martes, junio 06, 2006

¡Hola Lita!

Voy a contar una historia muy linda y verdadera. Cuando era Lola vivíamos solas en el campo mi madre y yo. Hermanos y hermanas habían salido de casa para ir a trabajar a la ciudad. Yo, Lita, era buena para montar a caballo, en silla de mujer. Teníamos tan buenos vecinos que nos facilitaban ese medio de transporte para ir a otro lugar a comprar paltas o naranjas y también visitar a familiares. Cuando mis hermanas venían de Santiago de paseo o veraneo alguna de ellas me acompañaba a cabalgar, ella en montura de hombre y yo en silla de mujer y daba rienda suelta al caballo, corría y corría a todo galope. Una vez al intentar detener el caballo se cortaron las riendas, con la suerte de Dios no caí El cabo de carabineros Vidal presenció el hecho y me felicitó por mi destreza y gran suerte. A este carabinero lo habían trasladado desde otro lugar y tan pronto supo que uno de los apellidos de nuestra familia era Vidal nos trató de parientes y así, de palabra, estábamos emparentados con una autoridad.
Mis paseos eran por los pueblos Romeral, Zúñiga, el Manzano, Guacalhue y el fundo el Guape donde vivía un tío que tenía 22 hijos, mi tía era tan cooperadora que solía tenerlos de a dos. En mis cabalgatas solía acompañarme Segundo, un lolo muy simpático y educado, de la familia vecina que me prestaba el caballo. Mi madre y los vecinos acostumbraban hacer bromar con relación a un futuro matrimonio nuestro. Por su parte entre ellos había una relación comercial, tenían vacunos en medias. Tiempos inolvidables aquellos. Siempre a nuestro regreso los dueños mandaban a retirar los caballos y yo me despedía de lucero hasta la próxima vez.
Segundo entró a trabajar al mineral El Teniente y al poco tiempo falleció víctima de un accidente. Si hubieran prosperados las insinuaciones de los vecinos y de mi madre ¿Habría sido otro el destino de Segundo?
Lita