Toby: Torrante la historia de un buen amigo.
Para relatar mis acabados conocimientos relativos a un pasado anterior a mi nacimiento,- ustedes recordarán que en mi sencilla presentación informo la fecha que enriqueció al mundo con mi presencia,- debo en bien de la claridad y comprensión del relato confesar uno de mis secretos: No todos los canes del mundo sino solamente los pocos pertenecientes a la clase
superior perruna tenemos la capacidad de ingresar en la mente de los humanos que en suerte viven para nuestro servicio. Desde luego su mascota también es de clase superior, no lo dude. Difícil tarea meterse en la mente del viejo pelado que viene ingresando cosas inútiles a su cabeza desde 1922; tengo que meterme empujando con fuerzas, imagínense que en la parte correspondiente a su niñez un adulto de aquella casi cavernaria época decía a los padres de mi viejo pelado: “Que ridiculez más grande trae la prensa de hoy, intentos de meter la voz humana dentro de tubos y alambres para llevarla a varias cuadras de distancia y aún llegar a una legua, están teniendo éxito. O son trucos engañosos o son engendros del demonio. La voz humana es para ir de una boca a un oído y lo demás son pamplinas.” Y siguen las cosas inútiles dentro de esta cabeza atiborrada de ellas. Consigo llegar a la época moderna donde está ”torrante”.
Por motivos cuyo relato alargaría excesivamente esta narración el viejo pelado había determinado con toda firmeza no permitir el ingreso de ningún ejemplar felino a su hogar, claro que este cuento de porqué no recibiría gatos puede quedar en el tintero……. ¿En el tintero?..... ¡Que anticuado! ¡En el teclado! Posiblemente, si el tiempo me alcanza vuelva sobre los motivos de esta determinación, soy un perrito muy ocupado.
Hace algo más de dos años encima del muro divisorio con la casa de nuestro vecino Luis, ya cayendo la tarde, se arrastraba lenta y muy quejosamente una forma animal con un lejano parecido a gato, le colgaban pedazos de pellejo con tremendamente sucios pelos, del hocico le colgaba un remedo de lengua seca blanquiamarillenta con largas estrías sanguinolentas y un remedo de maullido ronco, casi inaudible para el viejo pelado que por añadidura es sordo, decía claramente ”ustedes son mi última oportunidad de vivir, por amor de Dios ayúdenme”. Los ustedes eran solamente la ina y el viejo que se sintió movido a compasión e ingenuamente hizo intentos para que el espantoso simulacro de ser viviente bajara, le decía “cuchito, cuchito”. El supuesto cuchito había recibido tan malos tratos de los humanos durante toda su vida que era imposible que confiara en uno aún cuando le hubiera pedido ayuda.
La ina estaba tan desconcertada que se abstuvo de ladrar hasta cuando se dio cuenta que las intenciones del viejo eran las de auxiliar al andrajoso esperpento y grotesco mamarracho metido en una simulación de piel de gato. Tan pronto como intuyó que si la indeseable visita recibía alguna atención nadie iba a poder sacarla de casa ni a cañonazos hizo presente su absoluta oposición. ¿Han visto ustedes que alguna vez la oposición de los débiles sea escuchada? El gato, llamémoslo así, después de observar que no había ningún humano a la redonda bajó al techo de un galpón donde el viejo le había dejado un pocillo con agua y un plato con pellets. Relatar los cuidados que el viejo administró al “atorrante”, con ese nombre fue inscrito en los registros de este hogar pero Evelyn, ingeniosa y conocedora de leyes que autorizan el cambio de nombres lo rebautizó “torrante”, decía a ustedes que sería cansarlos innecesariamente relatar los cuidados administrados y una fotografía de torrante puede informar lo que se logró con él después de un año largo, catorce o quince meses de cuidados. Siempre se dice que una imagen vale miles de palabras y nunca se dice que puede ser tanto o más mentirosa que el verbo. Ese gatito de correcto pelaje que muestra la foto tiene apenas el peso de cuatro gorriones, al tomarlo se tocan huesos sin carne ni grasa, después empezó a decaer y pese a todos los cuidados un año después murió. De este modo me enteré que los compañeros de ruta no son eternos. Adiós torrante, te mostré mi afecto con todo el vigor de mis lengüetadas.
superior perruna tenemos la capacidad de ingresar en la mente de los humanos que en suerte viven para nuestro servicio. Desde luego su mascota también es de clase superior, no lo dude. Difícil tarea meterse en la mente del viejo pelado que viene ingresando cosas inútiles a su cabeza desde 1922; tengo que meterme empujando con fuerzas, imagínense que en la parte correspondiente a su niñez un adulto de aquella casi cavernaria época decía a los padres de mi viejo pelado: “Que ridiculez más grande trae la prensa de hoy, intentos de meter la voz humana dentro de tubos y alambres para llevarla a varias cuadras de distancia y aún llegar a una legua, están teniendo éxito. O son trucos engañosos o son engendros del demonio. La voz humana es para ir de una boca a un oído y lo demás son pamplinas.” Y siguen las cosas inútiles dentro de esta cabeza atiborrada de ellas. Consigo llegar a la época moderna donde está ”torrante”.
Por motivos cuyo relato alargaría excesivamente esta narración el viejo pelado había determinado con toda firmeza no permitir el ingreso de ningún ejemplar felino a su hogar, claro que este cuento de porqué no recibiría gatos puede quedar en el tintero……. ¿En el tintero?..... ¡Que anticuado! ¡En el teclado! Posiblemente, si el tiempo me alcanza vuelva sobre los motivos de esta determinación, soy un perrito muy ocupado.
Hace algo más de dos años encima del muro divisorio con la casa de nuestro vecino Luis, ya cayendo la tarde, se arrastraba lenta y muy quejosamente una forma animal con un lejano parecido a gato, le colgaban pedazos de pellejo con tremendamente sucios pelos, del hocico le colgaba un remedo de lengua seca blanquiamarillenta con largas estrías sanguinolentas y un remedo de maullido ronco, casi inaudible para el viejo pelado que por añadidura es sordo, decía claramente ”ustedes son mi última oportunidad de vivir, por amor de Dios ayúdenme”. Los ustedes eran solamente la ina y el viejo que se sintió movido a compasión e ingenuamente hizo intentos para que el espantoso simulacro de ser viviente bajara, le decía “cuchito, cuchito”. El supuesto cuchito había recibido tan malos tratos de los humanos durante toda su vida que era imposible que confiara en uno aún cuando le hubiera pedido ayuda.
La ina estaba tan desconcertada que se abstuvo de ladrar hasta cuando se dio cuenta que las intenciones del viejo eran las de auxiliar al andrajoso esperpento y grotesco mamarracho metido en una simulación de piel de gato. Tan pronto como intuyó que si la indeseable visita recibía alguna atención nadie iba a poder sacarla de casa ni a cañonazos hizo presente su absoluta oposición. ¿Han visto ustedes que alguna vez la oposición de los débiles sea escuchada? El gato, llamémoslo así, después de observar que no había ningún humano a la redonda bajó al techo de un galpón donde el viejo le había dejado un pocillo con agua y un plato con pellets. Relatar los cuidados que el viejo administró al “atorrante”, con ese nombre fue inscrito en los registros de este hogar pero Evelyn, ingeniosa y conocedora de leyes que autorizan el cambio de nombres lo rebautizó “torrante”, decía a ustedes que sería cansarlos innecesariamente relatar los cuidados administrados y una fotografía de torrante puede informar lo que se logró con él después de un año largo, catorce o quince meses de cuidados. Siempre se dice que una imagen vale miles de palabras y nunca se dice que puede ser tanto o más mentirosa que el verbo. Ese gatito de correcto pelaje que muestra la foto tiene apenas el peso de cuatro gorriones, al tomarlo se tocan huesos sin carne ni grasa, después empezó a decaer y pese a todos los cuidados un año después murió. De este modo me enteré que los compañeros de ruta no son eternos. Adiós torrante, te mostré mi afecto con todo el vigor de mis lengüetadas.
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