No es Política
Año 1929.Ingreso a la escuela al curso del silabario, Profesora la señorita Guillermina Miler. En alguno de los años siguientes, estuve con ella hasta cuarta preparatoria, supe que contra toda lógica, se escribía Müller. Cuando presenté un formal reclamo a mi madre por escribir de una forma y hablar de otra me contestó: ya te expliqué, niño porfiado, cuando reclamaste por el apellido del padre de la patria O”Higgins, que insistías en pronunciarlo oijins; son cosas de gringos.
Me enseñó a sumar, restar y multiplicar, fácil, se trataba de operaciones sencillas aunque había cabros que no las “paraban” Dividir era materia de quinto año y fue cosa muy distinta, no entendía al profesor, no entendía el método y no entendía y no entendía. Hernán, mi padrino de confirmación, sudó tinta y sangre un par de meses para que aprendiera a dividir. Nunca dudé que la señorita Guillermina me habría enseñado a dividir de la misma simple manera como hizo con las otras operaciones aritméticas. Me enseñó amor y respeto por la naturaleza, por los animales, las aves, los insectos y los peces. El amor por la lectura me lo enseñó mi madre, eso lo traía de casa. La señorita Guillermina me infundió interés por la historia y la geografía y ella y el director de la escuela primaria de segundo grado, en el acto matinal de los lunes me enseñaron EDUCACIÓN CÍVICA.
La señorita Guillermina nos hablaba con suave pasión, con dulce y profunda convicción de la importancia, preparación, mística y devoción de los hombres que conducían los destinos de Chile desde sus altos sitiales. Más de una vez nos destacó a las Generales de la República y a los Senadores de la República como hombres excelsos merecedores de todo el respeto, la admiración y la gratitud de los ciudadanos.
Señorita Guillermina: El viernes 27 de agosto concurrió, previa cita, a la oficina de un Senador de la República de la sexta región un grupo de pobladores por un problema, ínfimo para el devenir nacional, importante para los concurrentes y el senador no asistió porque debió atender otro compromiso en Santiago. Faltó un sencilla llamada telefónica del secretario rancagüino postergando la cita para evitar que personas comunes y corrientes pero de todos modos merecedoras de
respeto, perdieran tiempo, dinero y se agreguen a la enorme legión de desilusionados.
Mejorando. Posteriormente el secretario del Senador de la República comunicó a los interesados que serían recibidos el viernes 3 de septiembre y la reunión se realizó normalmente.
Me enseñó a sumar, restar y multiplicar, fácil, se trataba de operaciones sencillas aunque había cabros que no las “paraban” Dividir era materia de quinto año y fue cosa muy distinta, no entendía al profesor, no entendía el método y no entendía y no entendía. Hernán, mi padrino de confirmación, sudó tinta y sangre un par de meses para que aprendiera a dividir. Nunca dudé que la señorita Guillermina me habría enseñado a dividir de la misma simple manera como hizo con las otras operaciones aritméticas. Me enseñó amor y respeto por la naturaleza, por los animales, las aves, los insectos y los peces. El amor por la lectura me lo enseñó mi madre, eso lo traía de casa. La señorita Guillermina me infundió interés por la historia y la geografía y ella y el director de la escuela primaria de segundo grado, en el acto matinal de los lunes me enseñaron EDUCACIÓN CÍVICA.
La señorita Guillermina nos hablaba con suave pasión, con dulce y profunda convicción de la importancia, preparación, mística y devoción de los hombres que conducían los destinos de Chile desde sus altos sitiales. Más de una vez nos destacó a las Generales de la República y a los Senadores de la República como hombres excelsos merecedores de todo el respeto, la admiración y la gratitud de los ciudadanos.
Señorita Guillermina: El viernes 27 de agosto concurrió, previa cita, a la oficina de un Senador de la República de la sexta región un grupo de pobladores por un problema, ínfimo para el devenir nacional, importante para los concurrentes y el senador no asistió porque debió atender otro compromiso en Santiago. Faltó un sencilla llamada telefónica del secretario rancagüino postergando la cita para evitar que personas comunes y corrientes pero de todos modos merecedoras de
respeto, perdieran tiempo, dinero y se agreguen a la enorme legión de desilusionados.
Mejorando. Posteriormente el secretario del Senador de la República comunicó a los interesados que serían recibidos el viernes 3 de septiembre y la reunión se realizó normalmente.
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