¿Chocherías? cambia de tono.
En el número 37, diciembre del 2006, publicamos “Llorando por mi arbolito” Unos pocos dirán: -Que exageración, llorar por un árbol. Muchos, eso espero, me comprenderán, un árbol es un ser vivo, igual a nosotros, a él le correspondió estar enraizado, necesita un mínimo para vivir, puede existir sin nosotros y curiosamente, nosotros no podemos existir sin él. Produce el oxígeno que respiramos 16 veces por minuto.
En aquella oportunidad tratamos de entender y justificar al demente esquizofrénico autor del cobarde atentado al joven arbolito, argumentamos que posiblemente no recibió la mínima educación que se debe entregar a un ser humano.
Intentamos, con éxito, recuperar el arbolito regando diariamente el trozo de tronco que quedó, pasado algún tiempo echó un tímido brote, posiblemente preguntándose ¿seré respetado esta vez? ¿Valdrá la pena hacer otro esfuerzo por vivir? Se convenció que estaba entre humanos sensatos y llegó a octubre del 2008, bajo de estatura, fue quebrado a cuarenta centímetros del suelo, creció y produjo una hermosa copa, transformándose en un bello árbol enano. Bello de verdad, una copa redonda con abundantes hojas de un delicioso verde claro. Lucía airoso, confiado, era bello y sería respetado.
La noche del 31 de octubre fue nuevamente quebrado en su base, estaba botado a tierra y una mínima parte de su madera continuaba unida al tronco enterrado Decidí un intento por salvarlo, puse un tutor, vendé la extensión quebrada; en estos veinte días transcurridos puedo decir que tengo esperanzas que viva.
Mientras trabajaba por rescatar de la muerte al arbolito pensaba y aún sigo sosteniendo que estos y muchos otros males, estoy hablando concretamente de daños, perjuicios, atentados, destrozos, robos con golpes a las víctimas son originados por el hablar e insistir con y hasta el cansancio y con exageración en los “Derechos de…”, y no mencionar nunca “Las obligaciones de…” y desconocer abierta o solapadamente los principios de autoridad.
Los humanos somos seres esencialmente imperfectos a toda edad estamos descuidando las obligaciones y. peor aún, los rectos principios. Compramos robado, pirateado y falsificado, luego argumentamos para justificar lo torcido. Mentimos como solución la rehabilitación, la reeducación; mientras llegan estas soluciones que los teórico de los …-Derechos de…- nunca serán capaces de brindar el demente que destroza árboles tiene la vida por delante para satisfacer sus impulsos con absoluta impunidad.
Sostenemos que si al primer árbol destrozado alguien le hubiera dado una golpiza que lo hiciera pasar una semana en cama se habría salvado la vida de muchos árboles porque el maleante habría pasado muy lejos de ellos. Este método extendido a todas las manifestaciones delincuenciales estaría entregando a la ciudadanía un vivir mucho menos inseguro y preocupante.
Curiosamente, a quien intenta defender sus legítimos derechos o pertenencias se le advierte que no tome la justicia en sus manos. En la práctica esto equivale a una autorización a los malhechores, la justicia no actúa contra ellos, están ocupados a su máxima capacidad con los sucesos graves y muy graves. Si sorprendo al malhechor que destroza mi arbolito todo lo que puedo hacer es decirle -“Señor, esta mal destrozar ese árbol, tenga la bondad, si a usted le parece bien, de no continuar”. Él tiene derechos defendidos a brazo partido por los teorizantes, el arbolito carece de derechos y yo también.
En aquella oportunidad tratamos de entender y justificar al demente esquizofrénico autor del cobarde atentado al joven arbolito, argumentamos que posiblemente no recibió la mínima educación que se debe entregar a un ser humano.
Intentamos, con éxito, recuperar el arbolito regando diariamente el trozo de tronco que quedó, pasado algún tiempo echó un tímido brote, posiblemente preguntándose ¿seré respetado esta vez? ¿Valdrá la pena hacer otro esfuerzo por vivir? Se convenció que estaba entre humanos sensatos y llegó a octubre del 2008, bajo de estatura, fue quebrado a cuarenta centímetros del suelo, creció y produjo una hermosa copa, transformándose en un bello árbol enano. Bello de verdad, una copa redonda con abundantes hojas de un delicioso verde claro. Lucía airoso, confiado, era bello y sería respetado.
La noche del 31 de octubre fue nuevamente quebrado en su base, estaba botado a tierra y una mínima parte de su madera continuaba unida al tronco enterrado Decidí un intento por salvarlo, puse un tutor, vendé la extensión quebrada; en estos veinte días transcurridos puedo decir que tengo esperanzas que viva.
Mientras trabajaba por rescatar de la muerte al arbolito pensaba y aún sigo sosteniendo que estos y muchos otros males, estoy hablando concretamente de daños, perjuicios, atentados, destrozos, robos con golpes a las víctimas son originados por el hablar e insistir con y hasta el cansancio y con exageración en los “Derechos de…”, y no mencionar nunca “Las obligaciones de…” y desconocer abierta o solapadamente los principios de autoridad.
Los humanos somos seres esencialmente imperfectos a toda edad estamos descuidando las obligaciones y. peor aún, los rectos principios. Compramos robado, pirateado y falsificado, luego argumentamos para justificar lo torcido. Mentimos como solución la rehabilitación, la reeducación; mientras llegan estas soluciones que los teórico de los …-Derechos de…- nunca serán capaces de brindar el demente que destroza árboles tiene la vida por delante para satisfacer sus impulsos con absoluta impunidad.
Sostenemos que si al primer árbol destrozado alguien le hubiera dado una golpiza que lo hiciera pasar una semana en cama se habría salvado la vida de muchos árboles porque el maleante habría pasado muy lejos de ellos. Este método extendido a todas las manifestaciones delincuenciales estaría entregando a la ciudadanía un vivir mucho menos inseguro y preocupante.
Curiosamente, a quien intenta defender sus legítimos derechos o pertenencias se le advierte que no tome la justicia en sus manos. En la práctica esto equivale a una autorización a los malhechores, la justicia no actúa contra ellos, están ocupados a su máxima capacidad con los sucesos graves y muy graves. Si sorprendo al malhechor que destroza mi arbolito todo lo que puedo hacer es decirle -“Señor, esta mal destrozar ese árbol, tenga la bondad, si a usted le parece bien, de no continuar”. Él tiene derechos defendidos a brazo partido por los teorizantes, el arbolito carece de derechos y yo también.
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