martes, agosto 03, 2004

La Cooperativa.

Chocherías inició su vida al amparo de “Los Años Dorados”, se interesó por las otras agrupaciones que felizmente enriquecen la vida de los habitantes de San Pedro y ahora acoge peticiones de viejos sentimentales que recuerdan “La cooperativa fue primero”
Cierto. ¡Y que difícil! Chocherías se compromete con el aspecto positivo y constructivo, con lo bondadoso, generoso y ejemplar. Para la antonimia tenemos demasiado y machacante. Mañana, tarde y noche noticias deprimentes, antes nos llenaron de congoja, ahora estamos revestidos con una caparazón compuesta de aceptación e indiferencia. ¡Que más da!
La Cooperativa de Viviendas y Servicios Habitacionales “San Pedro Ltda.” inicio su vida legal el 6 de marzo de 1962 mediante el Decreto Supremo Nº 249. Esta fue la fecha del alumbramiento y antes estuvo el período de gestación, la vida intrauterina. Se formaron grupos interesados en la creación de una cooperativa de viviendas en Sewell, Caletones, Coya y Rancagua y se llegó a doscientos postulantes, todos trabajadores del mineral “El Teniente”
Todo lo que relatemos forma parte de recuerdos aferrados a memorias de humanos que ya en 1962 eran trabajadores del mineral El Teniente, que se desempeñaban en los diversos campamentos e instalaciones y que aspiraban a construir su vivienda propia aportando su esfuerzo directo y haciendo valer inclinaciones y gustos personales en el tipo de vivienda a que aspiraban. También está el recuerdo nebuloso del “Me parece que…” y otros voluntariamente distorsionados por simpatías e inclinaciones más fuertes que la realidad demostrable.
Los cooperados decidieron partir “A lo grande” y arrendaron una oficina en el pasaje Rex.
El primer Consejo de Administración debió dedicarse a encontrar un terreno apropiado por ubicación y precio y los socios recibieron citación para bajar un domingo a conocer uno ubicado al final de la avenida Cachapoal.
Pareciera que se deslizó un error al decir “bajar un domingo” y que debió decir “viajar”. No, No hay error. Bajar de Sewell con altitud 2200 metros, Caletones, algo menos y Coya menos pero también más alta que Rancagua. Medios de movilización. El tren “Golfista” que salía de Sewell domingo por medio a las 8 de la mañana, se suspendía por nevazones, y no era de libre acceso, previamente había que obtener pase en el Bienestar solicitándolo anticipadamente. Ni la capacidad de los equipos ferroviarios ni las condiciones y trazado de la vía eran capaces para más. El “golfista” terminaba su viaje en Coya y de ahí a Rancagua en micro por camino de tierra y cuesta de Caracoles incluida.
Posiblemente algún “antiguo o antigua” critique “contar esto de la bajada, tren y micro está demás, todos lo sabemos” ¿Todos? Hijos, hijas, nietos y nietas, pololos, novios, yernos, nueras ¿han escuchado relatos de lo que consignamos? Seguramente algunos pocos si y muchos
Ni idea! La bajada de la cuesta era a costa de varios mareados, muchos de ellos niños. También a veces se escuchaba el ruego de una señora temerosa al chofer: “por favor, don este, váyase despacito en la curva de la muerte”
Llegados los viajeros al terreno en estudio se encontraron con una chacra totalmente sembrada con hermosísimos repollos. Costaba, en la imaginación, reemplazar repollos por viviendas. Incluía la chacra una construcción de adobes que era vivienda y establo.
No sabemos cuanto tiempo y conciliábulos fueron necesarios para acordar la compra, pero se acordó y aquí está la población San Pedro.
Comenzaron a cumplirse etapas, la subdivisión en doscientos sitios acordando calles, pasajes y cumpliendo disposiciones legales con relación a áreas verdes.
Aprobados los planos de subdivisión por las autoridades se acordó asignar los sitios a cada cooperado mediante un sorteo motivo de sabrosos recuerdos. José Ibarra Jonquera aporta “Fui el primero en meter la mano y saque el número 200, mi mala suerte me mando al último sitio estando toditos a disposición de mi mano” Mario Núñez Rivera recuerda “Ya habían llamado a casi todos los socios y estaba temiendo quedarme sin sitio cuando me nombran, meto la mano y saco el numero 17, en plena avenida Cachapoal y para más felicidad sitio grande. Me felicité por haber rechazado la casa que la empresa me había asignado en Rancagua Norte”. El sitio número uno había quedado en manos de Juan Orrego Huerta. Superadas las etapas adquisición del terreno, subdivisión y asignación de los sitios se trasladó la oficina desde el pasaje Rex a la casa-establo que ocupaba parte de los lotes dos y tres donde doscientos ilusionados y soñadores socios se reunían frecuentemente los domingos a planificar, cumplir las obligaciones económicas contraídas con la cooperativa y hacer una visita al restaurante El Pinar donde se disponía de sabrosas empanadas, riquísimas cazuelas y vinillos del color y aroma preferidos. Y tenía televisión, ese admirable y recién llegado ingenio que daba los partidos del mundial de fútbol. ¡Que rica era la vida!