Galo, Celestín, Publicista.
Galo lo llamaba su madre, sus amigos de la infancia y compañeros de escuela. Celestín los compañeros de trabajo por su aferrada devoción al OhiOhi OhiOhi.
Publicista le llaman los agradecidos adultos mayores que reciben su casi cotidiana entrega de alguna lecturita que tanto, tanto les ameniza la vida y les entrega informaciones de este contradictorio y enrevesado mundo que nos esforzamos por enredar entre todos.
La cosa empezó como tantas, suavecita y sin anunciarle a nadie el cuerpo que iba a tener: Buenas tardes mamita ¿Cómo está usted? Hoy le traigo el diario, mañana toca que le traiga la revista “El Teniente”
Gracias mijito, tengo hasta las ocho y media para leerlo, a esa hora llega mi vecina Cristina que se lo lee a su viejo que está casi ciego y a ella se lo quita a la hora de almuerzo la Filomena, la que vive en la esquina y es la abuela del Patito, el niño que me hace compras.
Entonces Luis Moncada decidió que para brindarle a su madre una lectura tranquila debía aprovisionarla de más ejemplares. La suerte lo favoreció y de algún modo llegaban a sus manos ejemplares de la revista que ya mencionamos, de los diarios Publimetro, El Colchagüino, El Tipógrafo y, a veces, un El Rancagüino. Ocurrió que más diarios, más lectores y recién había transcurrido una semana cuando lo esperaron en la .puerta de calle de la casa de su madre dos adultos mayores que le preguntaron ¿Usted es el publicista? Por favor convídenos también algo que leer. Pronto supieron y peticionaron tres hermanos de la calle 1º de Mayo. 83, 85 y 87 años tienen estos entusiastas lectores y el Publicista los atiende en la medida de su suerte en conseguir, para dar a ellos y a treinta y cinco adultos mayores de las poblaciones Esperanza y San Pedro la esperada lectura a la que se añade otra connotación: alguien se preocupa por proveerlos; llega, entrega y se va. Cuando tiene poco que entregar pide “Que corra” y así lo hacen y un diario o revista viaja por varias manos. Si transcurre un par de días sin conseguir nada impreso visita a unos pocos y les explica que luego la cosa va a mejorar. Mejora y él continúa su entusiasta reparto y como se ha establecido una relación de amistosa confianza a veces debe escuchar confidencias, relatos de penas y conflictos. Dice: sólo me cabe escuchar y es eso lo que necesitan. Las soluciones deben venir de otras fuentes, yo soy apenas el publicista
Publicista le llaman los agradecidos adultos mayores que reciben su casi cotidiana entrega de alguna lecturita que tanto, tanto les ameniza la vida y les entrega informaciones de este contradictorio y enrevesado mundo que nos esforzamos por enredar entre todos.
La cosa empezó como tantas, suavecita y sin anunciarle a nadie el cuerpo que iba a tener: Buenas tardes mamita ¿Cómo está usted? Hoy le traigo el diario, mañana toca que le traiga la revista “El Teniente”
Gracias mijito, tengo hasta las ocho y media para leerlo, a esa hora llega mi vecina Cristina que se lo lee a su viejo que está casi ciego y a ella se lo quita a la hora de almuerzo la Filomena, la que vive en la esquina y es la abuela del Patito, el niño que me hace compras.
Entonces Luis Moncada decidió que para brindarle a su madre una lectura tranquila debía aprovisionarla de más ejemplares. La suerte lo favoreció y de algún modo llegaban a sus manos ejemplares de la revista que ya mencionamos, de los diarios Publimetro, El Colchagüino, El Tipógrafo y, a veces, un El Rancagüino. Ocurrió que más diarios, más lectores y recién había transcurrido una semana cuando lo esperaron en la .puerta de calle de la casa de su madre dos adultos mayores que le preguntaron ¿Usted es el publicista? Por favor convídenos también algo que leer. Pronto supieron y peticionaron tres hermanos de la calle 1º de Mayo. 83, 85 y 87 años tienen estos entusiastas lectores y el Publicista los atiende en la medida de su suerte en conseguir, para dar a ellos y a treinta y cinco adultos mayores de las poblaciones Esperanza y San Pedro la esperada lectura a la que se añade otra connotación: alguien se preocupa por proveerlos; llega, entrega y se va. Cuando tiene poco que entregar pide “Que corra” y así lo hacen y un diario o revista viaja por varias manos. Si transcurre un par de días sin conseguir nada impreso visita a unos pocos y les explica que luego la cosa va a mejorar. Mejora y él continúa su entusiasta reparto y como se ha establecido una relación de amistosa confianza a veces debe escuchar confidencias, relatos de penas y conflictos. Dice: sólo me cabe escuchar y es eso lo que necesitan. Las soluciones deben venir de otras fuentes, yo soy apenas el publicista
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