La Tortolita.
Esto sucedió a comienzos de la primavera. Para empezar a contar este hecho que es muy lindo, comienzo así:
Yo resido en un sitio con muchos árboles, acacias, algarrobos, pinos, aromos y también frutales, me encanta observar los pajaritos, distingo muchas variedades. Un día me levanté muy preocupada porque escuché a los pajaritos chillar muy alterados, me dirigí al fondo del sitio y me di cuenta que se encontraban en apuros, una ave de rapiña había robado del nido de una tórtola uno de sus hijitos, lo llevaba en sus garras, la madre volaba a su lado tratando de quitárselo, el otro .pajarito cayó del árbol, el cual yo rescaté de los perros que también habían llegado al escuchar el barullo de los pajaritos.
Era una tortolita pequeña, la tomé en mis manos, la acaricie, la llevé a casa para ver si tenía algún daño, sólo estaba asustada, su corazoncito casi se le salía del pecho de susto. Yo la calmé, le di aliento, siempre mantengo una jaulita porque siempre salvo pajaritos como en este caso, en otros, heridos los tengo hasta que estén bien y después los suelto.
A la tortolita la instalé en su nueva casa, yo no podía devolverla a su nido, estaba muy alto y habría terminado en las garras del ave de rapiña como su hermanita.
Las tórtolas son muy fáciles de criar, se adaptan muy rápido, la tortolita se fue poniendo bonita, llevaba casi un mes en la casa, comía solita y se bañaba en una fuente que le coloqué en la jaula, la cual amarré a un ciruelo donde llegaban otros .pajaritos a comer la fruta que ya estaba casi madura.
Cuando la vi capacitada para volar le abrí un poquito la tapa de la jaula. El primer día no salió, el segundo un ratito, sólo picoteo las ciruelas y entró a la jaula, el tercer día estuvo más tiempo afuera, recorrió el ciruelo y voló un rato al techo de la casa. El cuarto día se fue un poco más lejos, voló a un aromo al otro lado de la casa, estuvo en el árbol todo el tiempo que estuve almorzando, yo en el verano almuerzo en una terraza de enredadera que tengo al lado del aromo.
Todo el verano estuvo cerca de la casa, iba y venía, cuando encontraba pajaritos comiendo en su jaula los sacaba a picotazo limpio.
Aquí siempre llegaban bandadas de tórtolas a comer fruta y semillas de la temporada, mi tortolita se juntaba con ellas pero no se iba, a veces dormía en la jaula.
Llegó el otoño, las tortolitas se fueron al cerro, debe ser más abrigadito .para ellas en invierno, la mía se fue con ellas, era lógico, tenía que irse con los suyos.
Pasó el invierno. Llegó de nuevo la primavera, un día estaba yo almorzando como siempre lo hacía en los meses de calor, bajo la enredadera, de repente sentí un aleteo en el aromo, me levanté de la mesa y fui a mirar ¡No se imaginan la sorpresa que me llevé! Mi tórtola estaba alimentando sus dos hijitos (Las tórtolas nunca tienen más de dos crías, porque sólo ponen dos huevitos, los empollan y siempre nacen los dos) los traía para que yo los conociera, sentí en mi corazón una emoción tan grande que se me llenaron los ojos de lágrimas, le hablé como siempre lo hacía, ella me ponía atención, no se movió del árbol y me miraba como dándome las gracias por haberle salvado la vida.
Varios días estuvo trayéndome sus hijos para que se los cuidara, los dejaba en la mañana y los llevaba en la tarde.
Al fin del verano ya venía solita, sus hijos volaron solos, en el otoño, como todos los años, se fueron al cerro, ella también se fue. Ahora no bajan en primavera bandadas como antes, habrán encontrado en otra parte alguna fuente de alimento mejor.
Yo siempre recuerdo mi tortolita ¿Qué sería de ella?
Cardelina de los Ángeles
Yo resido en un sitio con muchos árboles, acacias, algarrobos, pinos, aromos y también frutales, me encanta observar los pajaritos, distingo muchas variedades. Un día me levanté muy preocupada porque escuché a los pajaritos chillar muy alterados, me dirigí al fondo del sitio y me di cuenta que se encontraban en apuros, una ave de rapiña había robado del nido de una tórtola uno de sus hijitos, lo llevaba en sus garras, la madre volaba a su lado tratando de quitárselo, el otro .pajarito cayó del árbol, el cual yo rescaté de los perros que también habían llegado al escuchar el barullo de los pajaritos.
Era una tortolita pequeña, la tomé en mis manos, la acaricie, la llevé a casa para ver si tenía algún daño, sólo estaba asustada, su corazoncito casi se le salía del pecho de susto. Yo la calmé, le di aliento, siempre mantengo una jaulita porque siempre salvo pajaritos como en este caso, en otros, heridos los tengo hasta que estén bien y después los suelto.
A la tortolita la instalé en su nueva casa, yo no podía devolverla a su nido, estaba muy alto y habría terminado en las garras del ave de rapiña como su hermanita.
Las tórtolas son muy fáciles de criar, se adaptan muy rápido, la tortolita se fue poniendo bonita, llevaba casi un mes en la casa, comía solita y se bañaba en una fuente que le coloqué en la jaula, la cual amarré a un ciruelo donde llegaban otros .pajaritos a comer la fruta que ya estaba casi madura.
Cuando la vi capacitada para volar le abrí un poquito la tapa de la jaula. El primer día no salió, el segundo un ratito, sólo picoteo las ciruelas y entró a la jaula, el tercer día estuvo más tiempo afuera, recorrió el ciruelo y voló un rato al techo de la casa. El cuarto día se fue un poco más lejos, voló a un aromo al otro lado de la casa, estuvo en el árbol todo el tiempo que estuve almorzando, yo en el verano almuerzo en una terraza de enredadera que tengo al lado del aromo.
Todo el verano estuvo cerca de la casa, iba y venía, cuando encontraba pajaritos comiendo en su jaula los sacaba a picotazo limpio.
Aquí siempre llegaban bandadas de tórtolas a comer fruta y semillas de la temporada, mi tortolita se juntaba con ellas pero no se iba, a veces dormía en la jaula.
Llegó el otoño, las tortolitas se fueron al cerro, debe ser más abrigadito .para ellas en invierno, la mía se fue con ellas, era lógico, tenía que irse con los suyos.
Pasó el invierno. Llegó de nuevo la primavera, un día estaba yo almorzando como siempre lo hacía en los meses de calor, bajo la enredadera, de repente sentí un aleteo en el aromo, me levanté de la mesa y fui a mirar ¡No se imaginan la sorpresa que me llevé! Mi tórtola estaba alimentando sus dos hijitos (Las tórtolas nunca tienen más de dos crías, porque sólo ponen dos huevitos, los empollan y siempre nacen los dos) los traía para que yo los conociera, sentí en mi corazón una emoción tan grande que se me llenaron los ojos de lágrimas, le hablé como siempre lo hacía, ella me ponía atención, no se movió del árbol y me miraba como dándome las gracias por haberle salvado la vida.
Varios días estuvo trayéndome sus hijos para que se los cuidara, los dejaba en la mañana y los llevaba en la tarde.
Al fin del verano ya venía solita, sus hijos volaron solos, en el otoño, como todos los años, se fueron al cerro, ella también se fue. Ahora no bajan en primavera bandadas como antes, habrán encontrado en otra parte alguna fuente de alimento mejor.
Yo siempre recuerdo mi tortolita ¿Qué sería de ella?
Cardelina de los Ángeles
<< Home