martes, octubre 07, 2003

Un Obsequio de Evelyn: EL DIARIO DE UN PERRITO. Tomado de Internet

Semana 1. Hoy cumplí una semana de nacido. ¡Que alegría haber llegado a este mundo!
Mes 1. Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.
Mes 2. Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta y con sus ojos me dijo adiós. Esperando que mi nueva “familia humana” me cuide tan bien como ella lo había hecho.
Mes 4. He crecido rápido; todo me llama la atención, hay varios niños en la casa que para mi son como hermanitos, ellos me jalan la cola y yo les muerdo jugando
Mes 5. Hoy me regañaron. Mi ama se molestó porque me hice “pipi” dentro de la casa, pero nunca me habían dicho donde debo hacerlo. Además duermo en la recamara… y ya no me aguantaba.
Mes 6. Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mi solito y me doy vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida. Nunca me educan. Ha de estar bien todo lo que hago.
Mes 12. Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. Que orgullosos se deben sentir de mí.
Mes 13. Que mal me sentí hoy. Mi “hermanito” me quitó la pelota. Yo nunca agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron casi sin poderme mover al rayo del sol. Dicen que van a tenerme en observación y que soy ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.
Mes 15. Ya nada es igual… vivo en la azotea. Me siento muy solo, mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo techo que me cobije.
Mes 16. Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó y me puse tan contento que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía reguilete. Encima de eso me van a llevar de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz creyendo que haríamos nuestro día de campo. No comprendo porque cerraron la puerta y se fueron. “¡Oigan, Esperen!” Se olvidaron de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta que casi me desvanecía y ellos no se detenían: me habían olvidado.
Mes 17. He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo de mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero sólo dicen “pobre perrito”, se ha de haber perdido.
Mes 18. El otro día pasé por una escuela y vi. a muchos niños y jóvenes como mis “hermanitos”. Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose me lanzó una lluvia de piedras “a ver quien tenía mejor puntería”. Una de esas piedras me lastimó el ojo y desde entonces ya no veo con él.
Mes 19. Parece mentira. Cuando estaba más bonito se compadecían de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente me saca más bien a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra
Mes 20. Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle por donde pasan los coches uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro llamado “cuneta” pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado pero sólo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me arrastré hasta un poco de hierbas a ladera del camino.
Mes 21. Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni me ve; otras dicen: “no te acerques”. Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. “Pobre perrito, mira como te han dejado” decía… junto a ella venía un señor de bata blanca, empezó a tocarme y dijo: “Lo siento señora, pero este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir”. A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude moví el rabo y la miré agradeciéndole me ayudara a descansar. Sólo sentí el piquete de la inyección y me dormí para siempre pensando en porqué tuve que nacer si nadie me quería.