Despidiendo a un amigo
José Felix Lorca Núñez Falleció habiendo vivido 94 años, viudo de Ana Olea trajeron al mundo y cumplieron con sus deberes de padres, educadores y formadores de Alicia, Hernán, Gladys y Luis. Nació en Larraín Alcalde, cercanías de Pichilemu.. Disfrutó de la bendición y orgullo de ser tatarabuelo de Cristian y Carlos Andrés
Vivió y trabajó 38 años en Caletones. En una oportunidad escuchó ruidos y golpes que salían de un edificio, metió tímidamente la nariz, vio grandes bolas que corrían y palos que con estruendo caían, preguntó se informó: era un deporte bajo techo y lo llamaban palitroque. Se inscribió como aprendiz, progreso y en poco tiempo estaba mezclado con los buenos. Todo estaba muy bien pero ¿porqué tenía la sensación que algo faltaba? Repentinamente la revelación, claro, eso era, un club de palitroque. Fundó uno que vivió hasta el fin de los días del campamento de Caletones. Y la semilla, también eso. Su hijo Hernán y otro tenientito inscribieron sus nombres como los mejores promedios chilenos en el Campeonato nacional de Potrerillos.
En el cementerio lo despidió Sigifredo Ortega quien recordó al amigo que invariablemente, al que golpeaba la puerta de su casa, le decía: pasa, te voy a servir un cafecito. También lo despidió el diácono José quien se refirió al hombre integro. Su Hijo Hernán agradeció la asistencia y expresiones de pesar a la multitud de amigos que permanecían con los ojos húmedos.
Vivió y trabajó 38 años en Caletones. En una oportunidad escuchó ruidos y golpes que salían de un edificio, metió tímidamente la nariz, vio grandes bolas que corrían y palos que con estruendo caían, preguntó se informó: era un deporte bajo techo y lo llamaban palitroque. Se inscribió como aprendiz, progreso y en poco tiempo estaba mezclado con los buenos. Todo estaba muy bien pero ¿porqué tenía la sensación que algo faltaba? Repentinamente la revelación, claro, eso era, un club de palitroque. Fundó uno que vivió hasta el fin de los días del campamento de Caletones. Y la semilla, también eso. Su hijo Hernán y otro tenientito inscribieron sus nombres como los mejores promedios chilenos en el Campeonato nacional de Potrerillos.
En el cementerio lo despidió Sigifredo Ortega quien recordó al amigo que invariablemente, al que golpeaba la puerta de su casa, le decía: pasa, te voy a servir un cafecito. También lo despidió el diácono José quien se refirió al hombre integro. Su Hijo Hernán agradeció la asistencia y expresiones de pesar a la multitud de amigos que permanecían con los ojos húmedos.
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