Matapiojo.
Alega Tontín: -Hay que ser harto ocioso para estar escribiendo de botones y ojales. ¡Cómo no va a tener algún tema más interesante! En una de estas va a escribir acerca de un matapiojo que tiene lesionada el ala derecha y la pata izquierda.
Si acogemos la amable bien educada proposición de Tontín cuantos treintones, cuarentones, jovencitos y niñitos necesitarían información previa respecto al “matapiojo”. Iniciamos una encuesta. Después de preguntar a varias una señora recuerda que su padre contaba de cazar matapiojos, un insecto que sobrevolaba los charcos de agua, lo capturaban con un alambre enrollado en forma de bola, del tamaño de una manzana grande, que ataban con una cuerda de uno a dos metros de largo y hacían girar velozmente por sobre la cabeza produciendo un fino zumbido al que se agregaba en cantito monótono “poroto poroto……poroto poroto” Algunos huían y otros eran atrapados por la bola de alambre. En algunas oportunidades eran muy abundantes y había para competir quien atrapaba la mayor cantidad. El record estaba por los seis o siete ejemplares. La segunda pregunta fue ¿Qué otro nombre tenía el matapiojo? Una jovencita recordó –En un programa de la televisión de un profesor de color rosado se dijo que matapiojo era un chilenismo que se aplicaba por igual a la libélula y al caballito del diablo los que en realidad son diferentes aunque muy parecidos. ¿Se fijan, amables lectores? Una señora recordó que su padre, una jovencita -que en la tele. Y los hombres, ninguno, ni una palabra. ¿No tenemos boca, no tenemos memoria? Va siendo tiempo que gritemos “Machistas del mundo uníos” Después de este necesario llamado proseguimos:
Un libélulo joven, en edad casadera, percibió el fino zumbido de la bola de alambre y oyó el hipnótico –poroto poroto- la tentación de acercarse y el temor de acercarse fueron simultáneos, pasó la bola, no lo cogió pero la violencia del viento que producía lo arrojó a tierra golpeándose fuertemente y vio que uno de esos demonios llamados niños corría a cogerlo, a pesar que el golpe le dañó un ala derecha y una pata izquierda logró huir, la mano del demonio estuvo a un centímetro de él…y escapó.
Lejos, muy lejos del antro donde pudo perder la vida había una pequeña charquita y no había demonios a la vista, un lugar ideal para un buen descanso y un examen a sus daños. Era joven y fuerte, cicatrizarían dejándole algunos inconvenientes, al pararse no sería más el gallardo libélulo pues, de pie tendría una fea inclinación y al volar. –las libélulas no caminan, sólo vuelan- tendería a describir un círculo en vez de hacerlo rectamente, ya no podría pensar en buscarse una bella novia y moriría solterón. De todos modos la vida debía ser vivida.
Había tanta paz y quietud en el lugar que su espíritu logró conformidad y después de sus sensatas decisiones se durmió. Despertó, instintivamente buscó en todo el contorno la presencia de demonios, no los había y cerca de él lo contemplaba una libélula joven como el mismo. Demostró que no estaba dispuesta a perder tiempo y dijo: -¡Hola! Me llamó Libel. -¿Y tú?. -Me llamo Belu- y a su mirada interrogativa dijo –Un zumbador de los demonios llamados niños me arrojó a tierra, escapé con los daños que ves, ya decidí conformarme con este nuevo estado porque la vida es hermosa si decidimos que así es, aún cuando viva solitario. –Solitario ya no, soy desde ahora tu compañera, hasta, como dicen y no cumplen los demonios adultos, “que la muerte nos separe”.
¿Le gustó? Si se encuentra con Tontín sáquele la lengua o. más bien, dígale que sugiera otro tema del cual escribir.
Si acogemos la amable bien educada proposición de Tontín cuantos treintones, cuarentones, jovencitos y niñitos necesitarían información previa respecto al “matapiojo”. Iniciamos una encuesta. Después de preguntar a varias una señora recuerda que su padre contaba de cazar matapiojos, un insecto que sobrevolaba los charcos de agua, lo capturaban con un alambre enrollado en forma de bola, del tamaño de una manzana grande, que ataban con una cuerda de uno a dos metros de largo y hacían girar velozmente por sobre la cabeza produciendo un fino zumbido al que se agregaba en cantito monótono “poroto poroto……poroto poroto” Algunos huían y otros eran atrapados por la bola de alambre. En algunas oportunidades eran muy abundantes y había para competir quien atrapaba la mayor cantidad. El record estaba por los seis o siete ejemplares. La segunda pregunta fue ¿Qué otro nombre tenía el matapiojo? Una jovencita recordó –En un programa de la televisión de un profesor de color rosado se dijo que matapiojo era un chilenismo que se aplicaba por igual a la libélula y al caballito del diablo los que en realidad son diferentes aunque muy parecidos. ¿Se fijan, amables lectores? Una señora recordó que su padre, una jovencita -que en la tele. Y los hombres, ninguno, ni una palabra. ¿No tenemos boca, no tenemos memoria? Va siendo tiempo que gritemos “Machistas del mundo uníos” Después de este necesario llamado proseguimos:
Un libélulo joven, en edad casadera, percibió el fino zumbido de la bola de alambre y oyó el hipnótico –poroto poroto- la tentación de acercarse y el temor de acercarse fueron simultáneos, pasó la bola, no lo cogió pero la violencia del viento que producía lo arrojó a tierra golpeándose fuertemente y vio que uno de esos demonios llamados niños corría a cogerlo, a pesar que el golpe le dañó un ala derecha y una pata izquierda logró huir, la mano del demonio estuvo a un centímetro de él…y escapó.
Lejos, muy lejos del antro donde pudo perder la vida había una pequeña charquita y no había demonios a la vista, un lugar ideal para un buen descanso y un examen a sus daños. Era joven y fuerte, cicatrizarían dejándole algunos inconvenientes, al pararse no sería más el gallardo libélulo pues, de pie tendría una fea inclinación y al volar. –las libélulas no caminan, sólo vuelan- tendería a describir un círculo en vez de hacerlo rectamente, ya no podría pensar en buscarse una bella novia y moriría solterón. De todos modos la vida debía ser vivida.
Había tanta paz y quietud en el lugar que su espíritu logró conformidad y después de sus sensatas decisiones se durmió. Despertó, instintivamente buscó en todo el contorno la presencia de demonios, no los había y cerca de él lo contemplaba una libélula joven como el mismo. Demostró que no estaba dispuesta a perder tiempo y dijo: -¡Hola! Me llamó Libel. -¿Y tú?. -Me llamo Belu- y a su mirada interrogativa dijo –Un zumbador de los demonios llamados niños me arrojó a tierra, escapé con los daños que ves, ya decidí conformarme con este nuevo estado porque la vida es hermosa si decidimos que así es, aún cuando viva solitario. –Solitario ya no, soy desde ahora tu compañera, hasta, como dicen y no cumplen los demonios adultos, “que la muerte nos separe”.
¿Le gustó? Si se encuentra con Tontín sáquele la lengua o. más bien, dígale que sugiera otro tema del cual escribir.
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