¡Bien, que requete bien!
En este comentario se nombra una tienda, Falabella, porque ahí sucedió y consideramos digno de contarlo.
En otra página Tontín sigue enredado con su celular y pidió que le ayudáramos a conocer el procedimiento para cargar el celular usando “tarjetas de grandes tiendas”. Fui a la tienda mencionada y en Atención al Cliente expuse mi problema a una bella señorita.
Diálogo:
Chocho el viejo: Necesito saber cono usar esta tarjeta para cargar el celular.
Belleza: Présteme su tarjeta y su carné.
Con ambas cosas la señorita enredó en su computador, leyendas veloces se sucedían en la pantalla y finalmente
Belleza: Ahora necesita inscribir un número secreto.
Chocho: (Asustado) ¿Ycómo…?
Belleza: ¿Ubica Ud. unas pantallas luminosas, con números, que están adosadas a algunos postes?
Chocho: No señorita. Cuando de reojo llego a vislumbrar una de esas cosas miro para otro lado.
Belleza: Como no hay público, (sucedió el domingo 9 de mayo) yo lo acompaño donde hay una y, si le parece, lo asisto en el procedimiento
Destaco la perspicacia para conocer que estaba yo en un terreno pantanoso, minado, lleno de víboras representadas por números y leyendas que ahora se llaman “mensajes” y “opciones” y reproches: “excedió el tiempo”
La Belleza inscribió mi tarjeta, dieciséis números, me indicó como inscribir los cuatro del código secreto ¿Cuáles fueron? Me dio las instrucciones para cargar el celular con la tarjeta de Falabella y nos despedimos.
Resulta difícil explicar claramente la magnitud del desencuentro entre adultos mayores y tecnología moderna, la carencia de pedagogía de quienes intentan enseñar el uso de todas esas cosas que han invadido hogares y lugares públicos. Lo arduo o imposible que es seguir las instrucciones de catálogos y folletos nos privan de una posibilidad cierta de llegar a manejar algunos de esos aparatos, cuando nos interesan.
Actitudes como la de la Belleza de Falabella van en la dirección correcta. Destaco, además, la gentileza con que me sacó del paso: “Lo acompaño y si le parece lo asisto”
Gracias.
En otra página Tontín sigue enredado con su celular y pidió que le ayudáramos a conocer el procedimiento para cargar el celular usando “tarjetas de grandes tiendas”. Fui a la tienda mencionada y en Atención al Cliente expuse mi problema a una bella señorita.
Diálogo:
Chocho el viejo: Necesito saber cono usar esta tarjeta para cargar el celular.
Belleza: Présteme su tarjeta y su carné.
Con ambas cosas la señorita enredó en su computador, leyendas veloces se sucedían en la pantalla y finalmente
Belleza: Ahora necesita inscribir un número secreto.
Chocho: (Asustado) ¿Ycómo…?
Belleza: ¿Ubica Ud. unas pantallas luminosas, con números, que están adosadas a algunos postes?
Chocho: No señorita. Cuando de reojo llego a vislumbrar una de esas cosas miro para otro lado.
Belleza: Como no hay público, (sucedió el domingo 9 de mayo) yo lo acompaño donde hay una y, si le parece, lo asisto en el procedimiento
Destaco la perspicacia para conocer que estaba yo en un terreno pantanoso, minado, lleno de víboras representadas por números y leyendas que ahora se llaman “mensajes” y “opciones” y reproches: “excedió el tiempo”
La Belleza inscribió mi tarjeta, dieciséis números, me indicó como inscribir los cuatro del código secreto ¿Cuáles fueron? Me dio las instrucciones para cargar el celular con la tarjeta de Falabella y nos despedimos.
Resulta difícil explicar claramente la magnitud del desencuentro entre adultos mayores y tecnología moderna, la carencia de pedagogía de quienes intentan enseñar el uso de todas esas cosas que han invadido hogares y lugares públicos. Lo arduo o imposible que es seguir las instrucciones de catálogos y folletos nos privan de una posibilidad cierta de llegar a manejar algunos de esos aparatos, cuando nos interesan.
Actitudes como la de la Belleza de Falabella van en la dirección correcta. Destaco, además, la gentileza con que me sacó del paso: “Lo acompaño y si le parece lo asisto”
Gracias.
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