martes, marzo 07, 2006

¿Leemos aquello que deberíamos?

Entre mis problemas domésticos esta la repetición de trabajos sencillos cuya rutina termina por ser aburridora. ¿Creerán que les voy a hablar de picar repollo y recuerdos infantiles del escabeche?
Debo comer verde y mis favoritos son la escarola y el repollo; el comienzo de la preparación de este último obliga a un picado fino, delgadito, con un buen cuchillo, paciencia y prolijidad. Decido, soy un viejo muy resuelto, picar repollo para la semana y para asegurarme su conservación lo guardo en refrigerador, en un tiesto supuestamente hermético en cuyo fondo he puesto un mínimo de vinagre. Esto viene de mi niñez: un frasco de vidrio cuya capacidad debe haber superado los tres litros conteniendo, en conservación, cebollitas con rajaduras en cruz, pepinillos, trozos de zanahoria, rabanitos, aceitunas y otras u otros. Periódicamente se reemplazaba lo consumido y se completaba el nivel del vinagre, por ello deduje que el vinagre era eterno, incorruptible así que por confirmar busque en el frasco traído del supermercado la frase “No perecible” ¡Sorpresa! ¡Doble sorpresa! La etiqueta me advierte “Después de abierto, refrigerar” Esto indica claramente que el vinagre es sucesible de alterarse. Además la etiqueta indica “No usar después de…” Más valdría hacer un hábito de leer estas informaciones, reclamar cuando vienen en letra chica, hay que dar vueltas al envase en busca de ellas o se han colocado etiquetas de precios u otras, ocultándolas. Son informaciones que ayudan a cuidar nuestra salud