Daniel en el Parque.- Obsequio de EVELYN.- Tomado de Internet.- Autor Anónimo.-
Un pequeño niño quería conocer a Dios. Él sabía que sería un largo viaje para llegar donde vivía Dios. Entonces empacó su pequeña maleta con panecillos y un paquete con seis jugos y emprendió su partida.
Cuando había recorrido tres cuadras conoció una viejecita. Ella estaba sentada en el parque observando algunas palomas.. El niño se sentó junto a ella y abrió su maletita Estaba a punto de tomar un jugo cuando notó que la viejecita se veía hambrienta y le ofreció uno de sus panecillos.
Ella, agradecida lo aceptó y sonrió. La sonrisa era tan hermosa que el niño quería verla nuevamente y le ofreció un jugo. De nuevo ella le había sonreído.
¡El niño estaba encantado! Ellos se quedaron sentados toda la tarde comiendo y sonriendo pero nunca dijeron ni una sola palabra. Tan pronto como comenzó a oscurecer el niño estaba cansado, se levantó e inició su regreso, caminó unos pasos, dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo.
Ella le dio una sonrisa aún más hermosa.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa la madre sorprendida por la felicidad que resplandecía le preguntó: ¿Qué hiciste el día de hoy que te ha hecho tan feliz?
He comido con Dios y ¿sabes? ella tiene la sonrisa más bella que he visto.
Mientras tanto la viejecita, con felicidad radiante regresó a su casa.
Su hijo, impresionado por la paz que mostraba en su rostro, pregunto: ¿“madre, que hiciste hoy que te ha hecho tan feliz?”
Comí panecillos en el parque con Dios y ¿sabes? es más joven de lo que esperaba.
Cuando había recorrido tres cuadras conoció una viejecita. Ella estaba sentada en el parque observando algunas palomas.. El niño se sentó junto a ella y abrió su maletita Estaba a punto de tomar un jugo cuando notó que la viejecita se veía hambrienta y le ofreció uno de sus panecillos.
Ella, agradecida lo aceptó y sonrió. La sonrisa era tan hermosa que el niño quería verla nuevamente y le ofreció un jugo. De nuevo ella le había sonreído.
¡El niño estaba encantado! Ellos se quedaron sentados toda la tarde comiendo y sonriendo pero nunca dijeron ni una sola palabra. Tan pronto como comenzó a oscurecer el niño estaba cansado, se levantó e inició su regreso, caminó unos pasos, dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo.
Ella le dio una sonrisa aún más hermosa.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa la madre sorprendida por la felicidad que resplandecía le preguntó: ¿Qué hiciste el día de hoy que te ha hecho tan feliz?
He comido con Dios y ¿sabes? ella tiene la sonrisa más bella que he visto.
Mientras tanto la viejecita, con felicidad radiante regresó a su casa.
Su hijo, impresionado por la paz que mostraba en su rostro, pregunto: ¿“madre, que hiciste hoy que te ha hecho tan feliz?”
Comí panecillos en el parque con Dios y ¿sabes? es más joven de lo que esperaba.
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