Rucamábhida, otro suceso
El funcionario municipal encargado del mantenimiento de cierta área verde, hombre de modales atentos y corteses, barre con entusiasmo las abundantes hojas de esta época invernal.
En la orilla de un angosto sendero de esta área verde hay colocado un basurero. Este receptáculo se puso con fines de orden y aseo como también didácticos: que los pequeños que se reúnen en los columpios y balancines de los juegos que complementan el área verde se habitúen a echar dentro de él los envoltorios de caramelos, vasitos, servilletas y otros desperdicios. En este plan de crear buenos hábitos el resultado ha sido sorprendentemente bueno, los niños concurren desde cualquier punto donde se encuentren al basurero a dejar sus sobrantes. Con los adultos no anda tan bien la cosa, suele encontrarse basuras de distinto orden en el suelo en las cercanías del basurero.
Está claro el uso correcto que debe darse al utensilio en cuestión, contribuir a la mantención de un espacio de uso público En ningún caso puede o debe usarse para echar basuras domiciliarias. Éstas son retiradas con toda regularidad por un camión recolector.
Un vecino, ignoramos porqué razones, echó dentro de este basurero un bolsa de basura que trajo desde su domicilio lo que produjo un intercambio de palabras entre el encargado del aseo del sector y el rucamábhido, que a todas luces estaba obrando indebidamente y surgió la interrogación ¿Quién eres tú para que me venga a llamar la atención?
¿Chocherías? estaba seguro que la época en que algunos dueños de fundo tuteaban, despectivamente, a sus inquilinos era cosa del pasado y que ahora se honra el trabajo, cualquiera que sea y se honra a quien lo ejecuta.
Sabemos de países donde toda la función conexa a la basura colectiva ofrece salarios y condiciones de trabajo muy atractivas a quienes se encargan de ejecutarlas y destacan su importancia en la colectividad.
Rucamábhidos, clamamos por el respeto a las disposiciones lógicas y por el respeto a todas las personas.
En la orilla de un angosto sendero de esta área verde hay colocado un basurero. Este receptáculo se puso con fines de orden y aseo como también didácticos: que los pequeños que se reúnen en los columpios y balancines de los juegos que complementan el área verde se habitúen a echar dentro de él los envoltorios de caramelos, vasitos, servilletas y otros desperdicios. En este plan de crear buenos hábitos el resultado ha sido sorprendentemente bueno, los niños concurren desde cualquier punto donde se encuentren al basurero a dejar sus sobrantes. Con los adultos no anda tan bien la cosa, suele encontrarse basuras de distinto orden en el suelo en las cercanías del basurero.
Está claro el uso correcto que debe darse al utensilio en cuestión, contribuir a la mantención de un espacio de uso público En ningún caso puede o debe usarse para echar basuras domiciliarias. Éstas son retiradas con toda regularidad por un camión recolector.
Un vecino, ignoramos porqué razones, echó dentro de este basurero un bolsa de basura que trajo desde su domicilio lo que produjo un intercambio de palabras entre el encargado del aseo del sector y el rucamábhido, que a todas luces estaba obrando indebidamente y surgió la interrogación ¿Quién eres tú para que me venga a llamar la atención?
¿Chocherías? estaba seguro que la época en que algunos dueños de fundo tuteaban, despectivamente, a sus inquilinos era cosa del pasado y que ahora se honra el trabajo, cualquiera que sea y se honra a quien lo ejecuta.
Sabemos de países donde toda la función conexa a la basura colectiva ofrece salarios y condiciones de trabajo muy atractivas a quienes se encargan de ejecutarlas y destacan su importancia en la colectividad.
Rucamábhidos, clamamos por el respeto a las disposiciones lógicas y por el respeto a todas las personas.
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