Conocí a un Héroe de Verdad.
¿Ud. espera colectivo para regresar a San Pedro? Mientras lo hace se regala leyendo nombres de lugares de Rancagua. Villa Teniente y Baquedano, Villa Cordillera y don Mateo, Villa el Sol y Rancagua Sur y también lee Ramón Torres. Lo conocí. Ocasionalmente subimos o bajamos bastantes peldaños de las escaleras de Sewell; no conversábamos, yo hablaba y el escuchaba. Escuchaba, atendía, se interesaba, eso de algún modo se lo hacía notar a uno. Y ese interés por los demás lo demostró ejemplarmente durante la tragedia del humo ocurrida en la mina El Teniente en 1944.
En el nivel Teniente 1 retram Roberto Jiménez Pinto, jefe y Ramón Torres Lagos, subjefe convencieron a un grupo que intentar escapar por jaulas y auxiliares era mucho más arriesgado que hacerlo por la mina vieja Fortuna. El mejor conocedor de la ruta a seguir era Ramón Torres Lagos y él encabezó el escape. Llegados a un punto donde debía utilizarse una vieja escalera de madera sacó el mango a una picota, enfrentó al grupo y mandó hacer una fila y subir al primero con la orden de gritar ¡Ya! tan pronto estuviera arriba y advirtió “Al primero que intente adelantarse lo mató de un palo”. La escalera resistió y él subió el último. Superada la dificultad que significó la vieja escalera continuó la huida hacia el Fortuna que estaba totalmente libre de gases tóxicos y lo largo del trayecto no importaba, habían salvado la vida
Del número de salvados se dio la cifra de cuarenta; una investigación de la cámara de diputados concluyó que alrededor de doscientos y la viuda de Roberto Jiménez siempre citó la cifra de trescientos.
Ramón Torres no necesitó hacer cuentas, se impuso a un grupo en el extremo de la desesperación en el momento necesario y del modo preciso. Lo llamaban “el callao” Torres. Yo lo conocí.
En el nivel Teniente 1 retram Roberto Jiménez Pinto, jefe y Ramón Torres Lagos, subjefe convencieron a un grupo que intentar escapar por jaulas y auxiliares era mucho más arriesgado que hacerlo por la mina vieja Fortuna. El mejor conocedor de la ruta a seguir era Ramón Torres Lagos y él encabezó el escape. Llegados a un punto donde debía utilizarse una vieja escalera de madera sacó el mango a una picota, enfrentó al grupo y mandó hacer una fila y subir al primero con la orden de gritar ¡Ya! tan pronto estuviera arriba y advirtió “Al primero que intente adelantarse lo mató de un palo”. La escalera resistió y él subió el último. Superada la dificultad que significó la vieja escalera continuó la huida hacia el Fortuna que estaba totalmente libre de gases tóxicos y lo largo del trayecto no importaba, habían salvado la vida
Del número de salvados se dio la cifra de cuarenta; una investigación de la cámara de diputados concluyó que alrededor de doscientos y la viuda de Roberto Jiménez siempre citó la cifra de trescientos.
Ramón Torres no necesitó hacer cuentas, se impuso a un grupo en el extremo de la desesperación en el momento necesario y del modo preciso. Lo llamaban “el callao” Torres. Yo lo conocí.
<< Home