Los Años Dorados viajó a Huallilemu
Lunes 11 de abril ocho de la mañana parte un bus de la caja de compensación Los Andes llevando a bordo un buen número de socios de Los años Dorados y familiares acompañantes, hasta completar el número de cuarenta y cuatro viajeros.
Detención en San Antonio, puerto en el que Chocho el Viejo en su infancia pasó felices vacaciones en casa de su tía Antuca y ahora comparar el paseo Bellamar, el nombre de los años treinta es el mismo de hoy, gracias a Dios la modernidad aún lo respeta, decía comparar un suelo árido conformado por arena y piedras, prados y jardines muy laboriosamente obtenidos a fuerza de transformar una tierra árida y salina en apta para plantas y flores con el amplísimo paseo moderno de hoy, baldosas, barandas metálicas y construcciones comerciales Ambos, el paseo Bellamar del recuerdo y el moderno conocido en este paseo tienen diferentes encantos y la emoción que humedeció los ojos y apretó el corazón aún perdura.
Un grupo muy numeroso se embarcó en una gira por la bahía, Chocho el Viejo a veces se marea sentado en el living de su casa y consideró imprudente comprometer la tranquilidad del grupo arriesgando un mareo náutico.
Al regreso le contaron que el patrón de la lancha era un auténtico guía turístico que fue informando con sencillez, amenidad y simpatía de las instalaciones del puerto, las funciones que cumplían; historia lejana y sucesos recientes, fauna autóctona y exótica y en esto comentó que esas aves enormes y de gran envergadura llamadas pelícanos eran, si la informante retuvo bien el nombre, huacaches. Dio a conocer la existencia de un río subterráneo que va desde la costa a alta mar a una profundidad de 90 metros. Informó acerca de los valores que deben cancelar los barcos durante su permanencia en el puerto. Las y los paseantes quedaron fascinados con la charla que hizo parecer la gira por la bahía como de breves minutos.
El centro vacacional Huallilemu Sur está en consonancia perfecta con los otros dos que Los Años Dorados han visitado: El Palomar y Pirque. Una propiedad extensa con lomajes y quebradas donde el hombre venció a la naturaleza y la vegetación autóctona la reemplazó por cuidadísimos prados a los que agregó bellos y variados árboles y muchas, muchas plantas, algunas hermosamente florecidas. El contraste entre ellos y la vegetación de las lomas vecinas es tan grande que uno tiene que mirar varias veces para convencerse que es real. El grupo viajero fue recibido con una cordial bienvenida por don Jaime, el administrador, quien informó de las características del centro recreacional y puso las instalaciones al servicio de las visitas.
Invitación a las mesas. Primer… ¿Plato? Una concha de buen tamaño con un contenido cubierto por una capa de queso derretido.
Para Chocho el Viejo que no tiene ningún rodaje social-gastronómico de la costa marina fue una novedad absoluta, observó como hacían los demás y metió tímidamente el tenedor por una orilla que no había alcanzado a recubrir el queso; probó, aprobó y antes de atacar preguntó ¿Qué es esto tan rico que voy a comer? Quedó de manifiesto que la filosofía de Chocho es “El desconocimiento no es razón de vergüenza y preguntando se aprende” La respuesta al unísono de cuatro o cinco comensales fue “Chupe de locos”, el interrogador comió el queso y anunció: suficiente para mi. A las variadas y sorprendidas preguntas contestó: Los mariscos me producen urticaria que, con remedios, me va a molestar cuatro o cinco días, gastar en un bono de Fonasa y comprar una inyección cuyo costo está entre ocho y nueve mil pesos, todo ello por el placer de tragar algo rico durante unos pocos minutos. ¿Tendría que sustituir tragar por paladear? Al regreso visita a Pomaire; conversación con Arturo Jalil, el encargado por la Caja Los Andes de velar que nada ocurra a los viajeros y durante esa conversación ¿Qué le pareció el pastel de jaiva? Chocho no comió crustáceos porque lo enferman los mariscos.
Completando el relato, El almuerzo tuvo un segundo plato consistente en un trozo de carne sabrosa y blandita con salsa y budín de ¿?,
postre helado, café e invitación a la piscina temperada, uso obligatorio de gorro, usar la sala de juegos o pasear por el recinto. Quienes optaron por lo último disfrutaron largamente de paseos por lomajes suaves y otros más inclinados, visita a la capilla de interesante diseño, descansos a la sombra, semisombra o al tibio sol. Los asistentes a la piscina describieron la tarde como ¡Formidable!
Onces. Los anfitriones sabían que el apetito de muchos iba a ser sobrepasado y proveyeron, a solicitud, de bolsa de plástico para llevar el sándwich “para el camino”
La visita a Pomaire dejó a varios con ganas de más. El día lunes los pomairinos en mayoría descansan de la avalancha de visitantes de sábado y domingo. El regreso a casa con gratísimos recuerdos
Detención en San Antonio, puerto en el que Chocho el Viejo en su infancia pasó felices vacaciones en casa de su tía Antuca y ahora comparar el paseo Bellamar, el nombre de los años treinta es el mismo de hoy, gracias a Dios la modernidad aún lo respeta, decía comparar un suelo árido conformado por arena y piedras, prados y jardines muy laboriosamente obtenidos a fuerza de transformar una tierra árida y salina en apta para plantas y flores con el amplísimo paseo moderno de hoy, baldosas, barandas metálicas y construcciones comerciales Ambos, el paseo Bellamar del recuerdo y el moderno conocido en este paseo tienen diferentes encantos y la emoción que humedeció los ojos y apretó el corazón aún perdura.
Un grupo muy numeroso se embarcó en una gira por la bahía, Chocho el Viejo a veces se marea sentado en el living de su casa y consideró imprudente comprometer la tranquilidad del grupo arriesgando un mareo náutico.
Al regreso le contaron que el patrón de la lancha era un auténtico guía turístico que fue informando con sencillez, amenidad y simpatía de las instalaciones del puerto, las funciones que cumplían; historia lejana y sucesos recientes, fauna autóctona y exótica y en esto comentó que esas aves enormes y de gran envergadura llamadas pelícanos eran, si la informante retuvo bien el nombre, huacaches. Dio a conocer la existencia de un río subterráneo que va desde la costa a alta mar a una profundidad de 90 metros. Informó acerca de los valores que deben cancelar los barcos durante su permanencia en el puerto. Las y los paseantes quedaron fascinados con la charla que hizo parecer la gira por la bahía como de breves minutos.
El centro vacacional Huallilemu Sur está en consonancia perfecta con los otros dos que Los Años Dorados han visitado: El Palomar y Pirque. Una propiedad extensa con lomajes y quebradas donde el hombre venció a la naturaleza y la vegetación autóctona la reemplazó por cuidadísimos prados a los que agregó bellos y variados árboles y muchas, muchas plantas, algunas hermosamente florecidas. El contraste entre ellos y la vegetación de las lomas vecinas es tan grande que uno tiene que mirar varias veces para convencerse que es real. El grupo viajero fue recibido con una cordial bienvenida por don Jaime, el administrador, quien informó de las características del centro recreacional y puso las instalaciones al servicio de las visitas.
Invitación a las mesas. Primer… ¿Plato? Una concha de buen tamaño con un contenido cubierto por una capa de queso derretido.
Para Chocho el Viejo que no tiene ningún rodaje social-gastronómico de la costa marina fue una novedad absoluta, observó como hacían los demás y metió tímidamente el tenedor por una orilla que no había alcanzado a recubrir el queso; probó, aprobó y antes de atacar preguntó ¿Qué es esto tan rico que voy a comer? Quedó de manifiesto que la filosofía de Chocho es “El desconocimiento no es razón de vergüenza y preguntando se aprende” La respuesta al unísono de cuatro o cinco comensales fue “Chupe de locos”, el interrogador comió el queso y anunció: suficiente para mi. A las variadas y sorprendidas preguntas contestó: Los mariscos me producen urticaria que, con remedios, me va a molestar cuatro o cinco días, gastar en un bono de Fonasa y comprar una inyección cuyo costo está entre ocho y nueve mil pesos, todo ello por el placer de tragar algo rico durante unos pocos minutos. ¿Tendría que sustituir tragar por paladear? Al regreso visita a Pomaire; conversación con Arturo Jalil, el encargado por la Caja Los Andes de velar que nada ocurra a los viajeros y durante esa conversación ¿Qué le pareció el pastel de jaiva? Chocho no comió crustáceos porque lo enferman los mariscos.
Completando el relato, El almuerzo tuvo un segundo plato consistente en un trozo de carne sabrosa y blandita con salsa y budín de ¿?,
postre helado, café e invitación a la piscina temperada, uso obligatorio de gorro, usar la sala de juegos o pasear por el recinto. Quienes optaron por lo último disfrutaron largamente de paseos por lomajes suaves y otros más inclinados, visita a la capilla de interesante diseño, descansos a la sombra, semisombra o al tibio sol. Los asistentes a la piscina describieron la tarde como ¡Formidable!
Onces. Los anfitriones sabían que el apetito de muchos iba a ser sobrepasado y proveyeron, a solicitud, de bolsa de plástico para llevar el sándwich “para el camino”
La visita a Pomaire dejó a varios con ganas de más. El día lunes los pomairinos en mayoría descansan de la avalancha de visitantes de sábado y domingo. El regreso a casa con gratísimos recuerdos
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