martes, mayo 02, 2006

Toby: Cambio de domicilio.

Ofrecí, en el lejano pasado, contar de la confección de la casucha y el cambio de domicilio de Toby. ¡Qué ejemplo de inhabilidad! Tabla que iba a usar de largo la cortaba de ancho, tabla perdida; la próxima vez no me va a pasar,… y pasaba. El serrucho (Le tomé tan mala voluntad que deseo escribirlo cerrucho) se negaba a ir por la raya trazada. y el martillo, lindo él, andaba mucho más cerca de mis dedos que de la cabeza del clavo. Guárdese sus gestos de conmiseración, no siempre fui así. Hará algo como veinte o más años hice una casa para la ina; vaya, entró otro personaje al cuento. Se trata de otra ina, la auténtica, legítima y primera, dobermann de alcurnia y prosapia, hija, nieta, biznieta y mas aún de dobermanns. No se le autorizó matrimonio porque sus pretendientes fueron siempre dobermanns de clase media baja, con poquísimo futuro. Por no haber dado lactancia, hubo cáncer a las mamas y murió a los once años de edad. Contradijo la fama de bravura de su raza; si hubieran entrado ladrones a la casa los habría aburrido con sus juegos y caricias. Su aspecto inspiraba respeto, la sacaba a la calle con una cadena capacitada para dobermanns, las personas se alejaban prudentemente y los perros huían. En una oportunidad se escapó a la calle sin cadena, se limitó a saltar a la vereda de enfrente donde estaba una quiltra pequeñita, blanca con manchones negros, no era una perra ordinaria, era una ordinariez perruna que no solo no huyó, no le demostró temor, se levantó y caminó al lado de la ina como si de antiguo fueran amigas y comadres de mate y tejido. Fallaron los intentos de colocarle nombre, a la voz de “ina” llegaban las dos y a la de “quiltra fea” también se presentaban ambas.
En dos oportunidades la ina primera en la época en que le habría correspondido parir después de un celo su instinto maternal la hacía buscar afanosamente por un par de días los cachorros que de acuerdo al ciclo natural debiera haber parido y en la búsqueda ponía especial cuidado en la revisión de la casucha de la quiltra y esta, visiblemente molesta por la desconfianza le plantaba la cara, mostraba dientes y gruñía. Las dos veces la quiltra debió ser suturada de heridas grandes y profundas en la testa. Pasado el incidente la dobermann mostraba su arrepentimiento y trataba a su amiguita con lengua de seda.
El cáncer abultó sus mamas feamente y debió improvisarse un sostén que usaba gran parte del día; cuando consideraba que bastaba de tratamiento se metía en medio de unas matas de crateus y ahí lo dejaba enredado. Después de su muerte la quiltra ahora propietaria única del nombre ina, durante muchos meses pasó horas echada diariamente sobre la sepultura, presumiblemente esperando que su amiga saliera de ese lugar.
Todo lo relatado para narrar que a cada ina en su oportunidad fabriqué sendas casuchas y la de la dobermann fue regalada a su muerte.
La confección, recuerdo, fue trabajo fácil y grato. Volvemos a la de Toby. Después de torpeza tras torpeza quedó terminado el armatoste, lo miré a contraluz y cada juntura de tablas permitía su paso, valiente protección contra el frío; ingenié soluciones, no me pregunten cuales, se trata de secretos de estado. El techo exige mención aparte, dos junturas, no, no, dos aproximaciones de tablas que iban a permitir el libre paso de la lluvia, ¿Se imaginan un perro durmiendo bajo una ducha lineal? Adquirí en ferretería una tela sintética impermeable que prometía durabilidad y empecé a estudiar que cortes debía hacerle y como fijarla, por alguna razón no hice cortes ni intenté pegarla, decidí esperar una visita de Evelyn y ella me preguntó dulce y suavemente ¿Quiere hacer cortes para permitir el paso de agua? Ordenó: sujete aquí tatita y con una engrapadora se hizo el pino gastándome los corchetes., como la tela alcanzaba para cubrir además la otra casucha quedaron las dos a prueba de temporales grados muchos.
Coloqué el palacete al lado del de la ina y ¡zas! Toby se metió adentro, aún era un cachorrito, recorrió su interior observando piso, techo y paredes y demostró estar enterado de que se trataba, se echó, se estiró y encogió, se volvió para quedar cabeza adentro y traste hacia la salida, se acostó atravesado y finalmente salió y mordió mis pantalones. Todo perfecto y el no volvería a dormir en la cocina, era su decisión. Faltaba el colchón. Ubiqué una frazada recién comprada el año 1948, algo desteñida y con algunas desgarraduras y agujeritos, la doblé al tamaño apropiado y le pasé unas pocas puntadas usando una pitilla y aguja de coser sacos. Casi me quedó como un Rosen o un CIC. Lo coloqué, nueva inspección y aprobación de Toby. Era mi día de suerte. Al anochecer ina se metió en su casucha, tenía mis dudas porque había entrado un par de veces a revisar la de Toby y temía una apropiación indebida, no fue así porque el ingenuo cachorrito a la intrusión respondió con su propia inspección de la casa ajena advirtiendo que “donde las dan las cojen”.
A fines de abril hubo una lluvia larga y abundante, en la noche antes de meterme en cama eché una mirada a los perros, lo hago a través de una ventana y alumbro con linterna, me llevé la sorpresa de encontrarlos en habitaciones cambiadas y durmiendo profundamente Era muy tarde y lloviendo para entrar en nocturnas investigaciones, mañana van a ver o más
bien yo tengo que ver y vi. El piso de la casucha de la perra lo hice con una gruesa tabla, ¿o tablero? de madera aglomerada y con los años y las lluvias perdió cohesión, las astillas que la componían estaban abandonando su lugar, también en un proceso de años y ya estaba por producirse un hoyo que iba a depositar a la ina en el pavimento, bajo la casucha, donde corría el agua lluvia. Supongamos humanos en esta situación: Ella tiene que ver que su piso está por hundirse, deducir que el peso de él es menor lo que aleja el peligro de hundimiento, tiene que comunicárselo, convencerlo y proponer el cambio, el tiene que aceptarlo y estudiar en su nueva habitación en que rincón estará libre de peligro, el hoyo se está generando en el centro y dormirse tan profundamente como lo hacía cuando lo alumbré con la linterna.
¿En que forma realizaron este proceso una vieja quiltra y un cachorro de cuatro meses? Algunas personas me informan muy seguras: El instinto.
¿Dónde venderán instinto para comprar muchas toneladas y repartirlo entre los humanos? Yo me quedaría con cuanto pudiera.
Actualmente ellos intercambian recámaras, nunca se donde está quien.