martes, enero 01, 2008

Vivencias de Navidad.

Me dice Eliana, - Hermano está dentro de lo posible que la próxima navidad uno de nosotros ya no esté, tengo 78 y tú 85, pasémosla en casa de Orlando.
- No tengo pensado ni programado morirme y se que tú tampoco, pero si mi sobrino me invita, allá estaré. Antes de media hora suena nuevamente mi teléfono y recibo las instrucciones: El 24 entre las y las, en el hogar y Orlando nos enviará a buscar.
- Tío, al auto, nos vamos a una misa de campaña en el aeródromo de Tobalaba, lleve su chaqueta porque más tarde se pone bastante fresco.
Había llegado el momento de empezar a registrar en la memoria un inesperado tema para Chocherías. Era las 19 horas, plena luz de día, vecina al potrero, no tengo otro vocablo para designar el lugar, más espacioso que una cancha de fútbol, tuve la impresión de existir una quebrada y más allá en panorámica cercana, Peñalolén Alto y el cerro San Ramón. Pregunté por el número se sillas ubicads, esperando a los fieles: - Más de mil quinientas - ¿Viene tanta gente? – Más, queda gente de pie. Nos ubicaron en la tercera fila, la línea de asientos comenzaba a quince o veinte metros del altar. Un grupo musical amenizaba, eso pensé, la espera y un coro cantaba, me pareció recordar, no olviden chocherinos que soy sordo y algo alejado de los menesteres religiosos, cantaba dije: Burrito de orejas largas//en el portal de Belén //ven a cuidar a mi niño// ven a cuidar a mi niño//mi niño se porta bien//mi niño se porta bien.
Me ponía de pie a menudo para observar la llegada de fieles y luego hube de reconocer que hasta donde podía ver las sillas estaban ocupadas. Seguía atendiendo al coro y su música. Mi capacidad auditiva y conocimiento de la cuestión musical no me autorizan para opinar de calidades. Puse atención a la amplificación, buenísima, sin ruidos parásitos ni distorsiones de los sonidos. y me estaba deleitando con el ropopompom ropopompom del Tamborilero. Percibía en el coro y la música, más allá de la mera interpretación algo no definible, intenté concentrarme en ello y recibí la respuesta: habían creado un ambiente místico-festivo; en todas las caras que obervé me pareció ver ¿O soñar?, expresiones de gozo y expectación. Mire a Eliana y me lo expresó sencillamente ¡Que bello es todo esto!
El párroco de Santa Rita acompañado por cinco diáconos ofició la Santa Misa, en ella se intercaló la llegada de María con el niño Dios. A la hora de la comunión el párroco y sus diáconos se distribuyeron a lo ancho del lugar y de pronto vi algo inusitado, cerré los ojos y al abrirlos ahí estaba lo mismo, y por mucho que hice la visón no desapareció, pensé ¿será cosa del demonio por mi escasa aproximación a los ritos? Imposible, Satanás no tenía cabida en ese lugar. Cuando pregunté la cosa quedó clara, se llaman Ministras de Comunión y aparte de la que tan sorprendentemente observé había otras para dar la comunión a tantos fieles. Además, me han informado posteriormente, hace bastante tiempo que ordenaron a las primeras.
Al retirarnos, ya totalmente anochecido, disfruté la vista de Peñalolén Alto iluminado, el imponente San Ramón y algunas pocas estrellas que vencían la contaminación lumínica.
La cena.
-Regocijémonos Jesús ha nacido, es el Salvador,- palabras iniciales de Ely, la esposa de Orlando al invitarnos a una mesa puesta con amor y buen gusto donde disfrutamos de un sabroso trozo de pescado al horno con acompañamientos diversos, frutas y helado. Y buen vino.
Regalos en paquete dos, un juguete para cada uno de dos pequeños invitados. Para los adultos una tarjeta y un canastito de mimbre, tamaño 18 centímetros, con paja por colchón y un bebé de cerámica con sólo un pañal de entrepierna y con las manos en actitud de recibir ¿A la humanidad?
Gracias Orlando y Ely, gracias Eliana. Gracias Dios ¡Fue distinto!