Ahora si es política
En octubre de 2004 publicamos “No es Política”. Ahora si Chocherías se mete en un tema que está siendo el más importante de la vida nacional y nosotros Adultos Mayores tenemos el mismo deber y derecho porque también seguimos siendo ciudadanos y por nuestro número, con bastante significación en las urnas.
Para la debida comprensión de lo que relato intento dar una imagen del barrio de mi infancia. Industrias pequeñas medianas y grandes,-grandes para aquellos tiempos, desde 1929 cuando faltándome tres meses para cumplir 7 años fui matriculado en silabario, decía industrias de diversos tamaños entremezcladas con las viviendas, nadie pensaba que correspondía separaciones en barrios industriales y habitacionales. En un área de pocas manzanas recuerdo dos fundiciones, una herrería y carrocería, la fábrica de almidón de arroz por cuyo interior cruzaba un gran canal que hacía girar una gigantesca rueda de madera y cuya fuerza de giro movía máquinas de esa industria que con alguna periocidad, algo así como un par de días en dos o tres meses emanaba olores muy poco gratos que el viento decidía lleva cada vez en distinta dirección, repartiendo con mucha justicia el beneficio a unos y otros. La fábrica de vidrio llamada Cristal Yungay, la fábrica de sombreros Cintolesi que daba trabajo a un buen número de muchachas veinteañeras y que algunas señoras del barrio apodaban “las fabricanas”. Estas jóvenes que abandonaban el trabajo al contraer matrimonio instruían y capacitaban a hermanas menores o jovencitas vecinas en que hacían en la fábrica y así Sombreros Cintolesi tenía los reemplazos a la mano. Por Augusto Matte muy cerca de Mapocho estaba la fábrica de billares Van de Wyngard que hacía soñar ¿Cuándo seríamos grandes para jugar al billar? Por la calle Carrascal estaba la fabrica de fideos La Luna, propiedad de un italiano; dos cuadras “más arriba” la fábrica de jabón Gringo que compraba huesos “al kilo”. Los huesos provenían de la cazuela, plato diario obligado en todos los hogares y su venta permitía comprar volantines o aportar para el precio de la entrada al teatro, ni idea que lo correcto era “cine”, y ver en la matiné del domingo como se salvaba el jovencito que el domingo pasado caía de un carruaje y quedaba a merced de la numerosa banda de asesinos. Ya en esos lejanos tiempos los bien informados aseguraban que la palabra “matiné correspondía a actos realizados en la mañana.
A estas industrias se sumaban talleres de modas, la peluquería de los chinos y la de don René a quien engañe una vez y le hice cortarme al uso de todos los cabros de la escuela, un moñito para peinarme. Cuando empezó a meter máquina en mi abundante melena le asaltó una duda y… ¿Oye cabro, te dieron permiso para cortarte así? Si, claro poh. Tras mi mentira continuó su trabajo. Llegué a mi casa feliz con mi nuevo corte (ahora tendría que decir look, es fuera de moda usar español) Esperamos que sólo sea una moda y no una pérdida del idioma. Mi madre vio mi corte de pelo y rompió en llanto. Se fijan como tan a menudo está
la asociación mentira-llanto.
En esta, ahora rara mezcla residencial industrial, nunca escuché quejas por ningún tipo de contaminación. ¡Que agradable y conveniente caminar unas pocas cuadras y estar en el trabajo! Levantarse solo una hora antes, tomar un desayuno al uso de la época: quaker, sémola o arroz con leche o un plato de cebolla frita con un huevo revuelto y a veces su pedacito de carne, tesito o café puro o con leche, pan, mantequilla, si mantequilla, a veces un trozo de queso fresco, la leche y sus productos estaban muy alcance del bolsillo popular, esto, aunque usted no lo crea, sentadito y con calma. Hoy, ni tiempo ni plata, ambos se los lleva la movilización cuya persistencia, dos viajes diarios por cinco o seis días, largos, tediosos, monótonos terminan por derrotar los nervios y las mentes más fuertes y templadas. En el barrio y época que recuerdo a simple vista está que quienes aceptaban el mal olor un par de días unas pocas veces en el año o el ruido de don Pedro, el herrero carrocero, que avisaba a sus vecinos “Tengo un apuro de trabajo y le voy “a pegar” hasta las nueve y media o diez de la noche” y la respuesta era siempre póngale no más vecino. ¿Cómo molestarse si ahí trabajaban los maridos de la Teresa y la Carmela?
La descripción del escenario nos ha consumido dos páginas y no entramos al tema de la política. Se trata de dos mundos distintos y separados por sólo sesenta o setenta años, menos que el tiempo de una pestañada en relación con el tiempo que lleva la existencia del hombre en la tierra.
Escuchamos muy a menudo “ahora que la mujer participa en política” y se insiste y se majaderea en el ahora y se recalca que dos mujeres candidatas…y que una mujer… y que…
En 1938 ganó el sillón presidencial don Pedro Aguirre Cerda,-permítanme un aparte,- puedo decir el presidente Frei o el presidente Lagos pero mi corazón y mi mente me obligan a decir don Pedro Aguirre Cerda. Profesor primario, apodado don Tinto, su lema fue: “GOBERNAR ES EDUCAR” Político radical, chileno para dirigir. Su oponente también me obliga al don Gustavo Ross Santa María. No escuché ni a las señoras más ardientes partidarias de don Pedro que lo descalificaran o buscaran argumentos para ponerlo en la picota. Era, decían, un caballero muy capaz, pero era el candidato de los ricos. A votar por don Pedro todos los maridos
Las mujeres, en el pequeño barrio que describimos, en la proletaria comuna Quinta Normal, fueron un factor decisivo en “arrebatarle a la oligarquía el mandato de la nación” Esta frase muy escuchada en las radios que recién estaban llegando a los hogares servía para que se comentara: ¡Que bonito habló el señor…! La voz oligarquía merece un comentario que quedo debiendo. Cóbreme la palabra.
Afirmar que las mujeres en 1938 tuvieron importancia electoral…no, no, este Chocho lo es de verdad.
Las mujeres del barrio no contaban con clubes ni centros donde reunirse, Los contactos con unas y otras eran en el almacén de la esquina, en la carnicería, en el despachito de mitad de cuadra, en el taller de costura, barriendo la vereda o cuando se iba a recuperar la gallina o el gallo que había saltado por sobre la muralla con la esperanza de conseguir maíz de grano más grande. El tema de conversación empezó a ser la candidatura de don Tinto. Se estableció que había dos bandos. Partidarias y oponentes. Y dos argumentos creídos y creíbles. Que si los pobres llegamos al gobierno vamos a progresar, a tener más escuelas, mejores hospitales, los trabajadores serán mejor pagados.
La otra posición. Si los rotos llegan al gobierno va a ser para que se llenen los bolsillos y nosotros sigamos peor, los ricos por lo menos dan trabajo. Las conversaciones con estos temas de inicio se efectuaban a diario y nunca supimos de un arrebato colérico o un rompimiento de relaciones. En algún momento una vecina comunicaba su triunfo, convencí al Lucho para que vote por don Pedro. Al fin el Ernesto está de acuerdo en no votar por don Pedro.
Faltando un par de semanas para las elecciones todas conversaban de la vestimenta con que harían salir a su hombre el día tan esperado. Y todos lucieron vestimenta limpia, planchada, zapatos bien lustrados y muchos con un remache de elegancia considerado una fineza: Pañuelo blanco en el bolsillo superior izquierdo del vestón, con dos puntas simétricamente asomadas. Desde luego que todos bien afeitados y los que usaban bigote lo llevaban recortado y ordenado al milímetro. Las recomendaciones en la puerta de la casa “Vota por…” “Vente derechito para la casa” “Si se forma alguna pelotera, ándate a caminar por otra calle”
Entretelones. Hubo alguna que luchó duramente para conseguir que su hombre cumpliera con el acto electoral sin sentirse menoscabado; economizó para comprarle un parcito de zapatos usados. Hubo más de una que pidió prestado el pantalón o el vestón de su marido al coño de la agencia. Esto usted no lo entendió… pidió prestada una prenda de vestir del marido… Las agencias eran negocios particulares, todos los que conocí estaban en manos de españoles, Ellos prestaban dinero sobre objetos dejados en prenda. Tratándose de un acto tan importante y de clientas de reconocida seriedad le prestaba la prenda el día sábado a su dueño y la mujer de éste la devolvía religiosamente el lunes.
Otro entretelón. La mujeres se turnaban para pasar, repasar y re repasar los lugares donde se había ejercido el cohecho en elecciones anteriores
Si Chocherías recuerda consigna sus recuerdos. ¿Qué es feo hablar del cohecho? Son feas las mentiras, las trampas, los engaños y las faltas a la ley. Darlas a conocer, denunciarlas puede ser el comienzo de correcciones que ayudan a mejorar en beneficio de todos.
En mi niñez y juventud supe de dos formas de cohecho. La encerrona en la que el grupo cohechado se reunía a las ocho de la mañana y salía a las cuatro de la tarde con el dinero convenido en el bolsillo. En el intertanto desayuno, empanadas, asado, alguna cerveza, vino o chicha en cantidades medidas, sin borracheras, y juegos, cartas, rayuela, dominó, siesta bajo los árboles y radio, el maravilloso invento que, si no fuera por la elección, transmitiría el fútbol pero lo habían suspendido.
Este procedimiento tenía poco significado. Muy pocos maridos iban a atreverse a faltar a su casa durante ocho horas en ese día. Los solteros que vivían con sus madres tampoco. Esto deja muy en claro que el machismo es una argucia femenina que a los hombres nos gusta creer.
La otra forma la constituía “el sobre brujo” El primer cohechado se presentaba en un lugar donde le entregaban un sobre electoral cerrado conteniendo un voto y ya con las firmas del presidente y secretario de la mesa del votante, éste se presentaba en su mesa y seguía la rutina del procedimiento, recibía el sobre, ingresaba a la cámara secreta, se echaba el sobre que recibió en la mesa al bolsillo, sacaba el que traía cerrado y lo echaba en la urna, volvía al lugar de cohecho y al entregar su sobre recibía la suma de dinero acordada. Por lo general había otro votante listo para repetir la maniobra.
Los votantes que se vendían solían comentarlo sin rubor y fueron las mujeres quienes introdujeron ideas de respeto al sufragio y con la frase “El que se vende no es hombre” repetida y repetida hicieron del cohecho una arma inefectiva.
La “salida de madre” del cohecho era por la mayoría considerada como un golpe bajo que no daba para una descalificación, el cohechado iba voluntariamente, tentado por un dinero fácil para botar, sin remordimientos, en trago con los amigos. La mujer, en gran medida corrigió eso introduciendo la idea de dignidad. Aparte el cohecho, siempre observé respeto a las personas y discusión por las ideas, sus aplicaciones prácticas y sus resultados. ¿Cuándo, como y porqué llegamos a los encapuchados que incendian, destruyen e imposibilitan soluciones, acuerdos y entendimiento?
Para la debida comprensión de lo que relato intento dar una imagen del barrio de mi infancia. Industrias pequeñas medianas y grandes,-grandes para aquellos tiempos, desde 1929 cuando faltándome tres meses para cumplir 7 años fui matriculado en silabario, decía industrias de diversos tamaños entremezcladas con las viviendas, nadie pensaba que correspondía separaciones en barrios industriales y habitacionales. En un área de pocas manzanas recuerdo dos fundiciones, una herrería y carrocería, la fábrica de almidón de arroz por cuyo interior cruzaba un gran canal que hacía girar una gigantesca rueda de madera y cuya fuerza de giro movía máquinas de esa industria que con alguna periocidad, algo así como un par de días en dos o tres meses emanaba olores muy poco gratos que el viento decidía lleva cada vez en distinta dirección, repartiendo con mucha justicia el beneficio a unos y otros. La fábrica de vidrio llamada Cristal Yungay, la fábrica de sombreros Cintolesi que daba trabajo a un buen número de muchachas veinteañeras y que algunas señoras del barrio apodaban “las fabricanas”. Estas jóvenes que abandonaban el trabajo al contraer matrimonio instruían y capacitaban a hermanas menores o jovencitas vecinas en que hacían en la fábrica y así Sombreros Cintolesi tenía los reemplazos a la mano. Por Augusto Matte muy cerca de Mapocho estaba la fábrica de billares Van de Wyngard que hacía soñar ¿Cuándo seríamos grandes para jugar al billar? Por la calle Carrascal estaba la fabrica de fideos La Luna, propiedad de un italiano; dos cuadras “más arriba” la fábrica de jabón Gringo que compraba huesos “al kilo”. Los huesos provenían de la cazuela, plato diario obligado en todos los hogares y su venta permitía comprar volantines o aportar para el precio de la entrada al teatro, ni idea que lo correcto era “cine”, y ver en la matiné del domingo como se salvaba el jovencito que el domingo pasado caía de un carruaje y quedaba a merced de la numerosa banda de asesinos. Ya en esos lejanos tiempos los bien informados aseguraban que la palabra “matiné correspondía a actos realizados en la mañana.
A estas industrias se sumaban talleres de modas, la peluquería de los chinos y la de don René a quien engañe una vez y le hice cortarme al uso de todos los cabros de la escuela, un moñito para peinarme. Cuando empezó a meter máquina en mi abundante melena le asaltó una duda y… ¿Oye cabro, te dieron permiso para cortarte así? Si, claro poh. Tras mi mentira continuó su trabajo. Llegué a mi casa feliz con mi nuevo corte (ahora tendría que decir look, es fuera de moda usar español) Esperamos que sólo sea una moda y no una pérdida del idioma. Mi madre vio mi corte de pelo y rompió en llanto. Se fijan como tan a menudo está
la asociación mentira-llanto.
En esta, ahora rara mezcla residencial industrial, nunca escuché quejas por ningún tipo de contaminación. ¡Que agradable y conveniente caminar unas pocas cuadras y estar en el trabajo! Levantarse solo una hora antes, tomar un desayuno al uso de la época: quaker, sémola o arroz con leche o un plato de cebolla frita con un huevo revuelto y a veces su pedacito de carne, tesito o café puro o con leche, pan, mantequilla, si mantequilla, a veces un trozo de queso fresco, la leche y sus productos estaban muy alcance del bolsillo popular, esto, aunque usted no lo crea, sentadito y con calma. Hoy, ni tiempo ni plata, ambos se los lleva la movilización cuya persistencia, dos viajes diarios por cinco o seis días, largos, tediosos, monótonos terminan por derrotar los nervios y las mentes más fuertes y templadas. En el barrio y época que recuerdo a simple vista está que quienes aceptaban el mal olor un par de días unas pocas veces en el año o el ruido de don Pedro, el herrero carrocero, que avisaba a sus vecinos “Tengo un apuro de trabajo y le voy “a pegar” hasta las nueve y media o diez de la noche” y la respuesta era siempre póngale no más vecino. ¿Cómo molestarse si ahí trabajaban los maridos de la Teresa y la Carmela?
La descripción del escenario nos ha consumido dos páginas y no entramos al tema de la política. Se trata de dos mundos distintos y separados por sólo sesenta o setenta años, menos que el tiempo de una pestañada en relación con el tiempo que lleva la existencia del hombre en la tierra.
Escuchamos muy a menudo “ahora que la mujer participa en política” y se insiste y se majaderea en el ahora y se recalca que dos mujeres candidatas…y que una mujer… y que…
En 1938 ganó el sillón presidencial don Pedro Aguirre Cerda,-permítanme un aparte,- puedo decir el presidente Frei o el presidente Lagos pero mi corazón y mi mente me obligan a decir don Pedro Aguirre Cerda. Profesor primario, apodado don Tinto, su lema fue: “GOBERNAR ES EDUCAR” Político radical, chileno para dirigir. Su oponente también me obliga al don Gustavo Ross Santa María. No escuché ni a las señoras más ardientes partidarias de don Pedro que lo descalificaran o buscaran argumentos para ponerlo en la picota. Era, decían, un caballero muy capaz, pero era el candidato de los ricos. A votar por don Pedro todos los maridos
Las mujeres, en el pequeño barrio que describimos, en la proletaria comuna Quinta Normal, fueron un factor decisivo en “arrebatarle a la oligarquía el mandato de la nación” Esta frase muy escuchada en las radios que recién estaban llegando a los hogares servía para que se comentara: ¡Que bonito habló el señor…! La voz oligarquía merece un comentario que quedo debiendo. Cóbreme la palabra.
Afirmar que las mujeres en 1938 tuvieron importancia electoral…no, no, este Chocho lo es de verdad.
Las mujeres del barrio no contaban con clubes ni centros donde reunirse, Los contactos con unas y otras eran en el almacén de la esquina, en la carnicería, en el despachito de mitad de cuadra, en el taller de costura, barriendo la vereda o cuando se iba a recuperar la gallina o el gallo que había saltado por sobre la muralla con la esperanza de conseguir maíz de grano más grande. El tema de conversación empezó a ser la candidatura de don Tinto. Se estableció que había dos bandos. Partidarias y oponentes. Y dos argumentos creídos y creíbles. Que si los pobres llegamos al gobierno vamos a progresar, a tener más escuelas, mejores hospitales, los trabajadores serán mejor pagados.
La otra posición. Si los rotos llegan al gobierno va a ser para que se llenen los bolsillos y nosotros sigamos peor, los ricos por lo menos dan trabajo. Las conversaciones con estos temas de inicio se efectuaban a diario y nunca supimos de un arrebato colérico o un rompimiento de relaciones. En algún momento una vecina comunicaba su triunfo, convencí al Lucho para que vote por don Pedro. Al fin el Ernesto está de acuerdo en no votar por don Pedro.
Faltando un par de semanas para las elecciones todas conversaban de la vestimenta con que harían salir a su hombre el día tan esperado. Y todos lucieron vestimenta limpia, planchada, zapatos bien lustrados y muchos con un remache de elegancia considerado una fineza: Pañuelo blanco en el bolsillo superior izquierdo del vestón, con dos puntas simétricamente asomadas. Desde luego que todos bien afeitados y los que usaban bigote lo llevaban recortado y ordenado al milímetro. Las recomendaciones en la puerta de la casa “Vota por…” “Vente derechito para la casa” “Si se forma alguna pelotera, ándate a caminar por otra calle”
Entretelones. Hubo alguna que luchó duramente para conseguir que su hombre cumpliera con el acto electoral sin sentirse menoscabado; economizó para comprarle un parcito de zapatos usados. Hubo más de una que pidió prestado el pantalón o el vestón de su marido al coño de la agencia. Esto usted no lo entendió… pidió prestada una prenda de vestir del marido… Las agencias eran negocios particulares, todos los que conocí estaban en manos de españoles, Ellos prestaban dinero sobre objetos dejados en prenda. Tratándose de un acto tan importante y de clientas de reconocida seriedad le prestaba la prenda el día sábado a su dueño y la mujer de éste la devolvía religiosamente el lunes.
Otro entretelón. La mujeres se turnaban para pasar, repasar y re repasar los lugares donde se había ejercido el cohecho en elecciones anteriores
Si Chocherías recuerda consigna sus recuerdos. ¿Qué es feo hablar del cohecho? Son feas las mentiras, las trampas, los engaños y las faltas a la ley. Darlas a conocer, denunciarlas puede ser el comienzo de correcciones que ayudan a mejorar en beneficio de todos.
En mi niñez y juventud supe de dos formas de cohecho. La encerrona en la que el grupo cohechado se reunía a las ocho de la mañana y salía a las cuatro de la tarde con el dinero convenido en el bolsillo. En el intertanto desayuno, empanadas, asado, alguna cerveza, vino o chicha en cantidades medidas, sin borracheras, y juegos, cartas, rayuela, dominó, siesta bajo los árboles y radio, el maravilloso invento que, si no fuera por la elección, transmitiría el fútbol pero lo habían suspendido.
Este procedimiento tenía poco significado. Muy pocos maridos iban a atreverse a faltar a su casa durante ocho horas en ese día. Los solteros que vivían con sus madres tampoco. Esto deja muy en claro que el machismo es una argucia femenina que a los hombres nos gusta creer.
La otra forma la constituía “el sobre brujo” El primer cohechado se presentaba en un lugar donde le entregaban un sobre electoral cerrado conteniendo un voto y ya con las firmas del presidente y secretario de la mesa del votante, éste se presentaba en su mesa y seguía la rutina del procedimiento, recibía el sobre, ingresaba a la cámara secreta, se echaba el sobre que recibió en la mesa al bolsillo, sacaba el que traía cerrado y lo echaba en la urna, volvía al lugar de cohecho y al entregar su sobre recibía la suma de dinero acordada. Por lo general había otro votante listo para repetir la maniobra.
Los votantes que se vendían solían comentarlo sin rubor y fueron las mujeres quienes introdujeron ideas de respeto al sufragio y con la frase “El que se vende no es hombre” repetida y repetida hicieron del cohecho una arma inefectiva.
La “salida de madre” del cohecho era por la mayoría considerada como un golpe bajo que no daba para una descalificación, el cohechado iba voluntariamente, tentado por un dinero fácil para botar, sin remordimientos, en trago con los amigos. La mujer, en gran medida corrigió eso introduciendo la idea de dignidad. Aparte el cohecho, siempre observé respeto a las personas y discusión por las ideas, sus aplicaciones prácticas y sus resultados. ¿Cuándo, como y porqué llegamos a los encapuchados que incendian, destruyen e imposibilitan soluciones, acuerdos y entendimiento?
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