Perrito Forastero
Una mañana de otoño en nuestra humilde casa de campo, después de hornear el pan que mi madre y yo hacíamos `para vender a la gente del lugar desayunamos con pancito caliente, salgo a la puerta que daba al patio de calle y me encuentro con un perrito de color amarillo oscuro y el pecho blanco, estaba tiritando, al parecer de miedo. ¡Mamá! Exclamo: Hay un perro desconocido aquí y mamá contesta: “Dale un pedazo de pan, luego se irá” Pero no fue así, el perrito se quedó como si fuera su casa y el perro de nosotras no lo desconoció.
Visto que se quedó le pusimos el nombre “corbata”. Después supimos que algunos vecinos del lugar quisieron dejarlo, lo acariciaron pero no quiso pasar a ninguna otra casa. Bueno, un día yo estaba sola, cosiendo a máquina en el corredor, era una tarde nublada, estaba pensando cosas tristes y rompí en llanto y corbata inmediatamente va hacia mi gimiendo, levantó sus dos manos y las puso sobre mis rodillas mirándome a la cara como dándome consuelo. Se me esfumó la tristeza con el esto del perrito.
Otro día que también me encontraba sola en casa pasa por la calle un hombre que era enfermo de la mente y al que se le había metido entre ceja y ceja que yo le confeccionara un pantalón; el no era del pueblo pero todos le conocían. Lo del pantalón lo tomé a la broma pero después se complicó porque donde me encontraba me cobraba el pantalón. Ese día pasó frente a mi casa y me vio sentada a la máquina y dice: “La niña del pantalón” y va a entrar. Digo bajito ¡Dios mío, que voy a hacer! Y en el acto va corbata ladrando furioso y a pesar de lo insignificante del perrito el hombre dice: “Es muy bravo, mejor me voy. Me pregunto si todos los perros serán tan fieles como corbata noble perrito. Autora: Yeya
Visto que se quedó le pusimos el nombre “corbata”. Después supimos que algunos vecinos del lugar quisieron dejarlo, lo acariciaron pero no quiso pasar a ninguna otra casa. Bueno, un día yo estaba sola, cosiendo a máquina en el corredor, era una tarde nublada, estaba pensando cosas tristes y rompí en llanto y corbata inmediatamente va hacia mi gimiendo, levantó sus dos manos y las puso sobre mis rodillas mirándome a la cara como dándome consuelo. Se me esfumó la tristeza con el esto del perrito.
Otro día que también me encontraba sola en casa pasa por la calle un hombre que era enfermo de la mente y al que se le había metido entre ceja y ceja que yo le confeccionara un pantalón; el no era del pueblo pero todos le conocían. Lo del pantalón lo tomé a la broma pero después se complicó porque donde me encontraba me cobraba el pantalón. Ese día pasó frente a mi casa y me vio sentada a la máquina y dice: “La niña del pantalón” y va a entrar. Digo bajito ¡Dios mío, que voy a hacer! Y en el acto va corbata ladrando furioso y a pesar de lo insignificante del perrito el hombre dice: “Es muy bravo, mejor me voy. Me pregunto si todos los perros serán tan fieles como corbata noble perrito. Autora: Yeya
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