Un juicio Crítico ¿Extemporáneo?
Ocurrió hace ya más de dos meses. Viene ocurriendo cada 24 de diciembre, Es el cumpleaños de Jesús. El paso del tiempo, la tradición, lleva a muchos a pensar, creer y decir que la Navidad es cuando la gente celebra el amor.
¿Es necesario conmemorar un nacimiento y festejar un día símbolo invadiendo los supermercados para agotar sus existencias de carnes caras, pavos y licores, vaciar sus estanterías haciendo meter en bolsas y sobres de papel de regalo los más variados y a veces exóticos o inútiles objetos.
Esta fantástica entrega de dinero a los templos del consumismo ¿Demuestran realmente que estamos pletóricos de amor?
De niño, para el autor de estas líneas, la cena era una gallina al horno, de la crianza de la casa, una botella, una, de ponche en leche que después se denominó “cola de mono” enfriada en un tiesto con agua, los refrigeradores aún no se inventaban, y un cocimientos de unas ramitas de arbustos al que se agregaba aguardiente y cuyo nombre era mistela. Los niños a las diez de la noche a la cama con orden estricta de dormirse porque si estaban despiertos el viejo pascual no les dejaría juguetes en los zapatos.
Entre la sencillez e ingenuidad de épocas pasadas y la ostentosa exhibición de comprar para regalar y esperar, con exigencia, que compren para que nos regalen, comparando cuanto gastamos y cuanto gastaron podría ser conveniente meditar, cambiar opiniones y, en una de esas, corregir, moderar, retomar el espíritu de “Cumpleaños de Jesús”, “Día cuando la gente celebra el amor”
¿Es necesario conmemorar un nacimiento y festejar un día símbolo invadiendo los supermercados para agotar sus existencias de carnes caras, pavos y licores, vaciar sus estanterías haciendo meter en bolsas y sobres de papel de regalo los más variados y a veces exóticos o inútiles objetos.
Esta fantástica entrega de dinero a los templos del consumismo ¿Demuestran realmente que estamos pletóricos de amor?
De niño, para el autor de estas líneas, la cena era una gallina al horno, de la crianza de la casa, una botella, una, de ponche en leche que después se denominó “cola de mono” enfriada en un tiesto con agua, los refrigeradores aún no se inventaban, y un cocimientos de unas ramitas de arbustos al que se agregaba aguardiente y cuyo nombre era mistela. Los niños a las diez de la noche a la cama con orden estricta de dormirse porque si estaban despiertos el viejo pascual no les dejaría juguetes en los zapatos.
Entre la sencillez e ingenuidad de épocas pasadas y la ostentosa exhibición de comprar para regalar y esperar, con exigencia, que compren para que nos regalen, comparando cuanto gastamos y cuanto gastaron podría ser conveniente meditar, cambiar opiniones y, en una de esas, corregir, moderar, retomar el espíritu de “Cumpleaños de Jesús”, “Día cuando la gente celebra el amor”
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