Pareciera que la mano del destino guió las manos de hija y nieto ya que las tiras de cuero y el hacha sumadas a las herramientas que usaban ambas ancianas en sus labores de curtiduría las dotaban del equipo indispensable para luchar por su supervivencia. En ese momento ellas no pensaban en luchar por su vida, sumidas en el temor al hambre, al frío, la muerte, la pena infinita de haber sido abandonadas por su pueblo y además, Hortensia, por su hija y su bisnieto.
Margarita dejó su asiento, se asomó a la puerta de la tienda, el pueblo había caminado rápido, ya no estaba a la vista, fue en busca del hacha, se hundió en la nieve hasta media pierna, ese otoño había nevado de manera inusual, tempranamente. Del mismo árbol, un abeto joven, donde colgaba el hacha cortó cuatro largas tiras de madera. Hortensia se revolvía impaciente por la larga y extraña faena que realizaba su compañera de exilio y muerte próxima. Estaba, Margarita, por emprender el regreso cuando vio a una ardilla trepada a baja altura en un árbol cercano, en absoluto silencio tomó la recién adquirida arma y la lanzó a mayor altura que la cabeza del animal, éste al oír el zumbido saltó hacia la copa del árbol y recibió el golpe en plena cabeza perdiendo la vida de inmediato. La anciana aventurera regresó a su tienda con una arma-herramienta, cuatro largas tiras de madera y la comida que terminaría con el ayuno desde el día anterior, Cuando el Consejo decidió abandonarlas también acordó no malgastar la escasísima comida en dos condenadas a la muerte.
-Amiga Hortensia, dijo Margarita, tenemos mucho que hacer, si llega la muerte que nos encuentre haciendo cosas y no sentadas, derrotadas, esperándola.
Hortensia meditó en silencio, no cabía duda que era una lucha imposible pero si Margarita presentaba pelea ella no iba a ser menos y sencillamente dijo –voy a preparar la ardilla para hervirla y hoy tomaremos el caldo guardando la carne para mañana y vamos a hervir las maderas que trajiste para hacernos raquetas para la nieve; las maderas se hervían hasta que adquirieran flexibilidad suficiente para unir sus extremos atándolos con babiche también remojado y hacer un círculo que se forzaría para convertirlo en un óvalo, luego se practicaban agujeros en los costados para entretejer cuerdas de cuero- Que suerte que Carmela nos dejara estas correas.
-Mientras tú haces eso yo voy a usar una tira para hacer lazos para los conejos, al pie de los árboles hay señales de ellos. Después del reconfortante caldo y fabricados los lazos salió Margarita a la nieve enterrando nuevamente sus piernas en la nieve, pronto tendrían sus raquetas y caminarían sin hundirse. Distribuyó los lazos estratégicamente, colocó ramas a sus lados para guiar a los conejos hacia los lazos y volvió a
la tienda, el frío era inclemente. Frotó sus manos, bebió un resto de caldo que había guardado para la ocasión y se unió a Hortensia en la fabricación de las raquetas. Luego, llegada la noche el frío arreció aún más y fue obligatorio buscar refugio bajo las abrigadoras pieles de animales que servían de mantas. .Tan pronto iluminó el día Margarita, antes de levantarse invitó a sus músculos y articulaciones a ponerse en actividad moviéndolos lentamente para luego forzarlos a mayor acción y abandonar el lecho con su cuerpo dispuesto a la lucha por la existencia. Se abrigó más, calzó el par de raquetas terminado, se puso mitones de piel de conejo y salió a revisar las trampas. No podía creer en tan buena fortuna, dos conejos se habían metidos en los lazos. El fantasma del hambre se alejaba. Volvió alborozada y además las raquetas prometían salir firmes y duraderas. Cuando entró a la tienda Hortensia estaba trabajando en el segundo par de raquetas Ya no le quedaban dudas, había un acuerdo tácito de luchar por la vida. Había que hablar, acordar planes. Podían comer la carne de la ardilla y conversar, terminar el segundo par de raquetas y conversar. De lo que acordaran dependería el futuro de ambas. Margarita revolvía una y otra vez en su mente como iniciar la conversación con Hortensia, tenía que evitar un no temprano que le fuese imposible revertir. No encontró la manera y decidió postergar el tema aunque ello iba a significar la pérdida de un día. Tomada la decisión mostró el par de conejos a Hortensia y esta le espetó –Para salvar la vida tenemos que irnos de aquí, en este lugar no encontraremos alimento que guardar ni para un par de semanas y el invierno es más largo que eso.
Margarita se sentó sobre una pila de leña, trago saliva una y otra vez. Esa era la proposición que tenía que hacer a Hortensia y no se había atrevido a iniciar el tema temiendo una negativa. -¿Y hacia donde iremos?
Hortensia trazó en la nieve, con un palo, una línea sinuosa –El río Turbio, trazó otra línea que juntó a la primera –el río Claro, tenemos que pasar al otro lado cuando la superficie se congele y seguir por su orilla hasta donde nace un riachuelo y seguir por la orilla de éste un par de horas, hay abundancia de peces y si tenemos suerte en la pesca vamos a pasar un invierno engordando.
A Margarita se le atropellaban las preguntas, quería hacerlas todas de una vez -¿Cómo sabes? ¿Cómo recuerdas..?
-Cuando yo tenía unos veinte años, tú quince, estuvimos ahí y fue el mejor invierno de mi vida.
-¿Por qué no hemos vuelto? ¿Por qué no lo dijiste ahora cuando el pueblo no resolvía donde ir?
-Los hombres son obtusos, se cierran en: La caza, la caza… Cuando dijeron “Las abandonamos” la pena y el temor me impedían pensar, además ¿Cuándo escuchan a las mujeres? Habrían asegurado que eran invenciones mías y en sesenta años la situación podía ser muy distinta. Si nosotras realizamos el viaje será por lo posible, no por lo seguro.
Margarita de inmediato declaró –Es lo mejor que tenemos y allá vamos. Planeemos el viaje., ¿Qué te parece si cavamos una fosa y le echamos ramas para dormir, tapadas con pieles? Así, desarmamos la tienda, separamos las pieles para hacer dos trineos que dejamos cargados, tenemos cuerdas trenzadas de cuero de alce para los tiros. La primera que despierte habla a la otra, acostadas movemos las piernas, los brazos, el cuello, la cintura, para vencer la rigidez, nos levantamos, comemos un poco, recogemos la línea de lazos, bromeó: traemos el par que va a estar cogido, echamos todas las brasas en el tiesto con cenizas, cuando tú o yo sintamos excesivo cansancio avisa para parar un rato
La broma del par de conejos resultó cierta y el par de ancianas sintió una especie de temor reverencial, el pueblo había pasado una semana sin coger, en esa línea, ni una presa.
El plan se cumplió, la gimnasia en cama pasó a ser un hábito, la rigidez al levantarse casi no estaba. Cada una confiando un poco en si misma y mucho más en la otra partieron de alba. Acordaron un alto al mediodía y recién ahora Margarita se inquietó por la distancia de su probable destino.
Hortensia dijo –Supongo que en tiempos normales el pueblo necesitaría cuatro o cinco jornadas, en caso de acertar con la ruta. Nosotras, si nos desviamos al sur deberemos subir hasta encontrar la unión del Turbio con el Claro. Si nos desviamos al norte podemos llegar antes a la ribera del Claro y bajar hasta su unión con el Turbio. Como arrastramos trineos y somos viejas nuestra marcha será muy lenta. ¿Te desalientas o seguimos?
-Seguimos hasta el fin.
Reemprendieron la marcha, pasadas unas cuatro horas cada una miraba a la otra pidiendo fervorosamente que no se rindiera porque ella estaba al borde de su resistencia…y Hortensia cayó. Margarita sintió el impulso de dejar su trineo para volar a socorrerla y se dio cuenta que si lo dejaba también iría a dar a la nieve, el tiro del trineo la sujetaba impidiendo que cayera hacia delante. Cuando llegó donde Hortensia ésta ya estaba en pie. Y le explicó –me quedé dormida andando.
Margarita decidió –pasemos aquí la noche, vamos al lado de aquel montículo para tener un costado protegido, tú te sientas y yo iré a cortar leña.
-Tú cortas y yo acarreo, mi bisnieto tendría que habernos dejado dos hachas.
-No hagas esas bromas, no sabemos si fue sorprendido sin hacha y castigado por ello. Ensimismadas por la inesperada dirección que tomaron sus pensamientos apilaron suficiente leña para el resto de la tarde y la larga y fría noche que las esperaba. Luego sin necesidad de un acuerdo conversado Hortensia inició la tarea de cavar en la nieve el dormitorio y Margarita fue a instalar la línea de trampas. Cuando la fosa tuvo la profundidad adecuada le echaron ramas a modo de colchón, luego le pondrían un abrigadora piel sobre la que tenderse y con otras se cubrirían, las estrellas serían su techo. Ya las brasas que traían en la vasija habían producido una buena fogata. Era el momento de alimentarse, cocieron parte de un conejo, bebieron su delicioso y reconfortante caldo, comieron una presita de carne.
Sentadas frente a una buega fogata, alimentadas, con un discreto sentimiento de optimismo, un poco relajadas de la tensión permanente por el estado de lucha para conservar la vida, con un cansancio extremo producto de la larga caminata arrastrando los trineos se iban a dormir sentadas y despertar con insufribles rigideces articulares que podían instalarse por muchos días. Aunque la noche no había llegado decidieron meterse a la cama.
Durmieron larga y profundamente. Necesidades fisiológicas despertaron a Hortensia, inició su indispensable levantada con todo sigilo para no despertar a Margarita y ésta le dijo –Yo ya tuve que ir, no te levantes de inmediato, estira y encoge tus piernas y brazos, has como si fueras a sentarte varias veces, así, cuando salgas de la cama tu cuerpo te obedecerá con menos problemas. Yo ya fui y tú no me sentiste, estabas dormida profundamente. Hortensia siguió todas las indicaciones y al volver dijo .-Casi, casi me sentí como una jovencita, y rió, por primera vez desde cuando el pueblo decidió abandonarlas.
Satisfechos los apremios del cuerpo muy pronto cayeron en profundo sueño. Margarita tenía la sensación de haberse acostado recién y Hortensia la habló: -Ahora yo me levanté muy en silencio y no te desperté. Tengo un rico caldo y carne de conejo cocida, recogí los lazos y, no lo vas a creer, otro par de conejos estaba cazado en los lazos. Estudiaron la ruta, acordaron mantener la dirección oeste tanto como fuera posible, mirar hacia atrás el rastro dejado por los trineos para hacer las necesarias rectificaciones y caminar y caminar.
Esta vez fue Margarita la que pidió descanso, el mediodía había pasado hacía largo rato. Una fogata para hervir agua y tomar un brebaje de hierbas, comer un trozo de conejo. Hortensia comentó –Tanto caminar causa dolores cambiantes, de los pies a las rodillas, de los tobillos a las caderas, en algún momento la piel que me cubre boca y nariz se desliza y me sorprendo respirando aire helado, no siempre me doy cuenta de inmediato ¿Tú no temes respirar aire helado?
-Desde luego que si.
-Más que los dolores, más que el cansancio y el agotamiento mientras camino pienso y pienso, en la injusticia y traición que cometieron con nosotras y no puedo perdonar a mi hija y a mi bisnieto, este pensar me causa otro dolor que me hace sufrir igual o más que los del cuerpo.
-Nos conviene buscar otros temas de conversación para caminar con mayor variedad de cosas en la mente, acota Margarita, y agrega –Estamos corriendo una aventura increíble, salvando la propia vida con el apoyo de la otra, pertenecientes al mismo pueblo y sin embargo, somos absolutas desconocidas; deberíamos contarnos cosas de nuestras vidas, recordar la juventud para desterrar de la cabeza el tratamiento que recibimos. Estimo que tus calificaciones de injusticia y traición no son totalmente exactas. Quien nos defendiera habría sido expulsado o condenado a muerte, es tradicional que se defienda el alimento de los niños sacrificando a los viejos. He pensado varias veces que “Aquel Que No Se Nombra” puso en la mente de ellos la orden de dejarnos el hacha y, las correas, elementos sin los cuales era imposible tomar acciones para meternos en este aventurado viaje.
Hortensia, pensativa, comentó –Puede que tengas razón, si, parece que si, pero, levantando la voz, igual la rabia no se me quita.
Como se sintieran descansadas acordaron continuar su esforzado viaje, el terreno las favoreció con un ligero declive que aliviaba el tiro de los trineos y salvo alguna corta detención por razones personales, que aprovechaban para beber agua y mascar un trozo de conejo, caminaron hasta entrada la noche, se detuvieron bajo unos frondosos sauces y se repartieron las tareas tal como la jornada anterior, agotadas, muy agotadas y con la sensación de ser invencibles, ellas eran más capaces que las dificultades. Ya acostadas y cubiertas con las abrigadoras pieles Hortensia bromeo –El par de conejos que recogeremos mañana tienen que estar bien gorditos. No hubo respuesta, Margarita ya dormía profundamente. La rutina de la levantada nocturna de cada una fue sin que la otra despertara.
Amaneciendo despertaron casi simultáneamente y se invitaron a realizar sus ya habituales movimientos de piernas, brazos, cuello, cintura, primero suavemente para eliminar la rigidez de la bonísima y descansadora noche, luego aumentaron la intensidad y velocidad de los movimientos y cuando se levantaron se sintieron en plena posesión de sus miembros. Las tareas, se asumían por acuerdos tácitos, recoger los lazos y traer las capturas, esta vez
no estaba el par de conejos esperado, pero, felizmente había uno grande y gordo que Margarita limpió y preparó para juntar a los otros mientras Hortensia hervía un conejo entero, beberían caldo y comerían parte de su carne guardando otra parte para la detención del mediodía y aún conservando un resto para antes de acostarse. Disponer de tres comidas en el día sería un lujo increíble y mayor aún disponiendo de reservas para más días.
La tercera jornada la finalizaron entrada la noche, la luna les proporcionaba espléndida y bella luz que las hacía sentirse menos agotadas y los inevitables dolores musculares, durantes largos ratos eran menos torturantes.
Las viajeras ya se habían creado y adoptado una rutina, caminar tirando trineo siguiendo una dirección que estimaban la correcta, procurarse el alimento, mantener el fuego, alentarse mutuamente a persistir en el intento, antes de abandonar el grato lecho preparar sus músculos, articulaciones y mente para iniciar, continuar y finalizar la cuarta jornada.
Antes del mediodía de la quinta etapa el río se les anunció con, para ellas, una melodía tanto o más bella que el matinal trinar de las aves. El río Claro ahí estaba sonoro, lleno de vida, su superficie aún sin helarse. Ahora sólo necesitaban seguir su corriente para aproximarse a la confluencia con el Turbio. Cerca de la unión encontraron un remanso que hacía el río Claro al enancharse. Margarita recordó: -Aquí era donde mis hermanos me traían a cazar y pescar, donde aprendí el uso del arco y las flechas, de la lanza, de la hacha y otras herramientas. En ese tiempo mi madre casi no conseguía que yo atendiera labores de mujeres y mi padre le decía: -Déjala, mujer, es más feliz trayendo patos y ardillas que cosiendo pieles.
-¿Así que tú tienes hermanos en el pueblo?
-No, conocieron mujeres de otros pueblos, prefirieron irse con ellas, nunca más supe de mis hermanos..
. Acordaron comer, descansar, pensar, decidir. De ello dependería su éxito o fracaso lo que en términos concretos significaba vida o muerte. Y en ese momento, ellas tampoco lo podían saber, del destino de su pueblo.
Las aguas del remanso llegaban y salían silenciosamente, el río era cantarino, comieron un trozo de conejo pausadamente, sentadas en la nieve, la mezcla de gratitud e incredulidad iba de la una a la otra transmitiendo los sentimientos con miradas… ¡habían llegado! Estaban en casa, ningún lugar del mundo sería mejor que ese.
Después de un largo descanso se levantaron para confirmar que la realidad correspondía a los sueños. La inspección demostró la existencia de conejos, ardillas, ratas almizcleras, palomas, perdices y muchas más aves, probablemente habría castores y peces;
Las pieles-trineos volvieron a convertirse en pieles-tienda y en el rol de trabajadoras incansables dedicaban todos sus días a crear despensas ocultas en la nieve o en cestas entretejidas con ramas flexibles y una vez llenas con los alimentos que querían conservar las protegían con ramas espinosas de los posibles ataques de animales o aves. Su laboriosidad fue tanta que llegado el invierno había alimento para muchas más que dos personas.
El pueblo tras el cruel y penoso abandono de las ancianas buscó y buscó un lugar que ofreciera suficiente caza para invernar. No encontraron ese lugar y muchos murieron de hambre, especialmente niños. Terminado el invierno el Consejo decidió volver al lugar donde habían abandonado a las ancianas. Con gran sorpresa el famélico y diezmado pueblo no encontró vestigio alguno de las ancianas. Pedro llamó a Manuel, cazador de edad madura y reputado como muy buen rastreador y le ordenó –Escoge cuatro cazadores jóvenes y trata de encontrar el rastro de las ancianas, de verdad no se que espero encontrar.
-Llevaré sólo a los hermanos Pablo y Diego, si somos más iremos muy lento porque tenemos que ir buscando alimento para cinco. Los llamó y comunicó la misión.
Pedro dijo, -Partan inmediatamente y Manuel informó –Debo buscar unas señales aquí y comenzó a revisar los árboles, como lo hacía lentamente los hermanos lo acuciaron –Ya po’ Manuel partamos. _
¿Y para donde? Y continuó con su inspección. De pronto los llamó y mostró un abeto joven al que se había retirado largos trozos de corteza y madera -¿Vieron o creen que alguien del pueblo retiró esta madera antes de partir? A la negativa de los interrogados informó: -Las ancianas tenían una hacha y cortaron esta madera para confeccionar raquetas para la nieve. Debemos deducir en que dirección partieron. No al sur porque habría sido como seguirnos, al norte y al este hay cordilleras elevadas, iniciaremos la búsqueda caminando al oeste, por allá está el río Turbio..
Diego y Pablo, con hambre y frío, desconfiando de la sabiduría del rastreador y de la utilidad de la misión confiada asintieron con un desganado movimiento de cabeza. De todos modos iniciaron una marcha rápida creyendo poder marcar ellos el ritmo del andar. Manuel los dejó hacer durante un par de horas, más él caminaba sin dejar de observar los árboles, repentinamente se detuvo y los voceó: Diegoooo…Pablooo…Éstos comentaron –Ya se cansó el viejo pero a un nuevo y más enérgico llamado se detuvieron y a un gesto imperioso hubieron de volver atrás. Manuel les mostró árboles a los que se había quebrado ramas, y bajo los árboles en un pequeño lugar donde el follaje, muy tupido impidió la caída de la nieve había huellas que podían in terpretarse como pisadas de raqueta. Manuel continuó
sus investigaciones y mostró: -Aquí se pusieron lazos para conejos. Ordenó -Tú en esa dirección, tú en esta y yo por aquí las lanzas listas y encontrar algún conejo en su cueva. Pasada una media hora larga, Diego gritó -¡Cacé uno! Manuel dispuso, -Tu mismo, Diego, preparas una fogata, lo descueras y asas, Pablo y yo buscaremos otro que llevar para mañana. Pasados unos veinte minutos Manuel llamó, en voz baja, a Pablo y le indicó aquí hay uno, cázalo, yo estaré atento para que no escape y añadió un par de movimientos afirmativos con la cabeza. Manuel estaba ayudando a Pablo a no ser menos que su hermano. Comieron lentamente, muy lentamente, era la regla después de días de ayuno. Antes de reiniciar la caminata Manuel les dijo: -Pueden ir cuán rápido quieran pero si se les pasa alguna señal en los árboles o cualquiera otra en el terreno y yo la encuentro los devolveré al pueblo y continuaré solo, me sirven de ayuda los rastreadores y los cazadores, no los corredores. Diego y Pablo aceptaron la reprimenda y, en su interior, la capacidad del viejo Manuel. De todos modos ellos avanzaban al doble o más que la velocidad de las ancianas. A poco andar de la jornada siguiente Manuel volvió a llamarlos a gritos. –No los devuelvo solamente porque yo omití enseñarles que también los rastreadores deben oler. Háganlo ahora. Pablo y Diego debieron aspirar muchas veces antes que uno de ellos dijera –Parece olor a humo. y Manuel indicó –el viento viene desde allá y en esa dirección iremos.

Estimados lectores: No tenemos más espacio, el encuentro con las ancianas será relatado el próximo mes.