Un viaje diferente.
Regreso de Santiago en metrotren; falta larga media hora para la partida y los vagones están casi vacios, muchos asientos para elegir. Siento los tironeos impacientes, exigentes de mi ángel de la guarda “Siéntate aquí” Apegado a la ventanilla, contra la marcha del tren. Acato la orden. El vagón se va completando rápidamente y mis futuros acompañantes de viaje no aparecen hasta que, observaciones y deducciones, ella bajita, menos de un metro sesenta, veinte años, quince kilos de sobrepeso, vestimenta limpia, cuidada, apropiada, bastante usada, sienta a su lado un pequeño de entre cuatro y cinco años, fue madre a los dieciséis. La carita del pequeño denota felicidad, está ocurriendo exactamente lo que él quería. Le calculo ocho kilos de sobrepeso.
El vagón se completó y están habiendo pasajeros de pie. Nuestra observada y analizada compañera de viaje debe sentar en sus faldas al pequeño cediendo el asiento a otra portadora de bebé.
Justo con el inicio de la marcha nuestra gordita saca una botella, tamaño personal de bebida de fantasía la destapa y entrega al gordito que traga un par de sorbos la devuelve, madre traga y el rito continúa. Ambos tragones son tan moderados que la botellita alcanza hasta la llegada a la estación Pedro Aguirre Cerda. La botellita vacía, inútil, vuelve al bolso, ella no ensucia su entorno y no cabe duda que el pequeño tampoco lo hará. El tren reinicia su andar y la gordita saca del bolso una barra grande de chocolate (después averigüe por el peso, 100 gr.) La provisión de golosina duraría hasta las cercanías de Rancagua. Junto con la rotura del envoltorio se agolparon en mi cabeza las objeciones, protestas y recomendaciones, estaba a punto de salírseme un sermón contra la obesidad, con mucho esfuerzo impedí que llegara a mi boca. ¿Qué derecho tenía a estropear una fiesta ajena?
Presenté mis airadas protestas al ángel de la guarda ¿por qué me metió a contemplar a unos gordos a ganar más grasa? En un tren repleto iba a tener que sufrir hasta el fin el consumo de la barra de chocolate.
De pronto el pequeño levanta sus manos estira sus dedos y pide a la mamá: “préstame los tuyos”, baja algunos de sus propios dedos e inicia una interesante labor de conteo, sumas y restas, intervengo, presto mis propios dedos y el feliz pequeño, parece que por primera vez tiene veinte dedos más los propios a disposición, continúa el juego, con inseguridad al comienzo, preguntando por la corrección de sus resultados y muy pronto adquiere dominio de la aritmética y me hace preguntas de más y menos. Yo, torpe que soy, me equivocaba y el me corregía con grande y comprensiva risa.
Mi desagradable sentimiento crítico por la obesidad dio paso al respeto a una madre muy joven teniendo éxito en el estímulo de la inteligencia de su pequeño. Tuvo acceso a ese conocimiento y lo está empleando muy bien Pareciera que no ha tenido el mismo acceso al tema de la excesiva acumulación de grasa corporal.
Coincidencia: la otra cara.
Venía de haber almorzado un par de horas antes con mis bisnietos Ariadna y Ricardito y la mamá de ambos relató que un día de la semana pasada había recibido un severo raspacachos desde la escuela de los niños y la devolución de un queque que llevaba cada uno para su colación del recreo de media mañana. Pregunto: ¿Colación del recreo de…? Si, es el único en que se permite y se hace comer a los niños alimentos autorizados, entre otros: pasas, nueces, aceitunas, higos, frutas; los queques, dulces chilenos, empolvados y otros deben ser caseros y no de producción industrial. Los queques que la escuela no permitió que mis bisnietos comieran y devolvieron a mi nieta llevaban una nota bien prendida con corchetes “Mamita estos queques no son caseros, lea usted la lista de ingredientes, hay varios que no aportan nutrientes y que el organismo de sus hijos no necesita” La cita de la nota no es textual sino rehecha en charla de sobremesa. Los ingredientes citados se habían destacado con color y subrayado. La vigilancia de lo que los niños comen es acompañada de conversaciones tías-niños y cada uno de ellos tiene clara la información que no se debe comer nada fuera de los horarios establecidos. En esos hogares las bebidas de fantasía se reemplazan por agua y jugos de fruta cocida en casa. Sueño con que el obesito, no pregunté el nombre esperando oírlo de su madre y ella invariablemente lo trató “mi amor”, en su próxima visita a su abuela rancagüina no inicie el viaje comiendo y bebiendo sino sólo entretenido con el nuevo ingenio creado por madre para estimular su inteligencia y en una estación intermedia, Paine o Linderos, hagan un ligera merienda al estilo de la escuela de mis bisnietos. Los mayores podemos tener sueños locos
El vagón se completó y están habiendo pasajeros de pie. Nuestra observada y analizada compañera de viaje debe sentar en sus faldas al pequeño cediendo el asiento a otra portadora de bebé.
Justo con el inicio de la marcha nuestra gordita saca una botella, tamaño personal de bebida de fantasía la destapa y entrega al gordito que traga un par de sorbos la devuelve, madre traga y el rito continúa. Ambos tragones son tan moderados que la botellita alcanza hasta la llegada a la estación Pedro Aguirre Cerda. La botellita vacía, inútil, vuelve al bolso, ella no ensucia su entorno y no cabe duda que el pequeño tampoco lo hará. El tren reinicia su andar y la gordita saca del bolso una barra grande de chocolate (después averigüe por el peso, 100 gr.) La provisión de golosina duraría hasta las cercanías de Rancagua. Junto con la rotura del envoltorio se agolparon en mi cabeza las objeciones, protestas y recomendaciones, estaba a punto de salírseme un sermón contra la obesidad, con mucho esfuerzo impedí que llegara a mi boca. ¿Qué derecho tenía a estropear una fiesta ajena?
Presenté mis airadas protestas al ángel de la guarda ¿por qué me metió a contemplar a unos gordos a ganar más grasa? En un tren repleto iba a tener que sufrir hasta el fin el consumo de la barra de chocolate.
De pronto el pequeño levanta sus manos estira sus dedos y pide a la mamá: “préstame los tuyos”, baja algunos de sus propios dedos e inicia una interesante labor de conteo, sumas y restas, intervengo, presto mis propios dedos y el feliz pequeño, parece que por primera vez tiene veinte dedos más los propios a disposición, continúa el juego, con inseguridad al comienzo, preguntando por la corrección de sus resultados y muy pronto adquiere dominio de la aritmética y me hace preguntas de más y menos. Yo, torpe que soy, me equivocaba y el me corregía con grande y comprensiva risa.
Mi desagradable sentimiento crítico por la obesidad dio paso al respeto a una madre muy joven teniendo éxito en el estímulo de la inteligencia de su pequeño. Tuvo acceso a ese conocimiento y lo está empleando muy bien Pareciera que no ha tenido el mismo acceso al tema de la excesiva acumulación de grasa corporal.
Coincidencia: la otra cara.
Venía de haber almorzado un par de horas antes con mis bisnietos Ariadna y Ricardito y la mamá de ambos relató que un día de la semana pasada había recibido un severo raspacachos desde la escuela de los niños y la devolución de un queque que llevaba cada uno para su colación del recreo de media mañana. Pregunto: ¿Colación del recreo de…? Si, es el único en que se permite y se hace comer a los niños alimentos autorizados, entre otros: pasas, nueces, aceitunas, higos, frutas; los queques, dulces chilenos, empolvados y otros deben ser caseros y no de producción industrial. Los queques que la escuela no permitió que mis bisnietos comieran y devolvieron a mi nieta llevaban una nota bien prendida con corchetes “Mamita estos queques no son caseros, lea usted la lista de ingredientes, hay varios que no aportan nutrientes y que el organismo de sus hijos no necesita” La cita de la nota no es textual sino rehecha en charla de sobremesa. Los ingredientes citados se habían destacado con color y subrayado. La vigilancia de lo que los niños comen es acompañada de conversaciones tías-niños y cada uno de ellos tiene clara la información que no se debe comer nada fuera de los horarios establecidos. En esos hogares las bebidas de fantasía se reemplazan por agua y jugos de fruta cocida en casa. Sueño con que el obesito, no pregunté el nombre esperando oírlo de su madre y ella invariablemente lo trató “mi amor”, en su próxima visita a su abuela rancagüina no inicie el viaje comiendo y bebiendo sino sólo entretenido con el nuevo ingenio creado por madre para estimular su inteligencia y en una estación intermedia, Paine o Linderos, hagan un ligera merienda al estilo de la escuela de mis bisnietos. Los mayores podemos tener sueños locos
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