Dos cartas y una nota.- Autora Velia.
Carta uno
Señor Florín Rosales.- (Una breve pausa, ya volvemos) Ha vuelto tu amigo de los años liceanos Floridor Ross. Quizás fue la cacofonía de nuestros nombres lo que nos unió o tal vez el contraste de nuestros caracteres, el uno soñador, volando por espacios azules, el otro muy en la tierra disfrutando lo que la vida podía ofrecerte. En aquellos días, tiernos brotes del árbol de la vida. Nos unió esa amistad que sólo puede darse entre dos seres solitarios y ariscos. Tú brioso con una energía inagotable, amante del aire puro, el sol, el agua; tu permanencia en este medio contaminado, saturado de smog, ruidos y basura era un sacrificio. Tu necesidad de sacudirte de tanta mugre te empujaba (y tú a mi) a largas caminatas hacia los cerros donde disfrutabas, corriendo, saltando, gritando.
Rompías las barreras del tiempo y el espacio y volvías a tu hogar a sentir el olor único de la tierra removida, del pasto seco, de la fruta madura (si hasta el olor de la bosta es agradable, decías)
Luego el regreso, tu pleno de energía nueva, alegre y liviano como un picaflor que encontró un naranjo florido. Yo agotado, exhausto como un limón exprimido, pero contento por ayudarte a sobrevivir.
Somos caballos, dijiste un vez. Tu un fina sangre, destinado a brillar en las grandes elites, a estar rodeado de gente distinguida, amante del placer y la vida social. Yo, un potro salvaje, que ama los grandes espacios abiertos, la naturaleza, la libertad.
Pero nuestros sueños de ser caballos quedaron truncos el día en que nos convirtieron en floripondios. Esta extraña metamorfosis la hizo el profesor de ciencias. Al leer la lista le llamo la atención nuestros nombres; Vaya, vaya. ¡Aquí tenemos dos floripondios! Desde aquel aciago minuto, todos se olvidaron de nuestros nombres y quedamos así bautizados. (Este gallo nos cagó, dijiste)
Un verano, por fin, conocí tu tierra. Ver aquello fue como nacer de nuevo. Supe como era el cielo verde de los bosques, el cantar de las aguas cristalinas de los riachuelos, el trino de los pajaritos.
Ya no necesitaba soñar, sólo me sumergía en tanta grandiosidad.
¿Por qué allá en el campo el cielo está más cerca y las estrellas son más brillantes?
Conocí a la gente de tu tierra, manos ásperas y mirada pura, gente forjada con el trabajo de la tierra de la que absorben su generosidad, su fortaleza su esencia pura y natural.
Muchas veces me quedé tendido bajo un árbol recuperando energía para el próximo paseo. (Iremos a la vertiente de las tres rosas, la cascada de la novia, la mina del mono cojo… A caballo, para que no te canses ¿…?) En estos remansos (de reestructuración muscular) Me acompañaba tu hermanita, la pequeña Titi (Que ojos más bellos tenía, negros, luminosos, inmensos, ojalá que nunca nada ni nadie pueda enturbiarlos ni menos, lograr que derramen una lágrima) ¡Cuéntame un cuento! ¿Quieres? Inventé mil historias para ella, viajando por el mundo de la fantasía. Recorrimos mil caminos azules con algunas zozobras pero siempre llegando a un final feliz (Que será de la pequeña Titi)
¿Recuerdas al profesor de castellano? Usted Ross tiene una imaginación parabólica, pletórica, alegórica (¿por qué le gustarían tanto las esdrújulas?) Usted debiera ser poeta. Si supiera que lo único que he escrito en mi vida es esta carta…Quizás pueda llamarme poeta porque me gusta descubrir la belleza en las cosas más nimias: una piedra, una hoja seca, un gorrión…Buscando esa belleza pura e intangible recorrí el mundo. Muchas veces me enamoré; de una mirada tierna, de una risa cristalina, de una voz suave y profunda…luego un gesto, una palabra rompía el encanto y …adiós amor.
He vuelto de nuevo con mi bagaje de melancolía, enfermo de soledad y hastío. Olvidado, en un rincón del mundo quedó el último girón de mis sueños. Sólo me acompañaría mi soledad, enemiga fiel que penetra en el corazón y en el alma, cubre con su velo negro los sentidos y no permite ver, ni escuchar, ni sentir lo que pasa alrededor.
Hombre, me decías, vine de la vida. ¡Disfruta cada momento, mastícalo, digiérelo! Tú vives en las nubes. No, aquí en la tierra está todo lo que necesitas para ser feliz. Puede que algún día pase la felicidad por tu lado y tú no la vas a ver por estar soñando…
Este floripondio no tiene esperanzas ni sueños azules, se muere por falta de amor; se está secando para seguir viviendo.
Floridor Ross .
Carta dos.
Mi querido Floridor:
Tu carta no llegó a su destinatario. Mi hermano Florín falleció en un accidente el año pasado. Vivió como él decía, disfrutando plenamente de la vida. Dio y recibió amor. Fue feliz. Todos lo recuerdan con mucho cariño porque sembró esperanzas y alegría. Fe y optimismo. Amor y paz.
Perdóname, tuve que leer tu carta, no pude dejar de hacerlo. Florín tenía razón, una vez el amor pasó por tu lado y no lo viste. No podías verlo porque estaba en una niña de ocho años que escuchaba extasiada tus historias y que creció amándote. Mi querido Floridor, y fuiste tú el que me hizo llorar al leer tu carta y mis ojos derramaron esas lágrimas que tú no querías…¿Podrían ellas regar ese floripondio? ¿Lograrán hacerlo revivir? ¿Terminará esta historia con un…y fueron muy felices?
Cristina Rosales.
Nota
Arreglando un antiguo mueble que me regaló mi mamá encontré estas cartas que me parecieron muy lindas, como para publicarlas. ¿Quieren?
Florita Ross Rosales.
Señor Florín Rosales.- (Una breve pausa, ya volvemos) Ha vuelto tu amigo de los años liceanos Floridor Ross. Quizás fue la cacofonía de nuestros nombres lo que nos unió o tal vez el contraste de nuestros caracteres, el uno soñador, volando por espacios azules, el otro muy en la tierra disfrutando lo que la vida podía ofrecerte. En aquellos días, tiernos brotes del árbol de la vida. Nos unió esa amistad que sólo puede darse entre dos seres solitarios y ariscos. Tú brioso con una energía inagotable, amante del aire puro, el sol, el agua; tu permanencia en este medio contaminado, saturado de smog, ruidos y basura era un sacrificio. Tu necesidad de sacudirte de tanta mugre te empujaba (y tú a mi) a largas caminatas hacia los cerros donde disfrutabas, corriendo, saltando, gritando.
Rompías las barreras del tiempo y el espacio y volvías a tu hogar a sentir el olor único de la tierra removida, del pasto seco, de la fruta madura (si hasta el olor de la bosta es agradable, decías)
Luego el regreso, tu pleno de energía nueva, alegre y liviano como un picaflor que encontró un naranjo florido. Yo agotado, exhausto como un limón exprimido, pero contento por ayudarte a sobrevivir.
Somos caballos, dijiste un vez. Tu un fina sangre, destinado a brillar en las grandes elites, a estar rodeado de gente distinguida, amante del placer y la vida social. Yo, un potro salvaje, que ama los grandes espacios abiertos, la naturaleza, la libertad.
Pero nuestros sueños de ser caballos quedaron truncos el día en que nos convirtieron en floripondios. Esta extraña metamorfosis la hizo el profesor de ciencias. Al leer la lista le llamo la atención nuestros nombres; Vaya, vaya. ¡Aquí tenemos dos floripondios! Desde aquel aciago minuto, todos se olvidaron de nuestros nombres y quedamos así bautizados. (Este gallo nos cagó, dijiste)
Un verano, por fin, conocí tu tierra. Ver aquello fue como nacer de nuevo. Supe como era el cielo verde de los bosques, el cantar de las aguas cristalinas de los riachuelos, el trino de los pajaritos.
Ya no necesitaba soñar, sólo me sumergía en tanta grandiosidad.
¿Por qué allá en el campo el cielo está más cerca y las estrellas son más brillantes?
Conocí a la gente de tu tierra, manos ásperas y mirada pura, gente forjada con el trabajo de la tierra de la que absorben su generosidad, su fortaleza su esencia pura y natural.
Muchas veces me quedé tendido bajo un árbol recuperando energía para el próximo paseo. (Iremos a la vertiente de las tres rosas, la cascada de la novia, la mina del mono cojo… A caballo, para que no te canses ¿…?) En estos remansos (de reestructuración muscular) Me acompañaba tu hermanita, la pequeña Titi (Que ojos más bellos tenía, negros, luminosos, inmensos, ojalá que nunca nada ni nadie pueda enturbiarlos ni menos, lograr que derramen una lágrima) ¡Cuéntame un cuento! ¿Quieres? Inventé mil historias para ella, viajando por el mundo de la fantasía. Recorrimos mil caminos azules con algunas zozobras pero siempre llegando a un final feliz (Que será de la pequeña Titi)
¿Recuerdas al profesor de castellano? Usted Ross tiene una imaginación parabólica, pletórica, alegórica (¿por qué le gustarían tanto las esdrújulas?) Usted debiera ser poeta. Si supiera que lo único que he escrito en mi vida es esta carta…Quizás pueda llamarme poeta porque me gusta descubrir la belleza en las cosas más nimias: una piedra, una hoja seca, un gorrión…Buscando esa belleza pura e intangible recorrí el mundo. Muchas veces me enamoré; de una mirada tierna, de una risa cristalina, de una voz suave y profunda…luego un gesto, una palabra rompía el encanto y …adiós amor.
He vuelto de nuevo con mi bagaje de melancolía, enfermo de soledad y hastío. Olvidado, en un rincón del mundo quedó el último girón de mis sueños. Sólo me acompañaría mi soledad, enemiga fiel que penetra en el corazón y en el alma, cubre con su velo negro los sentidos y no permite ver, ni escuchar, ni sentir lo que pasa alrededor.
Hombre, me decías, vine de la vida. ¡Disfruta cada momento, mastícalo, digiérelo! Tú vives en las nubes. No, aquí en la tierra está todo lo que necesitas para ser feliz. Puede que algún día pase la felicidad por tu lado y tú no la vas a ver por estar soñando…
Este floripondio no tiene esperanzas ni sueños azules, se muere por falta de amor; se está secando para seguir viviendo.
Floridor Ross .
Carta dos.
Mi querido Floridor:
Tu carta no llegó a su destinatario. Mi hermano Florín falleció en un accidente el año pasado. Vivió como él decía, disfrutando plenamente de la vida. Dio y recibió amor. Fue feliz. Todos lo recuerdan con mucho cariño porque sembró esperanzas y alegría. Fe y optimismo. Amor y paz.
Perdóname, tuve que leer tu carta, no pude dejar de hacerlo. Florín tenía razón, una vez el amor pasó por tu lado y no lo viste. No podías verlo porque estaba en una niña de ocho años que escuchaba extasiada tus historias y que creció amándote. Mi querido Floridor, y fuiste tú el que me hizo llorar al leer tu carta y mis ojos derramaron esas lágrimas que tú no querías…¿Podrían ellas regar ese floripondio? ¿Lograrán hacerlo revivir? ¿Terminará esta historia con un…y fueron muy felices?
Cristina Rosales.
Nota
Arreglando un antiguo mueble que me regaló mi mamá encontré estas cartas que me parecieron muy lindas, como para publicarlas. ¿Quieren?
Florita Ross Rosales.
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