La leyenda de las dos ancianas athabaskans. 2ª parte
Pablo y Diego hicieron ademanes de salir a escape y Manuel los conminó severamente –Ahora más que nunca “atentos a los rastros”, nos podemos despistar fácilmente y hasta es posible que estas ancianas hayan intentado ocultarse, como las abandonamos ahora pueden considerarnos enemigos. Si ustedes ponen atención notarán que siempre las señales de los árboles quedan a nuestra derecha y ello no es para señalar a nosotros por donde van sino para continuar ellas en la dirección correcta después de haberse detenido. Esas marcas son porque han pernoctado en este lugar.
De todos modos el trío avanzó con tanta rapidez que poco después de dos horas llegaban a orillas de un río que Manuel declaró ser el Claro y decidió –Seguiremos a favor de la corriente porque este río desemboca en el Turbio. Ahora debemos ir atentos al humo y a trampas para peces en el río. Y luego, muy pronto, ¡Olor a humo! Había una fogata cerca y no se veía. A sus espaldas estaba el río y al frente una pequeña colina. ¿Entonces donde…? Manuel gritó –Hortensia, Margarita, ¿Dónde están? Pablo y Diego, al unísono repitieron la llamada y Manuel voceó tan alto como lo permitía su garganta –Soy Manuel, por favor contesten.
Una voz femenina, bien timbrada, segura ¿Cuántos son?
-Tres, Manuel, Diego y Pablo.
-Caminen hasta el final de la colina, al doblar hay un bosquecillo, cuenten 22 árboles y continúen derecho por el interior hasta llegar a un claro.
-¿Y?
-No hay más respuestas sigan estas instrucciones.
No cabía dudas, las mujeres eran dueñas de la situación, lo sabían y lo imponían.
La caminata les llevó más tiempo del que suponían y al llegar al claro indicado la sorpresa: una pequeña fogata, un tiesto con caldo y otro con pescado seco. Ni seres humanos ni tiendas, en el pasto no había señales de pisadas. La sorpresa, fogata y comida, impidió que se fijaran en un poste del cual pendía una piel de conejo. Después que hubieron comido un poco.
Voz femenina. –Miren el poste a cinco o seis pasos a la derecha, obedecieron y al volver la vista una flecha sacó limpiamente la piel de conejo que fue a caer a la orilla de los árboles.
-Ahora que han visto como podemos gastárnoslas y que están a merced de nosotras, contesten ¿Por qué nos han buscado y que pretenden de nosotras?
-Pedro, el jefe, dijo que no sabía que razones lo inducían pero sentía imperiosamente la necesidad de conocer que había ocurrido con ustedes y si las encontrábamos les confiáramos la difícil situación en que estamos cuando aún no llega el invierno. Después que las abandonamos a ustedes murió
mucha gente de hambre, especialmente niños y si no podemos remediar la situación este año será peor.
-Manuel, vamos a conversar cara a cara, si Pablo y Diego son de tu absoluta confianza los traes y si pueden pretender robarnos debes venir solo.
-Pablo y Diego son jóvenes de bien.
-Dejen todas sus armas incluidas sus hachas a la vista, cerca de la hoguera, no se sientan deshonrados por abandonar sus armas, es justificado porque van a negociar con mujeres.
Dejadas sus armas salió Hortensia de entre los árboles, los invitó seguirla y pronto estuvo a la vista la tienda y sentada a su puerta Margarita teniendo en su falda arco y flechas. A unos veinte pasos de la tienda había una fogata y Hortensia los invitó a sentarse dando la cara a Margarita, ella se sentó a un costado de la fogata para no interferir en la vista o, eventualmente, el paso de una flecha. Margarita tomó la palabra: -Ya escuchamos de ustedes que tuvieron un malísimo año, están diezmados, en un territorio que no les ofrece alimentación, hizo una pausa, como dudando y realizó la pregunta que Hortensia sufría y moría por hacer y que sin embargo no habría formulado nunca, por orgullo y rencor; temiendo aumentar el sufrir de Hortensia con una información de muerte preguntó ¿cómo están Carmela y Fernando?
Manuel –Desnutridos. Pero bien.
Hortensia –¿No fue sorprendido Fernando sin su hacha?
Manuel –El primer día cada cual tenía demasiado que pensar en si mismo y nadie lo iba a notar, salvo yo que lo observé, fui a mi tienda a buscar otra hacha, crucé por delante de él y la dejé caer casi a sus pies. Salvo unos cariñosos palmoteos en la espalda que él me dio después, el asunto quedó guardado.
A Hortensia le corrieron gruesos lagrimones y Margarita enjugó un par de veces la humedad de sus ojos. Luego esta última les informó –Vamos a entregar a ustedes pescado seco que calculamos será suficiente para tres comidas de todos, Una de inmediato cuando ustedes lleguen y dos mientras viajan para acá, así estamos nosotras de bien provistas, si aceptan y siguen nuestras instrucciones, podremos darles raciones para un par de comidas más, mientras instalan sus tiendas y los cazadores aportan el producto de su labor.
Ustedes nos encontraron por las marcas de los árboles ¿verdad? Cuando lleguen a los cuatro abedules contiguos que tienen señales de haberles retirado trozos anchos de madera desvíen su ruta hacia el sur para llegar al río unos quinientos pasos largos más al sur que nosotras. Será el lugar ideal para acampar, reponerse y aprovisionarse para el invierno. Los cazadores encontrarían caza mayor yendo más al sur.
Cuando lleguen y el pueblo esté instalándose quisiéramos recibir a Pedro acompañado por uno o dos consejeros, a ustedes tres y a tres mujeres, una que elija Pedro, otra que invite Manuel y una última designada por las dos mujeres anteriores.
Manuel y sus dos acompañantes sopesaban las palabras de Margarita, se estaba introduciendo un componente inesperado y que iba a ser resistido a morir por los hombres. ¿Mujeres participando en las deliberaciones de los hombres? ¡Nunca! Los tres se miraban hasta que Diego, el más joven del grupo exclamó ¡Porqué no! Son dos mujeres que dejamos botadas, condenadas a morir de hambre y frío las que nos están salvando. Manuel y Pablo asintieron silenciosamente. El asunto estaba justificado, habría que proponer “Quien no esté de acuerdo que no acepte esta comida que mujeres les obsequian”
Preguntó Hortensia -¿Cuándo piensan partir? Los dos jóvenes al unísono –Ahora mismo, llevamos comida que debe llegar pronto.
Manuel asintió: -Mis huesos no están tan jóvenes pero para hoy sería sólo media jornada, aunque vayamos rápido creo ser capaz. Llevamos un poco de peso pero sólo andaremos, sin rastrear y cuando la mente va optimista el paso puede ser más rápido.
Les indicaron como salir sin volver a rodear la colina y Hortensia pidió -por favor esperen un momentito, buscó en el interior de la tienda y entregó a Manuel un gorro y mitones nuevos, -Tú probablemente salvaste la vida a mi bisnieto al reponerle el hacha; cambia tu gorro y mitones, tan raídos y lleven esta piel y esta cuerda, en todos los lugares que conservan nieve hagan un trineo para no cargar con el pescado.
Fueron recibidos como héroes. El pueblo los escuchó atónito. La comida recibida disipaba cualquier duda. ¿Condiciones? ¡Aceptadas! Ellas sabían como deben hacerse las cosas, y eran generosas, los habían perdonado.
Dijo Margarita –Esta noche debe llegar el pueblo.
Hortensia –Mañana vestiremos ropas nuevas y recibiremos a Pedro y sus acompañantes con buena comida. Al día siguiente recién terminaban su comida matinal cuando escuchan un grito alegre, eufórico: -“Vengo a buscar mi hacha”.
Salen ambas alborozadas cuando el enflaquecido Fernando llegaba a la tienda, luego de los repetidos abrazos y abundantes lágrimas de ambas Hortensia pregunta por Carmela. –No sabe si la has perdonado, no sabe si quieres recibirla – Si, si, quiero verla. Fernando vuelve la cara hacia los árboles y grita: -Ven Carmela, quieren verte y ésta, tan enflaquecida y zaparrastrosa como su nieto sale del bosquecillo y vuela donde su madre.
Dominadas las emociones del encuentro dijo Fernando: -Pedro con su grupo también está esperando, llamémoslos y nosotros nos retiramos. Hortensia decidió –Mi familia se queda con nosotras, llámenlos.
Pedro avergonzado, agradecido, conturbado recibió la bienvenida entre seria y amable de las ahora benefactoras de lo que quedaba del pueblo maltratado por el destino y los desaciertos de sus conductores.
Después de una exquisita comida en las pequeñas porciones que exigía el largo ayuno Margarita y Hortensia intercambiaron miradas y la primera tomó la
palabra: Sabemos que nuestro éxito se ha debido a que nosotras pusimos lo nuestro y se nos dieron las circunstancias favorables que, afortunadamente reconocimos y conservamos. Nos fijamos un contorno de ciento cincuenta pasos largos donde respetamos absolutamente toda la vida, árboles, animales, aves y peces. Caza, pesca, aprovisionamiento de madera y leña lo buscamos más allá de este contorno y tan lejos como hemos sido capaces de ir y regresar en el día. Así hemos estado viviendo en el centro de un núcleo de vida que atrae más vida. Ustedes por ser muchos necesitarían un contorno mucho mayor, les sugerimos mil pasos largos. Cuando el río se hiele, crúcenlo y busquen un lugar apropiado para levantar una aldea definitiva donde señalar un contorno como el que sugerimos, castigando a los infractores que pesquen, cacen o dañen los árboles tan severamente que haga desistir a los demás de imitarlos. Este centro de vida que conservamos atrae más vida.
Pedro y su comitiva cambiaron opiniones admirados de las ancianas. Luego concluyó: -Ustedes son sabias, acepto todas sus indicaciones y serán Mireya, Mariana y María, aquí presentes, quienes servirán de nexo entre ustedes y el pueblo. Gracias, un porvenir distinto y bueno nos espera porque dos ancianas nos perdonaron y mostraron el mejor camino.
NOTAS Al comienzo del relato se dijo, equivocadamente, arce en vez de alce. El primero es árbol y el otro animal.
Repetimos: La leyenda existe desde el lejano pasado en los nobles pueblos habitantes del Polo Norte, esta versión fue imaginada por Horacio Flores con el estímulo y la información del libro de Velma Wallis, de importantes conocimientos suministrados por Internet y el recordado libro de Hans Ruesch, El país de las sombras largas.
¿Chocherías? la entrega a los adultos mayores para que, metafóricamente, elijan acompañante, preparen sus trineos y emprendan viaje al paraíso de río Claro. También para que sus mentes y corazones se fortalezcan y tengan un ejemplo de cómo actuar en las duras vicisitudes de la vida.
De todos modos el trío avanzó con tanta rapidez que poco después de dos horas llegaban a orillas de un río que Manuel declaró ser el Claro y decidió –Seguiremos a favor de la corriente porque este río desemboca en el Turbio. Ahora debemos ir atentos al humo y a trampas para peces en el río. Y luego, muy pronto, ¡Olor a humo! Había una fogata cerca y no se veía. A sus espaldas estaba el río y al frente una pequeña colina. ¿Entonces donde…? Manuel gritó –Hortensia, Margarita, ¿Dónde están? Pablo y Diego, al unísono repitieron la llamada y Manuel voceó tan alto como lo permitía su garganta –Soy Manuel, por favor contesten.
Una voz femenina, bien timbrada, segura ¿Cuántos son?
-Tres, Manuel, Diego y Pablo.
-Caminen hasta el final de la colina, al doblar hay un bosquecillo, cuenten 22 árboles y continúen derecho por el interior hasta llegar a un claro.
-¿Y?
-No hay más respuestas sigan estas instrucciones.
No cabía dudas, las mujeres eran dueñas de la situación, lo sabían y lo imponían.
La caminata les llevó más tiempo del que suponían y al llegar al claro indicado la sorpresa: una pequeña fogata, un tiesto con caldo y otro con pescado seco. Ni seres humanos ni tiendas, en el pasto no había señales de pisadas. La sorpresa, fogata y comida, impidió que se fijaran en un poste del cual pendía una piel de conejo. Después que hubieron comido un poco.
Voz femenina. –Miren el poste a cinco o seis pasos a la derecha, obedecieron y al volver la vista una flecha sacó limpiamente la piel de conejo que fue a caer a la orilla de los árboles.
-Ahora que han visto como podemos gastárnoslas y que están a merced de nosotras, contesten ¿Por qué nos han buscado y que pretenden de nosotras?
-Pedro, el jefe, dijo que no sabía que razones lo inducían pero sentía imperiosamente la necesidad de conocer que había ocurrido con ustedes y si las encontrábamos les confiáramos la difícil situación en que estamos cuando aún no llega el invierno. Después que las abandonamos a ustedes murió
mucha gente de hambre, especialmente niños y si no podemos remediar la situación este año será peor.
-Manuel, vamos a conversar cara a cara, si Pablo y Diego son de tu absoluta confianza los traes y si pueden pretender robarnos debes venir solo.
-Pablo y Diego son jóvenes de bien.
-Dejen todas sus armas incluidas sus hachas a la vista, cerca de la hoguera, no se sientan deshonrados por abandonar sus armas, es justificado porque van a negociar con mujeres.
Dejadas sus armas salió Hortensia de entre los árboles, los invitó seguirla y pronto estuvo a la vista la tienda y sentada a su puerta Margarita teniendo en su falda arco y flechas. A unos veinte pasos de la tienda había una fogata y Hortensia los invitó a sentarse dando la cara a Margarita, ella se sentó a un costado de la fogata para no interferir en la vista o, eventualmente, el paso de una flecha. Margarita tomó la palabra: -Ya escuchamos de ustedes que tuvieron un malísimo año, están diezmados, en un territorio que no les ofrece alimentación, hizo una pausa, como dudando y realizó la pregunta que Hortensia sufría y moría por hacer y que sin embargo no habría formulado nunca, por orgullo y rencor; temiendo aumentar el sufrir de Hortensia con una información de muerte preguntó ¿cómo están Carmela y Fernando?
Manuel –Desnutridos. Pero bien.
Hortensia –¿No fue sorprendido Fernando sin su hacha?
Manuel –El primer día cada cual tenía demasiado que pensar en si mismo y nadie lo iba a notar, salvo yo que lo observé, fui a mi tienda a buscar otra hacha, crucé por delante de él y la dejé caer casi a sus pies. Salvo unos cariñosos palmoteos en la espalda que él me dio después, el asunto quedó guardado.
A Hortensia le corrieron gruesos lagrimones y Margarita enjugó un par de veces la humedad de sus ojos. Luego esta última les informó –Vamos a entregar a ustedes pescado seco que calculamos será suficiente para tres comidas de todos, Una de inmediato cuando ustedes lleguen y dos mientras viajan para acá, así estamos nosotras de bien provistas, si aceptan y siguen nuestras instrucciones, podremos darles raciones para un par de comidas más, mientras instalan sus tiendas y los cazadores aportan el producto de su labor.
Ustedes nos encontraron por las marcas de los árboles ¿verdad? Cuando lleguen a los cuatro abedules contiguos que tienen señales de haberles retirado trozos anchos de madera desvíen su ruta hacia el sur para llegar al río unos quinientos pasos largos más al sur que nosotras. Será el lugar ideal para acampar, reponerse y aprovisionarse para el invierno. Los cazadores encontrarían caza mayor yendo más al sur.
Cuando lleguen y el pueblo esté instalándose quisiéramos recibir a Pedro acompañado por uno o dos consejeros, a ustedes tres y a tres mujeres, una que elija Pedro, otra que invite Manuel y una última designada por las dos mujeres anteriores.
Manuel y sus dos acompañantes sopesaban las palabras de Margarita, se estaba introduciendo un componente inesperado y que iba a ser resistido a morir por los hombres. ¿Mujeres participando en las deliberaciones de los hombres? ¡Nunca! Los tres se miraban hasta que Diego, el más joven del grupo exclamó ¡Porqué no! Son dos mujeres que dejamos botadas, condenadas a morir de hambre y frío las que nos están salvando. Manuel y Pablo asintieron silenciosamente. El asunto estaba justificado, habría que proponer “Quien no esté de acuerdo que no acepte esta comida que mujeres les obsequian”
Preguntó Hortensia -¿Cuándo piensan partir? Los dos jóvenes al unísono –Ahora mismo, llevamos comida que debe llegar pronto.
Manuel asintió: -Mis huesos no están tan jóvenes pero para hoy sería sólo media jornada, aunque vayamos rápido creo ser capaz. Llevamos un poco de peso pero sólo andaremos, sin rastrear y cuando la mente va optimista el paso puede ser más rápido.
Les indicaron como salir sin volver a rodear la colina y Hortensia pidió -por favor esperen un momentito, buscó en el interior de la tienda y entregó a Manuel un gorro y mitones nuevos, -Tú probablemente salvaste la vida a mi bisnieto al reponerle el hacha; cambia tu gorro y mitones, tan raídos y lleven esta piel y esta cuerda, en todos los lugares que conservan nieve hagan un trineo para no cargar con el pescado.
Fueron recibidos como héroes. El pueblo los escuchó atónito. La comida recibida disipaba cualquier duda. ¿Condiciones? ¡Aceptadas! Ellas sabían como deben hacerse las cosas, y eran generosas, los habían perdonado.
Dijo Margarita –Esta noche debe llegar el pueblo.
Hortensia –Mañana vestiremos ropas nuevas y recibiremos a Pedro y sus acompañantes con buena comida. Al día siguiente recién terminaban su comida matinal cuando escuchan un grito alegre, eufórico: -“Vengo a buscar mi hacha”.
Salen ambas alborozadas cuando el enflaquecido Fernando llegaba a la tienda, luego de los repetidos abrazos y abundantes lágrimas de ambas Hortensia pregunta por Carmela. –No sabe si la has perdonado, no sabe si quieres recibirla – Si, si, quiero verla. Fernando vuelve la cara hacia los árboles y grita: -Ven Carmela, quieren verte y ésta, tan enflaquecida y zaparrastrosa como su nieto sale del bosquecillo y vuela donde su madre.
Dominadas las emociones del encuentro dijo Fernando: -Pedro con su grupo también está esperando, llamémoslos y nosotros nos retiramos. Hortensia decidió –Mi familia se queda con nosotras, llámenlos.
Pedro avergonzado, agradecido, conturbado recibió la bienvenida entre seria y amable de las ahora benefactoras de lo que quedaba del pueblo maltratado por el destino y los desaciertos de sus conductores.
Después de una exquisita comida en las pequeñas porciones que exigía el largo ayuno Margarita y Hortensia intercambiaron miradas y la primera tomó la
palabra: Sabemos que nuestro éxito se ha debido a que nosotras pusimos lo nuestro y se nos dieron las circunstancias favorables que, afortunadamente reconocimos y conservamos. Nos fijamos un contorno de ciento cincuenta pasos largos donde respetamos absolutamente toda la vida, árboles, animales, aves y peces. Caza, pesca, aprovisionamiento de madera y leña lo buscamos más allá de este contorno y tan lejos como hemos sido capaces de ir y regresar en el día. Así hemos estado viviendo en el centro de un núcleo de vida que atrae más vida. Ustedes por ser muchos necesitarían un contorno mucho mayor, les sugerimos mil pasos largos. Cuando el río se hiele, crúcenlo y busquen un lugar apropiado para levantar una aldea definitiva donde señalar un contorno como el que sugerimos, castigando a los infractores que pesquen, cacen o dañen los árboles tan severamente que haga desistir a los demás de imitarlos. Este centro de vida que conservamos atrae más vida.
Pedro y su comitiva cambiaron opiniones admirados de las ancianas. Luego concluyó: -Ustedes son sabias, acepto todas sus indicaciones y serán Mireya, Mariana y María, aquí presentes, quienes servirán de nexo entre ustedes y el pueblo. Gracias, un porvenir distinto y bueno nos espera porque dos ancianas nos perdonaron y mostraron el mejor camino.
NOTAS Al comienzo del relato se dijo, equivocadamente, arce en vez de alce. El primero es árbol y el otro animal.
Repetimos: La leyenda existe desde el lejano pasado en los nobles pueblos habitantes del Polo Norte, esta versión fue imaginada por Horacio Flores con el estímulo y la información del libro de Velma Wallis, de importantes conocimientos suministrados por Internet y el recordado libro de Hans Ruesch, El país de las sombras largas.
¿Chocherías? la entrega a los adultos mayores para que, metafóricamente, elijan acompañante, preparen sus trineos y emprendan viaje al paraíso de río Claro. También para que sus mentes y corazones se fortalezcan y tengan un ejemplo de cómo actuar en las duras vicisitudes de la vida.
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