El Pececito Dorado. Autora Roster.
Hace muchos años había una isla lejana que estaba habitada por varias familias. Todos se alimentaban de lo que daba el mar, Carecían de muchas cosas pero ellos estaban conformes con su suerte y así eran felices. Entre ellos había un matrimonio querido por todos, no tenían hijos y siempre estaban dispuestos a asistir a los demás. La esposa acostumbraba acompañar a su esposo en la pesca a alta mar; para ellos echar la red era conseguir siempre una buena pesca. Ella quedó embarazada y continuó acompañando a su marido y solamente en el último mes él dijo: ahora voy solo, ella insistió: solo no vas, que sea lo que Dios disponga pero vamos juntos.
Recién echada la red empezaron las molestias del parto y muy pronto el bote tenía otro pasajero, un lindo varoncito que el padre cubrió con su camisa y emprendieron rumbo a casa.
Madre e hijo estaban bien y el papá decidió llamarlo Mariano por ser hijo del mar. Todas las familias del lugar mostraron gran alegría por el feliz acontecimiento.
El niño, desde que aprendió a caminar iba a jugar a la playa, a veces el papá lo llevaba a pescar. El niño crecía y siempre estaba jugando o sacando algas que secaba al sol. Un día vio a una mujer muy linda sentada en una roca que el usaba para tirarse de picada al mar, era tan linda la muchacha que quedó mirándola por mucho rato, luego trató de acercarse pero ella se tiró a nadar y se perdió en una ola. Mariano pensó que ella se había ahogado y se fue a casa muy triste. La mamá le pregunto que le pasaba y contestó que nada. Al otro día se fue tempranito a la playa, buscó por todas partes pensando encontrarla en la playa y él le daría sepultura. Pararon varios días y una tarde la vio sentada sobre la misma roca su pelo brillaba como si fuera oro.
Así fue que Mariano se enamoró perdidamente pero cuando quería hablar con ella sólo conseguía que se perdiera en el mar El se puso muy triste y cada día fue peor. Un día Mariano tomó el bote del papá, se internó en el mar, echó la red pensando que si la pesca era buena podría tener un poquito de plata para hacerle un regalo a esa dama.
Cuando sacó la red estaba con tantos peces que le costó subirlos al bote, en esa tarea estaba cuando vio un pececito tan lindo, era dorado como el oro; el dijo es muy lindo y muy chiquito, mejor lo devuelvo al mar y lo echó al agua y para su asombro el pececito le dijo “Gracias Mariano”. “Mi nombre es Pez Dorado, si alguna vez necesitas llámame y ahí estaré”
Mariano pensó que se estaba volviendo loco, contó a sus padres lo que le estaba pasando y ellos pensaron que estaba muy enfermo. Pasados algunos días volvió a la playa esperando encontrar a su amor y si que la vio pero ella se fue mar adentro. Mariano se acordó del pececito dorado y lo llamó, vino, le contó lo de la dama y el amor que sentía por ella. El pez le dijo; Yo te llevaré a ella, sígueme sin temor y empezó a nada mar adentro y luego fue sumergiéndose en lo profundo pensando nada más que en su amor. Llegaron a un palacio en el que había muchas mujeres hermosas que rodeaban a la dama y su asombro fue muy grande porque no tenían piernas y sólo cola de pez. Aquí tienes la verdad, ellas son sirenas y tu amada es la reina, a veces tiene permiso para salir del agua, con la prohibición de hablar con los humanos, yo soy su guardián. La reina tomó una docena de ostras y en una bolsa hecha de algas las echó diciéndole: “Cultívalas y te darán muchas perlas y ellas serán tu riqueza pero nunca cuentes como las obtuviste. El pez dorado te enseñará cómo se cultivan y ahora síguelo, te llevará a tu casa.
El Pez Dorado le indicó que dejara la bolsa de algas bajo la roca y le dio más instrucciones en secreto y por eso no puedo contarlas. Pasado un tiempo enseñó a las demás gentes de la isla como cultivar ostras y todas han ido teniendo su propia fortuna.
Esta es la historia de Mariano, hijo del mar.
Recién echada la red empezaron las molestias del parto y muy pronto el bote tenía otro pasajero, un lindo varoncito que el padre cubrió con su camisa y emprendieron rumbo a casa.
Madre e hijo estaban bien y el papá decidió llamarlo Mariano por ser hijo del mar. Todas las familias del lugar mostraron gran alegría por el feliz acontecimiento.
El niño, desde que aprendió a caminar iba a jugar a la playa, a veces el papá lo llevaba a pescar. El niño crecía y siempre estaba jugando o sacando algas que secaba al sol. Un día vio a una mujer muy linda sentada en una roca que el usaba para tirarse de picada al mar, era tan linda la muchacha que quedó mirándola por mucho rato, luego trató de acercarse pero ella se tiró a nadar y se perdió en una ola. Mariano pensó que ella se había ahogado y se fue a casa muy triste. La mamá le pregunto que le pasaba y contestó que nada. Al otro día se fue tempranito a la playa, buscó por todas partes pensando encontrarla en la playa y él le daría sepultura. Pararon varios días y una tarde la vio sentada sobre la misma roca su pelo brillaba como si fuera oro.
Así fue que Mariano se enamoró perdidamente pero cuando quería hablar con ella sólo conseguía que se perdiera en el mar El se puso muy triste y cada día fue peor. Un día Mariano tomó el bote del papá, se internó en el mar, echó la red pensando que si la pesca era buena podría tener un poquito de plata para hacerle un regalo a esa dama.
Cuando sacó la red estaba con tantos peces que le costó subirlos al bote, en esa tarea estaba cuando vio un pececito tan lindo, era dorado como el oro; el dijo es muy lindo y muy chiquito, mejor lo devuelvo al mar y lo echó al agua y para su asombro el pececito le dijo “Gracias Mariano”. “Mi nombre es Pez Dorado, si alguna vez necesitas llámame y ahí estaré”
Mariano pensó que se estaba volviendo loco, contó a sus padres lo que le estaba pasando y ellos pensaron que estaba muy enfermo. Pasados algunos días volvió a la playa esperando encontrar a su amor y si que la vio pero ella se fue mar adentro. Mariano se acordó del pececito dorado y lo llamó, vino, le contó lo de la dama y el amor que sentía por ella. El pez le dijo; Yo te llevaré a ella, sígueme sin temor y empezó a nada mar adentro y luego fue sumergiéndose en lo profundo pensando nada más que en su amor. Llegaron a un palacio en el que había muchas mujeres hermosas que rodeaban a la dama y su asombro fue muy grande porque no tenían piernas y sólo cola de pez. Aquí tienes la verdad, ellas son sirenas y tu amada es la reina, a veces tiene permiso para salir del agua, con la prohibición de hablar con los humanos, yo soy su guardián. La reina tomó una docena de ostras y en una bolsa hecha de algas las echó diciéndole: “Cultívalas y te darán muchas perlas y ellas serán tu riqueza pero nunca cuentes como las obtuviste. El pez dorado te enseñará cómo se cultivan y ahora síguelo, te llevará a tu casa.
El Pez Dorado le indicó que dejara la bolsa de algas bajo la roca y le dio más instrucciones en secreto y por eso no puedo contarlas. Pasado un tiempo enseñó a las demás gentes de la isla como cultivar ostras y todas han ido teniendo su propia fortuna.
Esta es la historia de Mariano, hijo del mar.
<< Home