martes, septiembre 06, 2005

Coya evocada por una Coyina.

Agradezco a Dios haberme dado Coya por cuna, haberme destinado a tener los padres que tuve, los tantos hermanos y tantas hermanas, Por los vecinos cercanos, medianos y lejanos con quienes viví. Debí mudarme a Rancagua, mi pellejo y lo que contiene están aquí, pero yo sigo en Coya, no puedo estar en otra parte.
¿Quiere saber que es Coya? Un campamento del mineral El Teniente donde residían los trabajadores de la central eléctrica que abastecía de energía a la mina, a todas las instalaciones industriales y residenciales, desde Sewell. la ciudad de las escalas hasta campamentos pequeñitos como Parrón y Barahona. Coya se dividía en tres sectores principales cuyos nombres oficiales desconozco pero que el agudo sentido de humor de sus habitantes bautizo al que estaba en la parte baja del cerro como “El Chancho” Se dice que este apodo correspondía a una instalación crematoria de toda la basura del campamento. En el mismo cerro, en un lugar más alto estaba la población El Jote, bautizada así por venganza de los habitantes del “Chancho” El tercer sector, habitado por jefes y empleados era llamado de “Los Pitucos” Entre coyinos tales denominaciones eran absolutamente naturales pero todos teníamos que entrar en difíciles explicaciones con los afuerinos.
Estos recuerdos son eso, recuerdos y no historia. Queda mucho por decir del campamento y de mi infancia pero también me llegan a la mente sucesos anecdóticos y de personajes originales, con la ayuda de Dios y si la memoria no me falla ya les contaré algunas cositas.
Coya se unía a Rancagua mediante la vía férrea del mineral y por dos caminos absolutamente diferentes, uno identificado con la frase “por Sauzal” se situaba en largos trechos a orillas del río y se alejaba de él cuando éste se desviaba buscando el Cachapoal. Solía ocurrir en invierno que el río crecía y tomaba parte del camino interrumpiendo el paso durante muchos días. El otro identificado “por la Cuesta” llegaba a Machalí antes que a Rancagua y su característica era la cuesta, empinada, de muchas vueltas con algunas que obligaban a los vehículos a estrechos y difíciles giros. El paso era interrumpido por las grandes nevazones. Ambos en tierra y ni soñar con pavimentación. En esos años el camino que unía Arica con Puerto Montt, camino principal de Chile, estaba pavimentado en una pequeña parte de la zona central y el resto tierra.
Ambos caminos Coya-Rancagua fueron lugares donde ocurrieron sabrosas anécdotas y la picardía de coyinos muy dados a las “tallas” le puso aderezos en el momento de ocurrir y siguió agregándolos en relatos posteriores. Famoso era el chiste de la señora que le pide al chofer de la micro que se detenga en la cuesta porque se le cayó un niño y este le contesta “No se le de na’iñora a la guelta lo recogimos”.

Hasta la vista.